Muerte en San Miguel del Monte: otra vez la policía, otra vez el dolor

Por Mariano Camún

La persecución policial disparando a mansalva a un auto conducido por Aníbal Suárez (22) y acompañado por cuatro menores de edad finalizó con el estruendo del Fiat 147 contra el acoplado de un camión, dejando sin vida a Gonzalo Domínguez (14), Camila López (13) y Danilo Sansone (13). Rocío Guagliarello (13), que también estaba en el vehículo, sobrevivió pero está internada en grave estado en el Hospital de Alta Complejidad El Cruce de Florencio Varela, a donde fue derivada para ser operada. Todos oriundos de San Miguel del Monte, menos quien manejaba, nacido en Misiones.

Una vez más, la tristeza que desenvuelve el gatillo fácil sobrevuela en el aire. San Miguel del Monte huele a pueblo, a jóvenes de barrio que militan la diversión en códigos de amistades de rodillas raspadas y juegos de infancia. El silencio de la siesta, las travesuras de la noche y las relaciones de chicos y chicas que comienzan en los jardines de infantes y continúan en todo su recorrido escolar.

Esta vez una nueva andanza viajaba por los deseos de los amigos del pueblo, quedarse charlando hasta largas horas en el cordón de la vereda y por ahí, quién dice, pasa algún vecino con alguna idea distinta (y si es en auto mejor), poder salir a dar una vuelta cambiaría el norte de la diversión. Típica situación de pibes y pibas de esa edad. Más un domingo a la noche, donde lo que se venía era el lunes, con todo lo que significa volver a clases.

Los cuatro chicos eran amigos, se conocían porque iban juntos a clase en la Escuela Media de San Miguel del Monte y en sus tiempos libres se juntaban en la zona de la costanera para rapear y andar en skate.

Ese domingo frío otoñal, Camila había estado toda la tarde con su mejor amiga Rocío y, para no perderse ni un minuto de sus confidencias íntimas y únicas, le había pedido permiso a su mamá para que se quedara a dormir en su casa y, de paso, ir juntas al colegio al otro día. Después de buscar señal de wi-fi de un vecino y reírse en la vereda, les quedaba una travesura más antes de ir a dormir.

Danilo y Gonzalo (amigos de la vida) habían salido a buscar un poco de diversión para cerrar un fin de semana más en sus vidas y pasaron a buscar a Rocío y Camila para «dar una vuelta» en el auto de Aníbal, quien era más grade que ellas pero lo conocían, ya que era primo de otro de sus compañeros de colegio. Lo que no iban a saber es que sería su última aventura y con un final no feliz.

Lo que sigue es dolor y más dolor. Niños en plenas andanzas de adolescentes, vecinos «chusmeando» la libertad que no supieron disfrutar, algún llamado al 911, policías que patrullan las calles en soledad y el desenlace. Seguimiento al auto «sospechoso», llamado a otro móvil policial, y así empezaron a sentirse los sheriff del lugar y el orden y la persecución se transformó en horror. Desesperación de los chicos, miedo en sus ojos, mientras los «fundamentalistas de Chocobar» decidieron entrar en acción y comenzaron a disparar al Fiat Spazio.

El conductor, asustado ante los inminentes disparos, aceleró a más no poder. El miedo a las balas perforaba el auto. El cuerpo de un policía que se desvivía por salir por la ventanilla para disparar sus cartuchos terminó con lo que todos ya saben: choque feroz al llegar a la Ruta 3 con el acoplado de un camión perteneciente a una empresa de Olavarría, que se encontraba detenido en la colectora, a la altura del kilómetro 111. Con los cuerpos calientes tirados en la ruta, los uniformados buscaban coimear al chofer del camión para que diga que fue un accidente.

Por el momento, ningún policía fue detenido ni llamado a indagatoria. A raíz de lo sucedido, a través de la Auditoría General de Asuntos Internos del Ministerio de Seguridad bonaerense se dispuso desafectar al jefe de turno de la comisaría local, subcomisario Julio Franco Micucci, al capitán Rubén Alberto García y al oficial Leonardo Daniel Ecilape, quienes iban en la patrulla que persiguió a los chicos.

Hay que pensar en la frialdad de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich en sus pasadas declaraciones: «Hemos planteado que hoy, frente a un inminente peligro detectado por la fuerza de seguridad, que ve que alguien está por usar un arma de fuego, pueden hacer uso de sus armas de fuego. Cuando hay un delincuente que se está escapando y está tirando, poniendo en peligro la vida de otros, podrá seguir la persecución hasta su detención y podrá usar su arma».

La rienda suelta a la Rresolución 956/2018 del Ministerio de Seguridad de la Nación, que asocia el «peligro inminente» con habilitar a las fuerzas de seguridad para que actúen «bajo amenaza de muerte o de lesiones graves para sí o para terceras personas», da lugar a que suceda este tipo de tragedias.

El dolor de vidas perdidas, el corazón devastado de padres y madres, familias destruidas y sin posibilidades de volver el tiempo atrás, niños con un mundo por delante que desaparece en una última travesura que solamente recordarán en sus almas el miedo y el llanto en esa persecución final.

¿Por qué se debe aceptar esta injusticia? ¿Por qué se pide mano dura cuando el que la aplica no sabe distinguir la vida de la muerte? ¿Por qué paga la inocencia las cuentas de los desalmados? ¿Por qué a Gonzalo, Camila, Danilo y Aníbal les arrebataron su futuro? Ojalá Rocío pueda seguir luchando, para que el dolor no nos ahogue del todo el corazón.


 

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