Facebook ¿el femicida?

Por Paloma SánchezGiuliana Pates y Darío Medina Azcua*

Micaela Ortega tenía doce años y la encontraron muerta el pasado sábado 28 de mayo, después de estar desaparecida poco más de un mes. Según las fuentes judiciales que están llevando a cabo la investigación, fue contactada por su asesino mediante un perfil falso de la red social Facebook. Haciéndose pasar por una niña de la misma edad, Jonathan Luna, de veintiséis años, la invitó a su casa y le dijo que iba a buscarla un primo, que en realidad era él. Esto se supo luego de obtener las pericias informáticas de la cuenta de Facebook de Micaela, en las que se leyeron las últimas conversaciones que había tenido para poder encontrar allí una pista de dónde estaba. Este acceso se logró el 25 de mayo, es decir, un mes y dos días después de su desaparición, luego de conseguirlo a través del Centro De Chicos Perdidos de Estados Unidos, ya que Facebook hasta el momento no dio permiso para acceder al contenido de las cuentas.

Ante la noticia del femicidio de Micaela Ortega, circularon por los medios de comunicación hegemónicos numerosas noticias que proponen unos sentidos determinados sobre la relación de los jóvenes con las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y, en particular, sobre el uso que hacen de las redes sociales.

Como ha ocurrido en otros femicidios de niñas y adolescentes –el de Ángeles Rawson y Melina Romero son dos de los casos que más resonaron mediáticamente–, los análisis propuestos por los medios de comunicación masivos se centran en la búsqueda del/los culpable/s materiales, pero en escasas oportunidades consideran las violencias micromachistas o la sociedad patriarcal como parte del entramado necesario para la perpetración del crimen, como así tampoco tienen en cuenta las necesarias políticas de Estado para la prevención y concientización de esta problemática. La propuesta de los medios señala muchas veces a la víctima; otras, a la familia que no la cuidó. En este caso, se sumaron las redes sociales por estar “llenas” de pedófilos que engañan a las niñas y adolescentes. El diario La Nueva de Bahía Blanca (ex La Nueva Provincia) reproduce el testimonio del padre de una compañera de Micaela: “Todo nace de las malditas redes sociales. Todo nace de este quilombo en donde todos somos públicos». De este modo, se muestra a las redes sociales como “malditas” y “un quilombo”, como un peligro que acecha a los/as hijos/as. “Micaela fue una víctima de las redes sociales, sostuvo la abogada de su familia”, tituló el canal de noticias TN en su web, ligando casi exclusivamente el problema a las plataformas digitales y quitándole espesor a la lucha contra la matriz patriarcal de nuestra sociedad.

La noticia recorrió los principales diarios y portales de Latinoamérica. Por ejemplo, Perú.com, un website del grupo El Comercio, el multimedio hegemónico que concentra más del 75% de la información de Perú. Y aquí la mirada se construyó en torno a la misma lógica: que las redes sociales digitales online constituyen un entorno peligroso para los y las jóvenes y que es necesario que el padre/madre/adulto controle, sepa con quién habla su hijo. Una vez más, la mirada se corre del femicidio, del crimen y de la lucha cultural, para constituirse en la coyuntura.

Telefé Noticias, por su parte, también se ocupó de construir una mirada apocalíptica sobre los entornos digitales, narrando a los jóvenes como pasivos, como sujetos vacíos que deben ser instruidos porque “no reconocen el peligro”. Así aparece un especialista contando que el grooming es “el acoso sexual virtual a niños y adolescentes”, dando cuenta –de nuevo– del peligro que provocan las tecnologías en la vida cotidiana. No se focaliza en que Micaela fue víctima de un femicida, sino que se corre la mirada para hablar sobre los peligros en las redes sociales digitales online.

