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“Vengo a limpiar la memoria de mi hija”: la lucha de Marta Ramallo llegó al Tribunal

En el Tribunal Oral N° 2, la madre de Johana relató detalles de la vida de su hija, denunció complicidad policial y pidió justicia ocho años después de su desaparición. Además, sumó un nuevo imputado a la causa.

“Vengo a limpiar la memoria de mi hija”, dijo Marta Ramallo este viernes en el Tribunal Oral N° 2 frente a los jueces. Única declarante de la jornada, la madre de Johana dio detalles sobre quién era su hija, cómo transitaba su vida y su largo camino en busca de Justicia. Allí, sumó un nuevo nombre a la causa que pasó de ser testigo a imputado.

Pasadas las diez de la mañana, Marta Ramallo se sentó en compañía de su psicóloga en el centro del Tribunal. Al frente de ella, los jueces Andrés Basso, Germán Castelli y Nelson Jarazo; a su derecha, la fiscalía y las abogadas de la querella; y a un costado, los acusados de formar una banda criminal que operaba en la zona donde desapareció Johana hace casi ocho años: Carlos Rodríguez, conocido como “El Cabezón”; Hernán D’Uva Razzari; Hernán Rubén García; Carlos Alberto Espinoza Linares; Mirko Alejandro Galarza Senio; Celia Benítez; Celia Giménez y Paola Erika Barraza.

Desde ahí, Marta relató que el 26 de julio de 2017, Johana se fue de su casa a las cinco de la tarde con la promesa de volver a las ocho. Llovía, y su madre le pidió que se quedara, no solo por el clima, sino porque el día anterior había terminado internada por una sobredosis. La joven de 23 años atravesaba una recaída de consumo desde hacía un mes y medio. Era en Plaza Matheu -epicentro de la zona roja de La Plata- donde, según su madre, donde «le facilitaban el consumo».

Johana no volvió a la hora prometida y Marta comenzó a buscarla por plazas y hospitales de La Plata, al tiempo que visitó media docena de comisarias. El mensaje de todos los oficiales era el mismo: para ellos la joven se había ido por voluntad propia. Al día siguiente pudo presentar la denuncia en la Comisaría de Villa Ponsati. “Me costó que me la tomaran porque para la Policía Bonaerense Johana se había ido con un ‘machito por ahí’ y que iba a volver. Yo les dije que la había parido, que tenía 23 años y que siempre volvía”, denunció.

Marta relató que el 28 de julio ratificó la denuncia en la Dirección Departamental de Investigaciones (DDI) de 1 y 59. Tres días después, volvió a la plaza Matheu con una foto de Johana. Allí se enteró que su hija era prostituida por el “Cabezon” y que el servicio de calle de la policía lo sabía.

“Ahí supe que Johana estaba siendo víctima de un sistema prostituyente”, relató Marta. Llevó esa información a la DDI, pero se negaron a tomarle el testimonio porque debía declarar la persona que brindó el dato al tiempo que volvieron a insistir en que la joven estaba en esa situación por voluntad propia. «Me dijeron que Johana era una trabajadora de la zona. Johana nunca fue una trabajadora de la zona, fue una víctima más. Ellos sabían que Johana no se había ido por su cuenta, había sido captada por una red de proxenetismo y narcomenudeo”, indicó.

«Yo hoy juro decir la verdad. Mi verdad, una verdad que hace ocho años que quiero escupir: Johana no era una trabajadora de la zona. Ella fue captada y fue víctima de un sistema que la llevó ahí», insistió Marta.

«No era una trabajadora de la zona. Ellos sabían que Johana no se había ido por su cuenta”

Frente a los jueces, Marta describió que su hija había atravesado situaciones de consumo problemático y que, en busca de ayuda, juntas habían intentado acceder a un tratamiento. “Ella se quería recuperar”, contó.   Según relató, llegaron a un hospital especializado en adicciones, pero no fue admitida porque no estaba en una situación de emergencia. “Nos dijeron que volviéramos en 15 o 20 días a ver si había turno. En esos 20 días Johana ya no volvió, porque la habían desaparecido. Nadie la escuchó”, sostuvo.

