Sucia y seca: necesidad y urgencia

Por Ramiro García Morete

Paralelamente a Isla Mujeres y Piscis Vicius, Julia Barreña edita en su proyecto solista un álbum breve y onírico entre la electrónica y el pop: “Derrama”. (Foto: Híbrida)

“¿Cuántas palabras elegimos para desvestirnos?”. A principios de la pandemia y-allá lejos y hace tiempo- “Chica paff” estaba llena de palabras. Se trata de una carpeta de Word  con cierto tono autobiográfico que viene escribiendo desde los 17 y que en algún momento viró en un proyecto para cine, otra de sus pasiones. “Aliméntenme” -o algo así- también estaba llena ya no solo de palabras sino de archivos wav con ideas de canciones. Del mismo modo “Disco Julia”, el drive compartido amigues con bocetos de canciones casi tarareadas. Y es que le gusta jugar con las palabras, los sonidos y los discursos de un modo veloz pero no ligero,  espontáneo pero no inconsciente.  Ante un mundo vertiginoso y segmentado, una narrativa urgente y fragmentada más como réplica que como reflejo.

 Abrevando el amplio espectro entre el pop y la electrónica transitado tanto en Isla Mujeres como Piscis Vicius, ese “punto muerto” que fue la cuarentena la impulsaría- aún en City Bell, antes de mudarse a Plaza Italia- a  sentarse con el Ableton. Pero no tanto tiempo en la silla. “Cuando compongo, compongo rápido como un esqueleto”, dirá sabiendo que luego vendrá el tiempo del armado. Y que allí aparecerán Nico Cartino  en la producción o su hermano Pancho Barreña o Maxi (Trazante). Pero que  antes subyace algo primal e invaluable, en un mundo donde la “gente se esconde en las fiestas debajo de sus trajes”. Algo desnudo, como el concepto que gradualmente desentrañaría al convertir aquella frase inicial: “Cuántas palabras elegimos para guardar aliento para después”.  Pero del mismo modo que primero compone una base rítmica, enseguida la armonía y tomando recortes de sus escritos apura alguna melodía, la métrica no encajaba.

O quizá encajaba con un tiempo que pedía guardar aliento para después y “guardarse, aislarse, taparse”.  La réplica sería un disco breve y dinámico, entre bajos sintéticos, arpegiadores y cierto pulso house, lleno de melodías hipnóticas y fraseos casi robóticos. En un clima onírico,  potentes consignas como “chau viejo mundo” o “desdramatizar el dolor”  resuenan aisladas pero construyen un relato. “Soy esta y todas las otras que estuvieron acá/ no me avergüenzo/ al menos soy de todas ellas” entona en la emocionante y más rockera “Virginia”. Quizá de eso se trate desnudarse: ser definitivamente unx y -a la vez- comprenderse igual al resto. Quizá de eso se trate “Derrama”, el nuevo disco de Julia Barreña o Sucia y Seca.

“Es un discos de cinco canciones que dura trece minutos- introduce muy gráficamente Barreña-. Canciones que son muy breves, medio raras, experimentales. Hechas en la computadora con el Ableton y el teclado. Muy de laboratorio y pandemia, si bien las canciones las tenía maqueteadas”. Y remata: “Un disco electrónico, experimenta…eso”.  Y agrega: “Yo también parto de las poesías. Tengo mucho material escrito. Saqué un libro y tomé varias cosas de los poemas. No  enteros, sino que agarro partes, repito, desordeno”. 

Si bien algunas de estas canciones pueden acaban en alguno de sus proyectos, había una urgencia que motorizó el proceso: “ Yo quería hacerlo muy rápido. Tiene un lado más volado o más onírico. Desde la escritura, desde la forma de hacerlo, más experimental. Cierta libertad que con las bandas las tengo, pero es otra forma. “

Esa urgencia, asume, fue influenciada por el contexto de pandemia: “ Si, yo creo que sí. El último tema: “No me llega el rivotril al corazón”. La necesidad del bombardeo  de cosas rápidas y que a la vez se contraponen con la pandemia, que   es un tiempo muerto. Esa necesidad de sacar afuera las emociones, las contradicciones”.

En esa forma de composición, los sentidos no se acotan sino que se multiplican. Por un lado aflora “el sentido de desnudarse a nivel más amplio, cambiar las pieles, ser otra a cada paso”. Y en por otro o en consonancia, su nivel político: “No es denuncia, pero sí hablar de lo que no me gusta. Expresarlo, que lo sepan otras personas.  Hablar del enojo, del placer, de la libertad, cosas que me parecen importantes  que otros las escuchen y  ver qué les pasa”.

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