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Los penitenciarios torturadores a la cárcel

Por Roberto Álvarez Mur

El sábado 16 de julio de 2011, Brian Núñez había sido sacado a la fuerza de su celda de la cárcel de Marcos Paz, donde aún cumple su condena por robo. Luego de un intercambio de golpes con Núñez debido a un malentendido, los agentes Juan Pablo Martínez, Roberto Fernando Cóceres y Víctor Guillermo Meza, entre otros más, se encargaron de esposarlo por la espalda, le propinaron una brutal paliza a palazos y patadas, y después lo quemaron con encendedores. Por esa sesión de torturas, Martínez, Cóceres y Meza fueron condenados ayer por el Tribunal Oral en lo Criminal de San Martín, con penas que se encuentran entre los 8 y 9 años de prisión. El dictamen representa la primera condena en el país a miembros del Servicio Penitenciario Federal. Asimismo, Juan José Mancel –otro de los imputados–  fue condenado a dos años de prisión en suspenso por encubrimiento.  La querella que acompañó al fiscal Marcelo García Berro estuvo conformada por la Procuración Penitenciaria y la Defensoría General de la Nación.

Aquel 16 de julio, los efectivos festejaban el Día del Penitenciario y habían comido un asado y tomado vino. «No te metás porque te va a ir mal. ¿Estás a favor de los chorros? Callate o se te termina la carrera penitenciaria», le había advertido Juan Pablo Martínez al efectivo Ede Vallejos, quien había pedido que paren de pegarle al interno. Martínez amenazó a Vallejos con hacerle perder su carrera por haber entregado el libro verdadero, en reemplazo del falso que había entregado al juzgado. La denuncia de la Procuración Penitenciaria cambió el objetivo de la investigación que, hasta ese momento, estaba en manos de los que habían golpeado a Brian y tenía como responsable a la misma víctima.

Cuando Martínez ordenó “Basta, llévenlo al buzón”, luego de la golpiza, Brian no podía pararse. Debió ser arrastrado de las axilas, y lo arrojaron debajo de una ducha de agua fría, donde lo dejaron media hora desnudo en un cuarto para que se congelara.

Después, se desarrolló el encubrimiento. El enfermero había recomendado el traslado de Brian a un hospital externo, pero el jefe de día, que había llegado al término de las torturas, no obedeció. Brian fue trasladado al hospital del penal recién después de la medianoche. Antes, tuvo que firmar un sumario en el que manifestaba haberse “autolesionado”, acompañado con la frase: “perdone jefe”.

A causa de las torturas y lesiones perpetradas por los efectivos, Brian quedó sordo de un oído, con el rostro completamente desfigurado, y tuvo que utilizar una silla de ruedas durante cuarenta días. Cuando su madre, Liliana, fue a verlo, casi no pudo reconocerlo.

Otros tres agentes que habían sido imputados por el caso fueron absueltos. Uno de ellos estaba acusado de haber participado en las torturas, mientras que otros dos estaban imputados por no haber realizado la denuncia.

Durante la audiencia, Brian estuvo acompañado por su mamá, familiares, amigos y el Movimiento Evita, Nuevo Encuentro y la Campaña Nacional contra de la Violencia Institucional. Leonardo Grosso, diputado nacional del Frente para la Victoria, aseveró: “Necesitamos seguir trabajando como se viene haciendo desde el Gobierno nacional en políticas que permitan preservar a los pibes que llegan a situaciones de encierro y darles una nueva oportunidad. Lo importante es que hoy hubo condena”.


 

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