Un sentimiento antiimperialista que surgió de la calle

Por Fernando Esteche

Todos los meses previos fueron de gran agitación en las calles. Había una fuerte presión por parte del gobierno norteamericano para controlar las calles y el espacio aéreo tanto de Mar del Plata como de Buenos Aires. Y las agrupaciones militantes marcharon cada semana en repudio a la presencia de George Bush. Quince días antes, se coordinó una reunión entre organizaciones de base, entre las que se planificaron distintas acciones estratégicas para divulgar la importancia de esa cumbre entre la gente, y para darle dimensión al reclamo popular que venía rechazando el ALCA con mucha firmeza. Los presidentes nuestroamericanos tuvieron el firme respaldo popular para tomar una decisión claramente representativa de la voluntad de las masas, y también de un arco político muy amplio que entendió la necesidad de mostrarse en unidad, con objetivo común, superando los enfrentamientos políticos internos.

La movilización popular fue impresionante, mostrando claramente el rechazo contra toda la operación mediática que se hizo en las semanas previas. Y con ese respaldo se comenzó a gestar la nueva integración promovida por Néstor Kirchner y Lula Da Silva, que fueron al frente con una enorme cuota de valor personal y responsabilidad, producto de su comprensión política a la hora de entender lo que estaba en juego en ese momento de la historia: sostener la continuidad del neoliberalismo y la dictadura del mercado. Ese sentimiento antiimperialista que surgió de la calle fue el impulso necesario para todas las políticas públicas que vinieron posteriormente a garantizar los derechos populares en los gobiernos de América Latina que apuestan por el desarrollo regional y cultural del continente.


 

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