Pablo Bell: no soy de aquí ni soy de allá

Por Ramiro García Morete

Nacido en Tres Arroyos y formado en La Plata, el músico radicado en Houston edita un nuevo disco sin perder la herencia cancionera

“Aquí se habla otro idioma/aquí se cuentan otras historias/aquí no bailan como yo”. Cuatro o cinco años atrás, Los Ángeles no le sentaba bien. Lo había llevado hasta allí un amor y no su trabajo, ese que estudió por su devoción a los libros y por aquellas palabras de un profesor: “Un profundo sentido de justicia”. Y en California parecía imperar todo lo contrario a la verdad…y al amor. “El extranjero no tiene que ver con salir del pais. Sos extraño porque lo que ves es ajeno a vos”, dirá quien a los 14 se enamoró del olor de la biblioteca José Ingenieros de su natal Tres Arroyos. Al azar escogería el célebre libro de Camus ante la incredulidad de Mirta, la bibliotecaria que acabaría siendo su guía para adentrarlo en Bradbury, García Marquez y el rito de un libro semanal.

Con esa disciplina llegaría a los 18 a la ciudad que ama y que si alguien cuestiona “tiene un problema conmigo”: La Plata. Allí exploraría otra dimensión de la palabra que es la canción, inspirado por Estelares o una banda llamada Miro & Su Fabulosa Orquesta de Juguete y la omnipresente estrella de Bob Dylan. Diez años y muchas melodías después arribaría entonces a la ciudad donde todo es cine , pero  “el cine no es verdad y la gente no es de verdad y te venden libertad pero no son libres”.

Para una persona conectada con la espiritualidad, la respuesta sería la de siempre: la música. Pero ya no con el cuadernito sino –y con esa imagen describirá- como una ceremonia india donde el sacerdote extrae sentido de los balbuceos de quien baila. Es decir: activando el celular y dejándose llevar por quince o veinte minutos, casi como un bardo en trance. “Si no quieres acabar en un manicomio, abre tu corazon y abandónate al rumbo natural de las cosas”, citará a Marukami como máxima de vida.

El rumbo lo llevaría luego a Houston, Texas, allí donde hoy se está armando su propio estudio. La misma ciudad que lo encontraría una noche en el Alley Kat, bar cuya planta alta es dominada por la comunidad latina y la planta baja por la comunidad afroamericana. Bajando las escaleras descubriría esas sonoridades que profundizaría con con su amigo Juan. Se trata de un hijo de latinos que no habla español y que en los palomazos (como dicen los mexicanos a las zapadas) rapeaba mientras él solo tocaba la guitarra. El hip hop no solo le daría nuevas herramientas y el proyecto Drug War Veterans sino la posibilidad de delegar las palabras a otro y explorar sonidos.

Todo ello resonaría a la hora de retomar su celular y entre casi un centenar escoger diez. “Por Maradona”, dejará en claro. En ellas encontraría un concepto o una línea, marcada claramente por las armonías del folk, la urgencia verbal y diversas reminiscencias al rock de los 60 o sonidos contemporáneos. “El extranjero” sería el resultado de este proyecto abierto cuyo nombre es Astronautas y cuyo comandante es Pablo Bell. Aunque al parecer, nadie comanda más que el rumbo natural de las cosas.

“Es un disco que me encanta pero que compuse casi todas las canciones hace como 4 o 5 años – introduce el músico. A veces los escucho como algo ajeno a la persona que escribió. Algunas ideas y cosas cambian. Y si bien me doy cuenta que es un disco mio, lo siento un poco extranjero. Además fue escrito casi todo en Los Ángeles. Y ahora estoy en Houston. De vuelta soy extranjero. Cambiar de Estado es casi como cambiar otro pais. La gente es muy diferente. Aunque en argentina pasa también”.

Bell coincide en que el álbum parte de reconfigurar sonoramente cierta tradición folk y dylaniana: “Esa fue la idea. No podemos copiar a Dylan, pero tampoco lo podemos sacar de nuestra sangre. Ese fue el trabajo. También la ambición de encontrar algo nuevo, que es la eterna búsqueda de un real artista. La postura política ante el arte es trata de de inventar o descubrir algo nuevo”. 

Fiel a su estilo enfático y expresivo, explica su modo de composición: “¿Viste que hay días que sentis: tengo un canción en mi cuerpo. La voy a sacar…? Me siento, pongo a grabarme en el teléfono, empiezo a tocar…Los acordes no son lo importante. Sale algo que se repite, se repite, se repite, se repite. Voy llegando al trance y empiezo a escupir. Y los veinte minutos paro. Sobre esa grabación empiezo a componer”. Y añade: “Siento que soy un indio o el líder de una ceremonia con el  fuego encendido. Empiezo a moverme y  escupir música”. 

Músico y abogado, se percibe en él cierta búsqueda heterodoxa pero marcadamente espiritual: “Soy un político del arte. La política es la organización del bien material. Quién tiene las cosas, el poder, el dinero. Y hoy está separado de lo espiritual. Hay un vacío espiritual. La espiritualidad es una conexión con lo que te rodea, las olas del mal, el dialogo con el otro. Siento que estamos perdiendo eso, que la tecnología nos consume. Somos seres humanos. Tenemos un alma. La política puede organizar tu cuerpo. Pero no tu alma. Y tu alma va a dominar tu cuerpo”.

“Astronautas es un concepto-define a su banda en vivo-. El escenario es una nave espacial. Nos subimos y vamos a explorar mundos desconocidos y decirlo. Para armar bandas no elijo músicos sino personas. Si al plantearle eso el  tipo te mira con cara de ´¿qué me dice este rarito?´, no va. Si te dice:´wow, quiero ser un astronauta´…¡entonces  entra!(risas)”

“Siempre hay un romanticismo de volver- dice sobre La Plata y entona la melodía gardeliana  con la frente marchita – Está muy complicado. Pero sí…Argentina es un gran país. Los países se describen por las personas. Y los argentinos son maravillosos, nos abrazamos, nos peleamos, tomamos birras, hacemos asados…Siempre quiero volver. Igual, ahora charlando con vos, estoy volviendo….”

ESCUCHAR «EL EXTRANJERO»

https://pablobell.bandcamp.com/album/el-extranjero?fbclid=IwAR00sjFTCRJEvFKa2h0FzGcuD6udkAp4e1xndZIpr6BjksbK-kNtVHccuxI

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