Para Marta, Johana fue víctima de un sistema que combinaba redes de explotación sexual, consumo y complicidad institucional. “Ella fue captada. No era una trabajadora de la zona. Ellos sabían que Johana no se había ido por su cuenta”, expresó. Y agregó: “A Johana la llevaron a un estado de prostitución a través del consumo”.

“Johana era una piba muy alegre, muy coqueta. Soñaba hasta despierta. Era muy hija, muy amiga, muy hermana, muy mamá”, dijo su madre. “Si la gente supiera la clase de persona que era la Johana que una red se llevó, se tendría que haber paralizado el mundo”, indicó.

«¿Hasta dónde llegó el Cabezón a manejar la vida de mi hija y a regentear el cuerpo de nuestras pibas?”

Además de mencionar al “Cabezón”, señalado por varias trabajadoras sexuales como quien regenteaba la zona  complicidad policial;  agregó a Javier Novarini, que pasó de testigo a imputado.  Sobre esto, la querella solicitó se envíe copia del testimonio al juzgado presidido por Alejo Ramos Padilla, que lleva la causa por la muerte de Johana, a la vez que se destitió de llamarlo como testigo.

Novarini fue señalado como el hombre que introdujo a Johana al consumo y que tendría vínculos con el Cabezón, según le contaron testigos a Marta. La madre relató que lo conocía desde hacía años, cuando ella y su hija —entonces una niña de 13 años— vendían pañuelos en el centro. Aunque en ese momento no había vínculo, lo describió como alguien que solía acercarse a jóvenes vulnerables con promesas de dinero fácil. La relación con Johana comenzó cuando ella ya era mayor de edad, tras separarse del padre de su hija. Ahí empezó, según Marta, el aislamiento, la violencia y el consumo inducido. “Las pocas veces que la veía, estaba delgada, golpeada. Él le daba pastillas para que se calme. Así la fueron introduciendo al consumo”, dijo.

Según el relato, este vínculo duró muy poco tiempo, pero unos meses antes de desaparecer, Johana volvió a encontrarse con este personaje tras separarse nuevamente con el padre de su hija. “Johana se separa el 4 de junio. 15 días después empieza a tener su recaída en el consumo. Del mes de junio a julio -mes de su desaparición- Johana estaba siendo regenteada”, sostuvo. 

En los días posteriores a la desaparición, Marta empezó a recorrer la zona roja en busca de información. Según su relato, en ese entonces ya circulaban dos nombres con fuerza entre las trabajadoras sexuales: el Cabezón y las Negras Celias. “Me decían que el Cabezón la había manoteado, que la regenteaba, pero que las que se llevaban la torta eran las negras”, señaló. Y agregó: “El que mataba el cuerpo de mi hija era el Cabezón, que manejaba la zona con la impunidad del servicio de calle de la comisaría Novena”.

“¿Hasta dónde llegó la impunidad y el poder de esa maldita zona? ¿Hasta dónde llegó el Cabezón a manejar la vida de mi hija y a regentear el cuerpo de nuestras pibas?”, cuestionó.

Casi al final de su declaración, Marta volvió a dirigirse directamente a los jueces: “Yo no estoy con ocho imputados sentados en un banquillo, señores jueces. Yo estoy acá para limpiar la memoria de Johana. Vengo a pedir justicia y que se siga investigando. Esto no tiene que quedar impune, se lo debemos a la memoria de todas nuestras pibas víctimas de un sistema prostituyente”.

“Yo quiero saber qué hicieron con el cuerpo de mi hija. Que me lo devuelvan. Quiero que mi hija descanse en paz”, concluyó Marta Ramallo.

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