La persecución genocida contra el movimiento obrero en las fábricas SIAM y Peugeot

Roberto Tedoldi, compañero del barrio y de militancia de Alfredo Patiño, declaró el martes ante el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata. Se emocionó al hablar de su amigo, recordó la persecución que años antes había comenzado contra ellos la «burocracia sindical», cuando ya eran orgánicos de Montoneros y luego de la Columna Sur.

«Con Alfredo nos conocíamos antes de entrar a trabajar en SIAM, del barrio, en Lanús. Un día un compañero de la comisión interna de SIAM nos invita a entrar a trabajar ahí», explicó Tedoldi en la audiencia número 56 de este juicio que se lleva a cabo de forma virtual por la pandemia.

Interrogado por la auxiliar fiscal Ana Oberlín, el testigo refirió que junto con Carlos Robles entraron en la fábrica a fines de 1971. «Éramos todos peronistas», sostuvo.

«Al mes y algo de estar en la fábrica, desde la comisión interna inventan un conflicto para parar la fábrica […] Por propia intuición nos pusimos al frente del conflicto», relató antes de precisar que la patronal mandaba a los trabajadores a pintar, a hacer arreglos en la planta de Valentín Alsina, es decir, tareas que no eran propias de esa fábrica.

A lo largo de esos años, se vincularon con Descamisados y con la organización Montoneros, desde donde «se lanza la propuesta de la Juventud Trabajadora Peronista» (JTP). No tardaron en llegar las «listas» de trabajadores que había que perseguir, armadas entre «la burocracia sindical y la fábrica».

«El de Personal manejaba muy bien a la comisión interna y al cuerpo de delegados. Él fue quien hizo la lista junto con estos», sostuvo Tedoldi.

En enero de 1976 se van de la fábrica él, Patiño y Robles y empiezan a buscar trabajo, porque tenían varias bocas que alimentar. «Yo tenía una nena y Patiño tenía a sus tres chicos. En Lanús conseguimos trabajo en la fábrica de cables».

Patiño entró a trabajar después en Molinos Río de la Plata, contó Tedaldi, quien en abril de ese año supo por dos compañeros que Patiño había sido secuestrado «y lo habían fusilado a dos cuadras de la cancha de Banfield».

Alfredo Emilio Patiño, «el flaco», tenía 32 años. Fue un cuadro gremial de Montoneros. Cayó en una cita en el paredón de la cancha de los ingleses en Banfield el 11 de agosto de 1977. Estuvo en cautiverio en el Pozo de Quilmes y fue asesinado.

Ya en democracia, Tedoldi contó que supo que Patiño y Robles habían estado en ese centro clandestino de tortura y exterminio de la zona sur, y concluyó su declaración como testigo agradeciendo al tribunal y exhortándolo con la voz entrecortada a que «descubran la verdad […] mataron a mi compañero».

Alberto Maly, desaparecido durante un año

«Mi papá trabajaba en la sección de estampado, en la parte de mantenimiento eléctrico. Estampado es donde hacen la carrocería […] Él se encargaba del mantenimiento de las prensas», explicó al tribunal su hijo mayor, Sergio, que por entonces estaba haciendo el servicio militar en Campo de Mayo.

La planta de Peugeot estaba en Alpargatas. Ellos vivían en Plátanos.

Su papá y otros doce compañeros habían sido elegidos delegados para «hablar con los militares que habían tomado la fábrica porque había un paro», dijo en referencia al clima que se vivía en esa planta.

Alberto Maly llevaba más de diez años trabajando en Peugeot. «A todos los que estuvieron en esa comisión se los llevaron y varios continúan desaparecidos», sostuvo Maly, que mencionó al ingeniero Guidi y a Fiori, «creo que eran de Berazategui». Su declaración fue guiada por Luz Santos Morón, una de las abogadas querellantes del colectivo Justicia Ya.

