Este 24 de junio se cumplen 25 años de la muerte de Rodrigo Alejandro Bueno, el “Potro cordobés” que, con apenas 27 años, transformó para siempre la historia del cuarteto y dejó una huella imborrable en la cultura popular argentina. Su partida trágica en la autopista Buenos Aires–La Plata selló el mito, pero su leyenda ya había comenzado mucho antes.
Rodrigo no fue solo un cantante popular. Fue un fenómeno de masas, un huracán carismático que desbordaba cualquier escenario. Su presencia, intensa y magnética, electrificaba a multitudes. Su voz, rasposa y visceral, narraba historias cotidianas con una sensibilidad feroz. Y su manera de vivir –apasionada, sin red– lo convirtió en un ícono instantáneo de lo popular, lo auténtico y lo inolvidable.
“No soy un buen cantante, pero cuento historias. Soy un tipo que está atento a lo que pasa”, dijo alguna vez, con esa mezcla de modestia y lucidez que lo caracterizaba. Rodrigo entendía que el arte no siempre es perfección técnica, sino conexión emocional.
Quienes compartieron giras y escenarios con él no hablan solo del artista, sino del compañero. El timbalero Toyn Toyn Martínez recuerda cuando Rodrigo lo llevó a Luna Park en su cumpleaños 17 y le compró pochoclos: “Un gesto inolvidable. Él no necesitaba hacerlo, pero le nacía”.
El baterista Alberto Campos refuerza esa imagen de cercanía:“Rodrigo quería dormir en el mismo hotel que la banda, comer con nosotros. Éramos una familia realmente”.
Muchos de los temas más icónicos del cuarteto argentino llevan su impronta. Soy cordobés, Lo mejor del amor, Ocho cuarenta, Yerba mala, La mano de Dios. Canciones que cruzaron generaciones y geografías, que se instalaron en el corazón del pueblo con una potencia que sigue viva. Su pluma sabía de humor, ternura, pasión y bronca. Rodrigo componía para que el pueblo se vea reflejado, para que baile, pero también para que se sienta.
Gladys “La Bomba Tucumana” lo definió con ternura: “Fue un gran compositor, buen compañero, amoroso, un loco lindo”. Desde figuras históricas del cuarteto hasta nuevos artistas, todos reconocen su papel revolucionario. El Negro Videla, referente del género, dijo sobre él: “Siempre te recuerdo con cariño”.
El productor Norberto Kirovsky, de Magenta, lo definió con claridad: “Rompió barreras, estigmas y prejuicios. Llegó a toda la sociedad”. El cantante Juan Ingaramo, de una generación posterior, sintetizó su herencia: “Su carisma, su talento y sus buenas canciones acercaron la música característica de Córdoba a todo el país”.
Rodrigo no fue solo una estrella fugaz; fue una explosión que aún resuena. A 25 años de su muerte, sigue siendo uno de los artistas más escuchados en plataformas digitales. Sus canciones se corean en canchas, fiestas y recitales. Su figura es bandera para una Argentina que lo sigue llorando, celebrando y bailando..