Córdoba: el macrismo impuso un nuevo sistema electoral para asegurar su reelección al frente de la Universidad

Mediante un controvertido procedimiento, el pasado jueves se aprobó la elección directa de autoridades unipersonales en la Universidad Nacional de Córdoba. En la votación, que tuvo lugar fuera de la Universidad, sólo participaron los consejeros del oficialismo. El nuevo sistema privilegia a las Facultades “profesionalistas”, históricamente vinculadas al radicalismo, y relega a las humanísticas y científicas. Un fuerte operativo policial reprimió a estudiantes y docentes que se manifestaban contra la realización de la asamblea universitaria.

Frente a los muchos micrófonos que se amontonaban expectantes por captar las palabras del primer rector radical en más de una década, el sorpresivo candidato Hugo Juri anunció dos proyectos que tenían como objetivo modificar sustancialmente la estructura de la Universidad Nacional de Córdoba. El primero, de corte más bien académico, proponía la creación de carreras “transversales” a las diferentes Facultades, con diseños curriculares que acumularían asignaturas de distintos planes de estudios. El segundo, con una decidida finalidad política, anunciaba la pronta elección directa de las autoridades unipersonales en el ámbito de la UNC.

Esta última idea no era, en rigor, una novedad entre los universitarios cordobeses. Tanto Francisco Tamarit como Carolina Scotto, los antecesores de Juri en el cargo, habían tenido la elección directa en sus plataformas electorales, aunque nunca motorizaron su concreción. Sin embargo, fue el ex ministro de Educación de Fernando de la Rúa quien, a pocas horas de su regreso a la gestión educativa, anunció que la postergada elección directa se aprobaría durante su primer año de mandato.

El proyecto fue bien recibido en un primer momento. Pero, en cuanto se conocieron algunos detalles, numerosos actores de la política universitaria comenzaron a expresar su desacuerdo. Es que, contra lo que se esperaba, la propuesta de la alianza PRO–Franja Morada eliminaba la igualdad de representación que las distintas Facultades tienen en la asamblea universitaria –encargada, hasta este año, de elegir rector y vicerrector– para reemplazarla por un sistema de votación directa pero con ponderación simple. Esto significaba que las cuatro Facultades más “grandes” –Medicina, Derecho, Ciencias Económicas e Ingeniería –concentrarían casi la mitad del “peso” electoral relegando a las once restantes, cuya voluntad habría de incidir escasamente en el resultado final. Y, en la práctica, la modificación estatutaria implicaba también que el macri-radicalismo, siempre ganador en las cuatro Facultades masivas, podría retener el gobierno universitario incluso sin contar con el apoyo de las demás unidades académicas.

Un primer intento por establecer este nuevo sistema electoral fracasó el pasado 19 de noviembre, luego de que un nutrido grupo de estudiantes tomó el pabellón Argentina un día antes de la asamblea universitaria. Con el apoyo del gremio docente, los dirigentes estudiantiles reclamaron al rector que pospusiera la votación hasta tanto existiera un consenso más amplio en la comunidad universitaria. En efecto, si bien el oficialismo contaba con los votos suficientes para aprobar su proyecto, se trataba de una ajustada mayoría, lejos de los acuerdos que habitualmente dan lugar a esta clase de reformas. Sin embargo, los diferentes objetivos políticos parecían irreconciliables. La propuesta opositora, una “doble ponderación” que mantuviera la representación proporcional entre las diferentes Facultades, favorecía al kirchnerismo, indiscutible ganador en Facultades como Matemática, Filosofía, Sociales y Ciencias Químicas. Y esto era, precisamente, lo que el rectorado amarillo procuraba evitar.

La medida de fuerza estudiantil alcanzó su objetivo en un primer momento. Hábil para cultivar una imagen demócrata, el médico Juri se retiró del edificio tomado mostrando resignación y anunció que negociaría con los líderes estudiantiles y los decanos que encabezaban las protestas. Sin embargo, a los pocos días emitió una resolución que convocaba a una nueva asamblea para el 15 de diciembre. La alianza opositora manifestó su desacuerdo y anunció que buscaría impedirla nuevamente. Frente a ello, el rector emitió una nueva resolución donde establecía tres lugares posibles para la votación: el campo-escuela de la Facultad de Agronomía, ubicado en una zona inhabitada a 20 kilómetros de la ciudad, un salón del Complejo Ferial que se encuentra en la periferia de la capital, y el anfiteatro del Hospital Nacional de Clínicas. Esta decisión mostraba que la decisión política de modificar el sistema electoral era irreversible. No sólo por el abanico de lugares posibles para que la asamblea sesionara, sino fundamentalmente porque uno de esos sitios era un hospital, lugar que ninguna agrupación estudiantil habría decidido tomar pero que, de hacerlo, su desalojo habría contado con el aval de la opinión pública.

Finalmente, el pasado jueves a las siete de la mañana numerosos estudiantes y docentes se reunieron en el desolado campo universitario para impedir el ingreso de los asambleístas. Al lugar arribó Roberto Terzariol, el secretario general de la UNC, quien se retiró pacífico ante los ojos de los manifestantes mientras, a decenas de kilómetros, los consejeros oficialistas ingresaban al Complejo Ferial. Quienes no pudieron ingresar fueron el rector Juri y Pedro Yanzi, vicerrector e histórico decano de Derecho, lo cual no impidió que puertas adentro la asamblea se iniciara con la presidencia de la decana de Odontología, Mirta Spadiliero. Tan solo seis minutos entre cuatro paredes necesitaron para decidir uno de los mayores cambios en la historia política de la UNC. Sin que los asambleístas se acreditaran, sin permitir el acceso a los consejeros opositores, sin leer los proyectos y, desde luego, sin debatir argumento alguno, las propuestas –que incluían una cláusula de mayoría especial para modificar lo que se estaba aprobando por mayoría simple– se votaron a mano alzada y, como esperaban, el resultado fue unánime. Afuera, decenas de policías con perros, armas largas y carros hidrantes contemplaban cómo el rector discutía con algunos estudiantes y les pedía que lo dejaran entrar. Pero su cuerpo, tal vez, era más útil allí.


 

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