Abro hilo | La canción no es la misma

Por R.G.M.

Marilina y Wos apuntaron contra Milei. Tini dio like al libertario y se arrepintió. Música y compromiso en la era digital y las audiencias segmentadas

“Es de homofóbico, racista, clasista, misógino y sobre todo anti-Argentina”. Marilina Bertoldi-notable referente del rock argentino- se expresó sin tapujos el sábado pasado en medio de un concierto en La Plata  y apuntó contra de La Libertad Avanza. “Los culo rotos, no votan a Milei”, vociferó la histriónica artista. En concordancia, el músico Valentin Oliva (Wos) se expresó en un show  que dio en el Estadio de Deportivo Morón a través de un freestyle: “No soy un falso león y no rancheo con los gatos, ni me abrazo a un pato”. Las barras fueron en clara referencia al acuerdo entre Milei, Bullrich y Mauricio Macri.

Por su parte, el domingo pasado –en el marco de las elecciones que significaron la victoria parcial de Sergio Massa- la carismática cantante y actriz  Lali había publicado: “Argentina, te amo”. Enseguida se vio atacada por usuarios de las redes sociales acusándola de peronista por ese sencillo hecho. Y es que muchos usuarios libertarios o gorilas quizá vincularon como su twitt  tras las PASO, cuando Milei se impuso: “Qué peligro. Qué triste todo”. Expresiones tan sencillas y sensatas como tuvieron meses atrás el rapero Trueno (“Tus derechos son lo único que tenés, no te regales”) o el versátil Ca7riel (“Cuando yo era pibe tuve el privilegio de ir al colegio porque era gratis y público y no podría haber ido al colegio”. Sin embargo, el mero hecho de tomar una posición no tan partidaria como sí democrática les valió el repudio o el señalamiento. Lo mismo-cabe decir- a Tini Stoessel, quien le dio like al increíble posteo de Milei en el cual un león y un pato se abrazan. Repentinamente, la celebridad tuvo que borrar su apoyo virtual. En ese contexto, la participación política de la escena musical actual se supondría más aislada, genérica o sencillamente se actuaría por omisión. ¿Se pueden realizar sentencias sobre el compromiso de los y las artistas?

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En tiempos de segmentación de audiencias, casi personalizadas, resulta aventurado hacer recortes sociológicos en base a categorías del siglo pasado. Tanto para definir consumos como para interpretar escenarios políticos, cada individuo construye su propio algoritmo y cosmovisión ya sea desde su decisión y/o desde la oferta dirigida. Aún así, habrìa suficientes indicadores para aseverar que importantes sectores de la juventud empatizan con el candidato Javier Milei. Los análisis requerirían no solo infinidad de líneas sino ante todo cautela y respeto por la disidencia. Quizá habría que adentrarse en otros campos como la filosofía o la antropología  y correrse  un poco del sesgado análisis político coyuntural para comprender que ciertas figuras o representantes son emergentes de un espíritu de época y de la relación inalienable de la tecnología con la humanidad. El pensador francés Eric Sadin hablaría de “tecnolibleralismo”.

Lo cierto es que así como el recambio de la escena musical argentina iniciado hace más de un lustro hizo que muchos se fascinaran ciegamente viendo “lo urbano” y a “los chicos de la plaza” con una mirada rosa y perfecta de una mirada revolucionaria, los últimos resultados electorales propiciaron cierto desencanto igualmente generalizador: “los pibes votan a Milei” y “los artistas nuevos no se expresan políticamente”.

Es innegable que las narrativas breves y simultaneas que proponen las comunicaciones digitales hacen que la capacidad de memoria extendida en el tiempo se reconfigure. Tiene cierto sentido que desde esa constitución cognitiva se haga menos hincapié no solo en una línea extensa hacia el pasado como en una proyección hacia el futuro. Y tal comportamiento social no es excluyente de “los jóvenes”. Tampoco de “los artistas”  El llamado «movimiento urbano” quizá no tenga tanto de su origen de hip hop como sí del pop masivo o –en términos de este siglo- viral. La música como entretenimiento no es una novedad.  

En ese marco es notorio como muchos de los artistas locales más renombrados a nivel mundial se mantienen al margen de cualquier tipo de expresión política. Aunque manifiesta orgullo por la identidad argentina, suelen eludir detalles sobre las complejidades sociales y políticas que la conforman. Hay una idea colaborativa loable en la “escena”, pero quizá más cerca del featuring que del cooperativismo organizado. También suele erigirse otra conciencia de la latinoamericanidad, donde las fronteras de modismos y expresiones parecieran casi no existir. Pero a diferencia de cierta idea bolivariana, esa unidad pareciera tener eje en una mirada industrial que casi en contraste con décadas atrás sitúa su epicentro cultural en Miami. ¿Está mal? ¿Está bien? Ni una ni otra. Los tiempos cambian, el empoderamiento corresponde a cada tiempo y el progreso individual no es necesariamente individualismo o meritocracia. Demonizar estas acciones es tan errado como haberlas idealizado o sencillamente no haber interpretado a tiempo los movimientos culturales. La cultura-no solo desde la expresión artística sino sencillamente como el modo de construir signo de la humanidad- es anterior a la política. Siempre. En ella habitan las señales de lo que vendrá. La política, tal vez, qestaba viendo, también, su propia pantalla.

Acotar el potencial político del arte a lo explícitamente ideológico es desentender su principal potencial político que es la capacidad de transformar lenguaje. Exigirle más es innecesario. El arte no debe dar respuestas sino hacer preguntas. La política sí: debe hacer ambas cosas. Y cuando está desorientada, preguntarse qué pasa en la cultura antes de acelerar una respuesta que le cierre a su conveniencia discursiva.

Esto no quita que esos artistas luego sean ciudadanos que tomen o no posturas y que llegado el caso deban responder o reflexionar sobre ellas. Esto no quita que al final del día cada uno duerma de una u otra manera, con su conciencia y su pila de likes y followers. Quedan para otro momento-solo como entretenimiento dialectico- pensar si era real lo del nuevo rock o si esta era sin enfrentamientos estéticos como el pasado escondía como contrapunto cierta distancia al necesario conflicto. También podemos preguntarnos si podemos reflexionar el rol político de la música actual haciendo foco en  ese ¿5%? que supera el embudo del algoritmo y el monopolio de Spotify e influencers. Seguramente hay bandas, artistas, cantantes y solistas que de todo tipo que están ahora ensayando en un garaje o grabando en su cuarto. Muchxs pensando en el éxito y el like. Otros pensando un mundo nuevo y justo.

Hemos llegado o regresado a un punto donde tener un pensamiento abiertamente político (hablar de derechos, de cierta autonomía, etc) ya inferiría una posicionamiento y casi una afiliación partidaria. Y que no tenerlo, por descarte, también. ¿Política o anti política? ¿Argentina o anti-Argentina?¿O dos formas de política y dos Argentinas? Quizá haya una política o una Argentina por persona y ya. Algunos queremos creer que la experiencia colectiva sigue siendo la mejor manera de proteger y potenciar, precisamente, al individuo. Otros, lo contrario.  Como sea, siempre nos quedará Miami. ¿O la SUBE no se carga con dólares?

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