Su padre tenía 44 años cuando el 16 de septiembre de 1977 una patota irrumpió en su casa en Plátanos donde estaba su madre, María Angélica Agüero, y su hermano menor. «Justo esa semana no me dejaron salir del cuartel», precisó.

Los represores obligaron a su padre a tenderle una trampa a Eduardo Rosen, un muchacho al que había ayudado para entrar a trabajar en Peugeot.

A su padre lo torturaron todavía estando en casa y a su madre la obligaron a cocinarles. Él supo lo ocurrido a la semana siguiente, al volver a su casa, aunque no tuvo mejor idea que llamar a Campo de Mayo y avisar lo ocurrido.

«Me dijeron que me quedara en mi casa. Al rato apareció la policía con una camioneta […] más tarde unos soldados se lo llevaron al cuartel» donde estuvo hasta diciembre en los calabozos.

Su padre permanecía desaparecido. Con su madre fueron a las comisarías y a la iglesia Stella Maris a preguntar por su padre, hasta que un hombre que levantaba quiniela les avisó que Alberto Maly estaba en la comisaría de Valentín Alsina, pues había estado con él. Ya era agosto de 1978.

«Inmediatamente nos apersonamos en la comisaria. Después de ir dos o tres veces, un policía bajo cuerda nos dijo ‘vayan al regimiento 3 de La Tablada’. Me presenté como soldado y me dejaron pasar. Ahí conocí al capitán Juan, quien gestionó la libertad de mi papá». Ese mismo militar, de quien nunca más supieron nada, «le hizo un certificado de desaparecido» a su papá, que quería volver a trabajar en Peugeot.

En las charlas posteriores que pudo tener con su padre, este les contó que había estado en el Pozo de Quilmes: «me contó de la tortura […] que cada tanto los hacían salir de su celda, formar fila y elegían gente que se la llevaban y no los volvían a ver nunca más».

Su papá le dijo que a Rosen lo vio muerto en ese centro clandestino y que supo que estaba en Quilmes porque desde el tercer piso se veía una parte del techo del hospital quilmeño.

Allí, Alberto Maly estuvo en cautiverio con Alcides Chiesa, sobreviviente fallecido el 10 de abril de 2017. En Valentín Alsina estuvo con un matrimonio paraguayo de apellido Rúa.

En septiembre de 1978 su padre apareció en una lista de detenidos que pasaban a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Lo vinieron a buscar y se lo llevaron a la Unidad 9. «Se comió un año más», sostuvo su hijo.

La familia se fue del país en 1979. «Estando en el exilio, tuvimos tiempo para charlar de todo lo que había pasado y para poder asimilarlo», contó.

Su papá falleció el 12 de febrero de 2006 y su mamá, el 10 de febrero de 2016.

El presente juicio por los delitos perpetrados en las Brigadas de la Policía bonaerense de Banfield, Quilmes y Lanús es resultado de tres causas unificadas en la causa 737/2013, con solo diecisiete imputados y apenas dos en la cárcel, Miguel Osvaldo Etchecolatz y Jorge Di Pasquale. El resto está cómodamente en su casa, ignorando las audiencias. En octubre pasado falleció en la impunidad el policía retirado Miguel Ángel Ferreyro, imputado que había sido denunciado por Nilda Eloy como el represor que la violó reiteradamente en la Brigada de Lanús.

Este debate oral y público comenzó el 27 de octubre de 2020 de forma virtual debido a la pandemia. Por esos tres centros clandestinos pasaron 442 víctimas tras el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976, aunque algunas estuvieron secuestradas en la Brigada de Quilmes antes del golpe. Más de 450 testigos prestarán declaración en este juicio.

Las audiencias pueden seguirse por las plataformas de La Retaguardia TV o el Facebook de la Comisión Provincial por la Memoria. Más información sobre este juicio puede consultarse en el blog del Programa de Apoyo a Juicios de la UNLP.

La próxima audiencia será el martes 8 de marzo a las 8 hs, semipresencial.


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