Boom, polémica, política y religión en El Reino: el tanque nacional de Netflix remueve el avispero

El lanzamiento de la serie argentina El Reino generó un boom tan inmediato como polémico. La trama, que presenta un culto religioso cristiano envuelto en una operación política de derecha –atentados, espionaje y pedofilia mediante–, despertó el tabú sobre la mirada del espectáculo mainstream sobre el evangelismo y disparó, una vez más, los límites entre ficción, realidad, mito y prejuicio.

No es la primera vez que las megaproducciones audiovisuales se disponen a sentar narrativas sobre universos como el crimen, la política o la vida en las villas y cárceles, casi siempre con el enfoque difuso entre el registro seudo documental y el fetiche estético. Esta vez, El Reino decidió marcar terreno sobre la religión y, con más precisión, el cristianismo.

Si bien no se hace explícita la representación del evangelismo, la tira alude a los más notables estereotipos: pastores carismáticos, congregaciones suburbanas con rituales estrafalarios y templos luminosos de un ostentoso diseño moderno. Y, adosado a ello, la connivencia de ese culto con una acomodada estructura político-partidaria de derecha. Más allá del inagotable debate «realismo vs. fantasía», es evidente –y las discusiones en la prensa y foros sociales lo han demostrado– cómo ese registro de la presentada alianza «cristianismo/derecha» corre el riesgo de ubicarse en lo que el investigador Pablo Semán ha definido como «bolsonarización fácil» en torno a la religiosidad popular argentina.

En su artículo «El peligro evangélico», el investigador del CONICET y de la Universidad Nacional de Luján, Fabián Flores, analiza la insistencia en el discurso mediática por señalar una «avanzada evangelista» en el país.

«Con el escenario político actual es poco probable la consolidación de un fenómeno político proveniente del evangelismo. La propia diversidad y conflictos al interior del mundo evangélico, de entrada, obstaculizarían la generación de consensos ideológicos que canalicen en un partido político: no todos los evangélicos son ‘de derecha’, ni todos están de acuerdo con la ‘teología de la prosperidad’ que pregonan ciertas ramas pentecostales», explica Flores en su texto.

Consultado por Contexto, el investigador académico se refirió al tratamiento de esta temática en la serie y a lo conflictivo de una mirada reducida de un fenómeno al que, más que mirar con sentido crítico, pareciera depositar clichés y prejuicios de clase.

«Está tan permeada por la matriz cultural de un catolicismo de clase media, hasta diría secularista, que se piensa ese otro –al que se le dice erróneamente ‘evangelista’, que es despectivo del mundo evangélico– por fuera de su matriz identificada con los sectores populares en nuestro país», afirmó Flores. En esto coincide el antropólogo Alejandro Frigerio, quien sostuvo que los estereotipos que transmite la serie no son «originales, ni fruto del prejuicio de una sola persona o grupo de ellas (guionistas, director, productores)», sino que «reflejan más bien la imagen que ciertos sectores sociales argentinos tienen sobre los evangélicos».

«El problema más complicado es que todo se mira a través de la lente de un catolicismo de clase media que es el canon, entonces todo lo que circula por fuera de eso hay que estigmatizarlo. O hay que romantizarlo también, como se hace con el culto al Gauchito Gil o el culto a San La Muerte, como una nota de color; entonces sí está permitido dentro de la religiosidad popular», agrega.

En tanto, lo conflictivo en El Reino no recae en la «falta de realismo» en una ficción –lo cual incluso sería exigirle a una plataforma de entretenimientos un purismo impertinente–, sino en la banalización de una presunta denuncia social sobre una temática de alta delicadeza. Más aún, cuando la denuncia viene de parte de una corporación de entretenimiento.

Por otro lado, a pesar del peligroso desconocimiento sobre aquello que pretende narrar, en vista de los resultados, hay un credo al que Netflix sí pareciera reconocer y respetar a rajatabla: el rating.

Islam: mi villano favorito

Si bien por motivos de contexto cultural y social no es un tema abordado en Argentina, en occidente hay un histórico enemigo religioso predilecto a la hora de producir contenido para la industria cinematográfica. El Islam ha sido el caballito de batalla de Hollywood desde hace décadas, con una intensidad que se mide con cada maniobra militar que Estados Unidos ejerce sobre Oriente Medio.

«Para Hollywood, la elección de las tramas y en particular la elección de los villanos nunca fue inocente. Primero los alemanes, luego los chinos y los rusos. Y desde hace décadas nos toca a los musulmanes. Basta con que un personaje tenga nombre árabe para que resulte sospechoso», sostuvo, en diálogo con Contexto, Emilio Cicco, periodista y escritor convertido al Islam hace más de una década, ahora rebautizado como Abdul Wakil.

«Todo esto apunta a meterte miedo a un camino espiritual que cuando sorteás el prejuicio se convierte en una bendición. Ojo, en el mundo islámico este lado del mundo también les parece muy raro. Hablando de raro: la palabra en árabe tiene la misma raíz que la palabra occidental. Así que, para ellos, los raros somos los que vivimos de este lado del mundo. Solo que nos llegan menos de sus películas», agregó.


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