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Malvinas. De totalidades y simplezas

Por Carlos Giordano*

Malvinas, lo simple es absoluto… y mientras tanto, hay que seguir preparándose para poder ejercer su soberanía. ¿O seguimos pensando que tendremos propiedad de 11.718 km cuadrados de islas si no tenemos soberanía sobre los microcentros?… ¿o elegiremos como nuestros representantes soberanos a quienes piensan y ejecutan actos de sumisión soberana a otras banderas e intereses nacionales y/o corporativos?… ¿o seguiremos trabajando en decir difícil lo que todos sabemos que es bien simple: colonialismo, depredación de recursos naturales, fuerza recontraarmada, violencia concreta, cómplices connacionales?… ¿o seguiremos aceptando que se puede construir la paz exigiendo sólo partes de lo justo socialmente, sólo partes de los recuerdos y no la memoria, sólo partes de las voces y no la verdad, sólo partes de lo nuestro sin la soberanía?…

Siempre, con Malvinas –y vaya uno a saber con cuántas cosas más–, lo simple ha sido de necesidad absoluta…

Porque todavía hay que andar aclarando lo que parece obvio, no vayamos a creer…

Porque todavía nos preguntan por qué, cuáles son las razones, hasta cuándo… Y recuerdo que las colonias –llamadas así las potencias colonizadoras– son territorios que fueron sometidos por la fuerza de las armas a procesos de rapiña de sus recursos naturales, a superexplotación, esclavitud y genocidio de sus poblaciones originarias, a la destrucción sistemática de sus obras, acciones y procesos socioculturales, a la evangelización violenta y asesinato de sus referentes religiosos, a la sumisión cultural educativa de sus formas lingüísticas y sus maneras de transmisión informativas y comunicacionales… No son territorios “ultramarinos” o “alejados de las metrópolis”, o “protectorados”, o “Estados asociados”… Son naciones, pueblos, Estados, que han sido invadidos y cuyas voluntades colectivas soberanas han sido sojuzgadas por la potencia de una fuerza militar-religiosa-económica que, con el correr del proceso histórico, han “naturalizado” esta violencia inicial mediante subordinaciones comerciales, financieras, políticas y, sin merma, militares… La permanencia de territorios que siguen bajo este régimen sistemático de expropiación sigue constituyendo el documento más flagrante que demuestra la voluntad genocida de los diferentes herederos de los Estados que produjeron la acción primigenia de colonizar… Todo subterfugio lingüístico (modernización, desarrollismo, etcétera) son las tácticas puntuales con que se sigue consolidando estratégicamente la violencia histórica, social, económica y cultural… Los diferentes procesos del desarrollo de estas tácticas, acomodadas según los ritmos de extracción y aceptación producidos entre los “originarios”, han dado como resultado situaciones que se pretenden “diferenciadas” en cuanto al grado de involucramiento e hibridación con que se siguen justificando, produciendo y reproduciendo. Pero la “marca registrada de origen” sigue definiendo inequívocamente que la solución no es progresiva, ni ajustada a procesos de negociación sobre intereses que no son concurrentes.

Los casos de “retiradas protegidas”, de progresiones, de planificaciones híbridas, demuestran que sólo siguen aportando “ganancias” (en el más lato sentido de la palabra) a los dueños del poder colonial, por el tiempo que logren persistir en su presencia efectiva mientras duran las transiciones… Los organismos que congregan a pueblos, naciones, Estados y organizaciones que trabajan día a día, en la totalidad de sus territorios y “campos” de influencia, por la democracia real y efectiva de sus habitantes, por la soberanía solidaria entre soberanías, por la justicia social y legalmente igualitaria, por la memoria política y cultural, deben exigir –sin matices– el inmediato cese de las “situaciones de hechos” coloniales, colonizadoras, de todas y cada una. Porque es desde este punto de partida donde se pueden empezar a plantear los imprescindibles “desarmes” de las tramas profundas que han tomado historicidad, que han formado cultura, que han convencido naturalizando. Es decir, recién a partir del hecho restitutivo simbólico pero total se puede plantear el comienzo de un diálogo que seguirá reflejando las desigualdades construidas pero que desde ahí puede ejercerse con la potencia del derecho concreto reparador.

Todo lo demás es “metaforización” y enajenación o, al menos, tácticas que siguen siendo necesarias como procesos de resistencia a la violencia sistematizada, consecuente, permanente, potente, impiadosa, calculada, final… Por lo tanto, las necesidades de “descolonización” son absolutas, inmediatas, fundantes, imperiosas, totales nuevamente…

Y esto se debate todos los días, porque el futuro es hoy.

 

* Ex soldado conscripto combatiente en Malvinas. Doctor en comunicación por la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.


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