La otra cara de Santiago Motorizado

Santiago Motorizado está retrasado. En el recoveco de una peluquería, justo detrás de las sillas para el lavado del cabello, dos chicas flaquísimas le preguntan al sonidista si pueden sentarse en el suelo, al pie del pequeño escenario donde el líder de Él mató a un Policía Motorizado tocará algunas de sus canciones. El perro de Santiago está lastimado en una pierna y una venda  demasiado apretada hizo que el principal compositor y bajista de una de las bandas independientes de mayor proyección del rock argentino haya salido de urgencia a buscar una guardia veterinaria. Por eso está retrasado.

«Está bueno salirse del universo de El Mató para vivir otras experiencias que por ahí no se viven con la banda, que ya tiene ciertos mecanismos»

Cuando llega, Santiago se asoma a la sala y retrocede. “Están pasando música”, se le escucha decir. “No, te estábamos esperando”, le contesta alguien. Cuando pasa entre los chicos y chicas que están al pie del escenario, se oye un tímido ¡eh! de alegría que lo hace reír. Una Telecaster se dibuja delante de su figura gruesa, por encima de unos pantaloncitos del Chelsea y unas zapatillas rojas. El rasgueo es lento y hasta dubitativo. Santiago anestesia la ansiedad cambiando acordes aleatoriamente, mientras sus ojos buscan las canciones en el cielo raso. Por fin encuentra una. Ahí va.

 ¿Cómo empezaste a tocar por fuera de El Mató?

Al principio lo hacía con una guitarra acústica, que después me robaron. Era raro. La primera vez estaba muy nervioso, y me acuerdo que la gente estaba muy aburrida. Sentía que era algo lindo, porque me gusta cómo suenan una voz y una acústica, pero había que tener muchas ganas de ir y encontrarse conmigo solo. Así que después invité a Mora Sánchez Viamonte, que es mi novia y toca en 107 Faunos, a que me acompañe con un teclado. Y después agregamos a Tom Quintans, de Bestia Bebé, que se copó enseguida, a pesar de que no tocaba la batería desde Go-Neko. Supongo que siempre que arme un proyecto lo voy a hacer así, con amigos.

A veces estos proyectos sirven para liberarse en cuanto a la experimentación compositiva y sonora, ¿es tu caso?

Sí, seguro. Hago canciones y digo «esta es más para El Mató, esta es más para hacerla solo». Otras quedan en un limbo. Y en la experimentación, al tocarlas en vivo y ver cómo van mutando, defino. Está bueno salirse del universo de El Mató para vivir otras experiencias que por ahí no se viven con la banda, que ya tiene ciertos mecanismos. A veces nos juntamos a producir una canción y sabemos que caer en ciertos lugares que nos gustan se hace más cómodo, aunque la idea no es esa. La idea es tratar, aunque suene raro, de ir a contramano de aquellos lugares donde uno se siente cómodo. Y cuando se sale o se mezcla con otros músicos, enriquece. A nivel personal y a la banda, de manera indirecta.

Uno de tus héroes, Ricky Espinosa, decía que escribía más canciones cuando estaba mal ¿Vos cuándo componés?

Supongo que cuando estoy bien y cuando estoy mal. Pero cuando estoy muy contento, como en un estado de enamoramiento, es cuando estoy más activo en la composición. Tengo ese recuerdo.

¿Cómo trabajás la sencillez? ¿Hay un proceso de purificación detrás de eso?

Por lo general va de lo simple a lo medianamente complejo. Y algunas veces es al revés: grabo muchas cosas, como una idea de una melodía, y después grabo variaciones de esa melodía, y sigo probando infinidad de variaciones hasta que todo eso termina en un gran choclo, una cosa compleja, pero que en esencia tiene un mismo principio. Y entonces el trabajo es empezar a limpiar hasta que quede simple, lo necesario para plasmar la idea.

¿Estuviste trabajando en lo nuevo de El mató?

Grabamos un EP que está listo y que va a salir dentro de poco. Pero en paralelo estuvimos trabajando en un nuevo disco, que está muy verde: hay algunas canciones que están, ya tienen su forma, y otras no tanto. Entre todas son como veinte. Muchas tienen la idea principal de una letra y una melodía muy básicas, otras ya están desarrolladas. Pero por ejemplo, la primera canción del EP, «Violencia», se me ocurrió que podría tener una tercera parte, con un puente al final que parta el estribillo en dos. Pero bueno, ya es tarde, va a salir como la grabamos. Para el próximo voy a evitar llegar a este punto de que se me ocurran cosas después de terminadas, trataré de estar más encima de eso.

¿Sentís alguna responsabilidad sobre las personas que te tienen como un referente?

Trato de concentrarme en lo que me parece que tengo que hacer. Veo que hay gente y lo disfruto porque quiere decir que lo que uno hace genera respuestas en diferentes personas. Pero a la hora de componer no me detengo en eso. Seguro que hay muchos músicos que componen pensando cómo va a pegar eso en el público. Pero yo no, creo que es un error terrible. Pero bueno, que cada uno que haga lo que quiera.

¿A las canciones que hacés como solista las considerás nuevas?

Todas las canciones solistas son nuevas, porque nunca las grabé. Hay grabaciones en internet, pero yo no las subí. Lo que pasa es que, cuando compongo, grabo la guitarra y la voz, para tener una referencia y no olvidarme la letra. Muchas veces las paso a algunos amigos para tener una devolución, siempre con la consigna de que no se la pasen a nadie más. Pero bueno, fueron pasando de manos y se publicaron. Igual está todo bien porque a la gente le gustó, hubo muchas escuchas y gustó el formato. Pero mi idea no era mostrar así mis canciones. Principalmente porque se pone medio aburrido escuchar un disco todo acústico. Yo no lo haría así.

¿Piensan grabar con este formato?

La idea está siempre, pero se hace complicado. Grabar un disco lleva tiempo y nunca alcanza. Cuando hay un tiempo largo, por ejemplo en enero que con El Mató nos damos vacaciones, siempre pienso que es el momento ideal para grabar. Pero al final prefiero irme de vacaciones. Algún día empezaré. Y si tarda, tardará, pero al menos quiero empezar. Sobre todo para que estén las versiones como a mí me gustaría que estén.

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