Recreo Uruguayo: perdedores hermosos

Por Ramiro García Morete

«Estoy paralizado y no puedo pensar/ a veces ya no puedo con la inseguridad/traté de pilotearla con este disfraz…». De pronto, la pluma se detuvo. A decir verdad, no parecían muy paralizados. Al menos Emiliano Pasquier, que «venía con unas secuencias medio complicadas y lo único que lo venía salvando era la música. Habrá hecho cincuenta canciones en un año». Emir Karim Nazar se refiere a su amigo, cantante de Las Flores del Bien. Pero sobre todo, su compañero de vida desde el jardín Santa María… de Berisso, por supuesto. Esa histórica patria chica que nada tiene que ver con un masivo grupo de covers de autoayuda. Yendo desde El Progreso a Villa Nueva, Emiliano había tomado en aquel inicio del 2018 la costumbre de pedirle ideas para arrancar canciones: «Tirame una frase o lo que sea». Emir, que por entonces integraba Hagamos Mierda China, solía tener siempre algún verso. Como aquella noche: «¿Y qué más puedo hacer llenando el vacío, besándome en la boca».

Ya de madrugada aparecería el verso fundamental. Emir citará a Hanna Gatsby y su explicación sobre la comedia. Algo así como generar una tensión tan grande alrededor de una situación no muy feliz que requiera insoslayablemente un remate. «Parezco diseñado por ante Gormaz y adentro ya no hay nada». De eso se trataba. Conscientes y cuidadosos con las líricas de sus propias bandas, comprenderían que la clave sería –en parte– abstraerse de ciertas solemnidades. Con progresiones armónicas simples y textos ingeniosos y reconocibles, conformarían de pronto un repertorio que –en principio– haría las delicias de sus amigos.

Como en aquel cumple del Faure, otro amigo desde los años del jardín. «Yo quiero grabar esos temas». Napo (Nicolás Zein) había llegado bastante animado de una cata de vinos. Algo inusual en el baterista de los Patasú, asegurará Emir. Lo cierto es que al escucharlos guitarrear esas canciones no solo se plegaría automáticamente sino que –tras algunos intentos con otrxs integrantes– sumaría una pieza clave: Karen Slipak en guitarra. Una compañera de la Facultad, oriunda de Villa Gessel. «Todos de una villa distinta», acotará Emir. «La chabona vino a tocar en lo menos atractivo del mundo (risas). Ella, de 23 años, junto a chabones de 30 años a tocar punk rock. Cayó como anillo al dedo y nos dio la vitalidad que le faltaba a la banda. Es la más punk de los cuatro».

Pero más allá de la broma, claramente se trata de una propuesta atractiva y –sobre todo– genuina. Canciones urgentes y expresivas con una energía contagiosa que combinan punk crudo con melodías amables. Líricas que oscilan entre el oscuro existencialismo y la narrativa, con más humor que humorismo y una filosofía que bien podría resumirse como el mundo es una mierda pero vamos a pasarla lo mejor posible. Relatos llenos de referencias a la cultura pop de una generación que miró Alf, escuchó música en casete pero que también aprendió a colgarse del Wi-Fi. O como ellos dicen, «recuerdos de una infancia millennial alimentada con animé, películas de Cine Shampoo y publicidades de Sprayette». Todo un universo estético atravesado subliminalmente por una geografía reconocible sin pancarta pero con sentido de pertenencia: Berisso. Porro Guitarra y Mate es el primer álbum de estos perdedores hermosos llamado Recreo Uruguayo.

«Más allá de ser un disco de trece canciones, que para la época es medio atípico, principalmente es una celebración del encuentro. Con Emi somos amigos desde el jardín de infantes. La amistad se transformó en la música». Y extiende: «La banda es bastante genuina. Las canciones las hicimos sin pensar en presentarlas. Y este es un disco de canciones donde el motor es el punk, pero no es la típica banda de punk. Presenta cierta sensibilidad sobre la canción en sí. Es muy importante lo que decimos desde las letras y es lo que más me representa». De allí «ese sonido amistoso o no tan crudo. Si bien algunas letras pueden hablar en contra de la policía o cosas más cercanas al típico personaje roto, desde el sonido son muy amigables. Pensando en un video de Gualicho Turbio, creo que es una banda para poder tocar en un jardín. Son canciones divertidas, hay muchos acordes mayores…».

Desde el nombre, la banda infiere un espíritu de libertad que también se sostiene con la fluidez. «Con Emi tenemos un millón de referencias. Escucho algo y sé que me va a decir tal cosa. Sé Cundo nos dimos cuenta fue muy simple hacer canciones. Uno dice: tengo un tópico, tiene que hablar de tal tema. Ahí surge alguna frase que no podemos, arrancamos, viene el estribillo. Tratamos de no repetir letras, por eso son canciones cortas. Una historia que arranca y termina. Para eso hagamos una canción nueva». 

En cuanto al sonido, la banda respetó la búsqueda orgánica y espontánea pero «se fueron sumando cosas. Mi color es muy recto. Yo no soy cantante… lo hago por puro placer y porque puedo. Y los teclados nos ayudaron un montón».

A lo largo de los trece temas se desentraña un narrador tan errático como querible. «Hay un personaje de Recreo, con el que nos identificamos los cuatro pero en muchas ocasiones no es ninguno. El universo funciona a través de un personaje que es un perdedor, un lumpen… Pero que está ahí pululando entre el bien y el mal, la melancolía, la debacle del mundo. Pero no tiene que ser algo negativo. La utilización del punk para decir esas cosas también es una parte de la personalidad de uno. A nosotros nos gusta banda española llamada Axolotes Mexicanos, que podés ir escuchando feliz en la bici. Pero si te detenés a escucharlas te parten al medio. Y las nuestras van por ahí, en ese limite de lo lindo y lo doloroso de la vida».

«La Beriso no es de Berisso», cantan y Emir reflexiona sobre el lugar que su ciudad tienen en la propuesta. «No sé si está tanto en las canciones, como sí en Las Flores del Bien. Creo que tiene que ver con que es una banda que pasa muy desapercibida por lo que es la crema de la ciudad platense. Nos cuesta, pero ni siquiera estamos en esa búsqueda. Más allá de las letras y canciones, tiene que ver con una forma de accionar que es distinta. Nosotros vimos explotar Berisso en el momento de auge que podías ver a la Nueva Luna en Asia, ver a 2 minutos en Nicola o el Club Social para salir de joda. Y también vimos esa debacle, cómo se cayó, cómo se nos fue de las manos. Esa cuestión de haber vivido lo piola, seguir viviendo acá y reivindicar el espacio… No buscamos que se vea en las canciones pero es imposible que no se refleje». Y remeta: «Yo quiero diferenciarme de La Beriso, no de La Plata».

El punk también habita en la autogestión y en cómo a través de remeras y «cafecitos» lograron sustentar el disco: «No podemos dejar de pensar que es una banda súper colectiva. Si las canciones no gustan a los amigos no es una canción de Recreo. Lo hacemos más que nada por el divertimento».

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