«El hábito de mi voz»: Y el verbo se hizo carne…

Por Ramiro García Morete

«El cuerpo/ Sólo somos/ su huésped transitorio./ Su más desheredado habitante mortal». Correría octubre, era de día y la parte más dura de la pandemia parecía ceder. Al menos aquellos meses de incertidumbre en los que sin embargo -mediante virtualidad , zoom e infinidad de audios de celular- Rosario Alfaro constataría algo: cuerpo y voz podían separarse. Al menos transitoriamente. Lo cierto es que al ingresar a la nueva locación de El Sótano, espacio cultural con el que la actriz había trabajado anteriormente, sentiría algo. En principio y casi como un disparo, irrumpiría el recuerdo de su abuela Irma y la casa de Pompeya. Quizá fuera algo de la época o no sabe muy bien qué. Pero según dirá, sintió «algo muy particular, donde el lenguaje se queda corto». Con esas claraboyas, mucha luz de día y mucho frío de noche. «Un montón de potencia… recovecos, pasadizos, escaleras, vientos que entran por un lado y por el otro», enumerará fascinada.

«Gozamos/ el secreto pacto/ de lejanías/ que anuda nuestros cuerpos/ en una memorable batalla despojada/ de heridas y arrogancias./ Una trama ilesa/ bellamente perversa insiste en atraparnos». Una placa en la entrada respondería el interrogante: la casa que durante las tardes cobija clases de teatro, pilates y danza había pertenecido a Ana Emilia Lahitte. Le llamaría la atención que a pesar de su considerable prestigio y esencial capacidad de escribir versos tan poderosos como sofisticados, su nombre no fuera tan familiar a sus propios conciudadanxs. Sí para Julieta Ranno, cuya madre era vecina y que de pequeña solía infiltrarse en la casa de esta poeta de porte aristocrático y modos algo excéntricos para la conservadora mirada de antaño. En una ocasión y tras pedir permiso su progenitora, Lahitte intimaría amablemente a la entonces niña: «Entiendo que sos chica y tenés la necesidad de explorar. Pero la propiedad privada, es privada». Tantos años después, Ranno y compañía montarían su espacio justo ahí. Sin embargo,  la inquietud no estaría agotada: ¿de quién es hoy la casa? O quizá ¿Quién es la casa? O el leit motiv que nos traería hasta aquí: ¿en qué se convierte la materia cuando ya no está habitada? Según Jung, “»la materia es una hipótesis y cuando decimos materia creamos un símbolo para algo desconocido».

«Mis pieles sucesivas/ obsesivas/ fueron aniquilándome/ devastándome/ al parecer en apariencia/ y rescatarme luego/ en carne viva/ Nuestros pequeños universos/ huyen como huyó todo lo que sombra tuvo/ y fue bajo la piel». Lo desconocido no sería puntualmente Ana Emilia sino más bien todo lo que su figura contiene y genera en el resto. Al igual que cuando llevara adelante «Bestia, dispositivo sobre ser ella», inspirada en Evita, Alfaro entendería que el enfoque no requería una reconstrucción biográfica sino más bien simbólica y sensorial.

A través de los poemas develaría las capas y complejidades de un personaje que -conteniendo multitudes como escribió algún poeta- no podía ser interpretado de manera lineal. Por ello recurriría a distintas actrices y bailarinas para representar esas pieles sucesivas de esta mujer que encerraba muchas mujeres. Y dado no solo lo sensorial de la casa sino lo sumamente carnal de su poética, hacerlo a través del cuerpo y su desdoblamiento con la voz. María Estévez, Alejandra Ferreyra Ortiz, Julieta Ranno, Pamela Esquivel, Aurelia Osorio y Daniela Camezzana ponen cuerpo (alma y talento), Alfaro la voz y un nutrido equipo completa esta obra llamada «El hábito de mi voz».

«Es una obra de teatro, pero no cualquiera -introduce Alfaro-. Es un anfibio. No es convencional porque, por ejemplo, no trabaja con la cuarta pared. Es una mezcla de recorrido, experiencia sensorial, danza, actuación y performance. Una mezcla entre todos esos lenguajes. Lo interesantes es que para nosotrxs es una experiencia novedosa y que no se ubica en un lugar reconocible», explica la artista. Y añade: «La temática que aborda es el vinculo entre la palabra, el cuerpo y el espacio».

Sobre el personaje -o los personajes, pues además de Lahitte la casa es un personaje en sí- no busca «algo biográfico, sino trabajar subjetivamente ¿Qué pasa si nos paramos sobre las percepciones que no están en la información biográfica y sí en la poesía? A la vista, es una mujer de la aristocracia. Pero en su poesía se desarrolla un mundo carnal, sensitivo y rodeado de naturaleza. Esa fue la búsqueda, el germen».

«En base a eso -prosigue- junto a las actrices empezamos a trabajar el concepto de un solo cuerpo que habita a todas y sus distintas facetas. La idea era poner en duda cómo habitar los espacios. Y cómo me habito mientras actúo. Y qué surge de separar los cuerpos de la voz». También entiende que surge «una reflexión sobre el lugar de la mujer. Tanto ella como poeta, pero también como esa mujer que perteneció a una época donde no estaba visto ni era tan común eso. Y ese es un punto de anclaje que nos hermana para ser portadoras de nuestro propio relato».

Para desarrollar esos niveles, la obra se sirve del espacio: «Tanto por su funcionalidad como por su arquitectura». Y ejemplifica mencionando el valor simbólico de cada parte de la casa y cómo hasta se fusionan con audios personales, pero aclara: «En el armado de esos audio había como una métrica que tenía que ver con el armado de su poesía».

«Hay un recorrido en esos cuerpos, no a nivel historia, pero sí una situación de cambio, de reflexión. Ellas no emiten sonido, pero en ese sentido se reflexiona sobre sí misma. Uno se habla a sí mismo». Y revela un detalle no menor: «El espectador está entre nosotros y participa. Es en cierto punto una experiencia».

FUNCIONES:

Sábados 04-11-18 -25  de septiembre  19 y 20:30 hs. Domingos 5-12-19- 26 de septiembre 19 hs. El Sótano- Club cultural- Calle 53 # 774 e / 10 y 11. Venta online: https://www.alternativateatral.com/obra75294-el-habito-de-mi-voz

FICHA TÉCNICA

Intérpretes María Estévez -Alejandra Ferreyra Ortiz- Julieta Ranno -Pamela Esquivel-  Aurelia Osorio -Daniela Camezzana. Intérprete sonora Rosario Alfaro. Intérprete audiovisual y Flautista Annika Willemsen. Texto Rosario Alfaro. Asistente de dirección y Productor ejecutivo  Martin Eliseo Mendivil. Iluminador Martín Galle. Vestuario Magali Salvatore. Registro audiovisual  Alejandro Martin Beain. Dirección y composición musical Juan Pablo Pettoruti. Técnico en sonido Augusto Viera Diseño gráfico Paula Dreyer . Fotografía Iñaki Carrera – Germán Saadi. Coordinación y producción genera Rosario Alfaro – Aurelia Osorio. Co – productor El sótano – Club cultural -Dirección Rosario Alfaro.

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