Vemos que lo que se propone desde los medios de comunicación es llamar a “especialistas” que tienen una mirada apocalíptica sobre las tecnologías para que les digan a los padres qué hacer con sus hijos/as, que están expuestos/as a estos peligros. Las respuestas más frecuentes son el control de los usos que hacen los y las jóvenes de las redes sociales y, si es necesaria, la prohibición de su acceso. Diario Uno, en la nota titulada “Denunciaron más de 200 causas penales por hechos de grooming”, concluye que “es indispensable que los padres controlen a sus hijos cuando navegan por esta red social e incluso ha llegado el momento de que en caso de duda prohíban el acceso desde los teléfonos inteligentes y las computadoras hogareñas”. En esta misma línea, el canal de noticias TN tituló en un zócalo “Cómo cuidar a los chicos de Internet. Cuando las redes son la trampa”.

Se habla, entonces, de los riesgos y los peligros a los que están expuestos los y las jóvenes si están solos, sin la guía o el control de un adulto. A su vez, estas posibles soluciones son debatidas y resueltas entre los adultos: padres, especialistas, periodistas. En todas estas notas, las voces de los y las jóvenes no aparecen testimoniadas.

Desde nuestra perspectiva, las redes sociales digitales online, en tanto tecnologías de la comunicación, son producciones y espacios sociales, es decir, son artefactos que deben ser pensados de acuerdo con el contexto determinado en el que se desempeñan. Son espacios de significación y producción, de lucha por el sentido social de las cosas. Por tanto, son complejos espacios de poder que no están vacíos, sino que portan significantes legitimados, y es necesario desnaturalizarlos a través del uso particular de cada tecnología, es decir, en este caso, en la apropiación de Facebook desde una perspectiva contextual. Los medios hegemónicos lo muestran como si la sociabilidad de los y las jóvenes adquiriera unas características particulares en su apropiación, sin contextualizar en las tramas subjetivas y cotidianas que los y las atraviesan por fuera de las redes.

Así, estos medios presentan a Facebook como un monstruo que viene de la nada, que debe ser combatido porque allí –¿sólo allí?– suceden cosas peligrosas. Se lo sitúa en un espacio desconocido convocando a jóvenes peligrosos o poniendo en peligro a los y las jóvenes. Estas representaciones parecen desconocer que Facebook es un medio digital interactivo que surge y se expande mundialmente en un contexto social e histórico determinado y que responde a las características de una época. Es una multinacional que vende tanto espacios prediseñados de comunicación y sociabilización como lugares que posibilitan la construcción y afirmación de las subjetividades accesibles para las juventudes, y en general lo utilizan sin saber qué le brindan a cambio o cómo pagan sus servicios.

En este sentido, hay un proceso de naturalización en torno al uso de una plataforma digital que pertenece a una corporación económica y es tomado como algo público; y que aquello que circula en esos entornos se apropia porque es libre, de todos. El proceso que se realizó para obtener las pericias informáticas da cuenta de esto y de las lógicas propias de Facebook: una empresa hegemónica en las antípodas de lo público. Los medios construyen equivalencias pensando que lo que pasa en Facebook “es público” y contribuyen a pensar en esta clave en vez de deconstruirla.

Las narrativas mediáticas hegemónicas se encargaron de construir a los y las jóvenes como pasivos, vacíos y sin historia. No hubo una reflexión acerca de las apropiaciones que ellos y ellas realizan, sino más bien se buscó comprender y legitimar el sentido de un femicidio desde una óptica tecnofóbica. A su vez, se construyó las tecnologías como un entorno peligroso, como un lugar inhabitable para las juventudes en soledad, porque “no saben”, no pueden percibir los peligros “como los adultos” –sólo ellos son los portadores del saber–; y como “no saben”, hay que “ayudarlos” a transitar esos espacios, educarlos.

Las tecnologías están más que presentes en la vida cotidiana, constituyen lugares predominantes de significación en los procesos de socialización de las juventudes, y sus apropiaciones están articuladas a la capacidad de volver significativo eso que pasa en los entornos digitales. No se construyó desde las narrativas mediáticas una perspectiva que dé cuenta de las formas por las que las juventudes se apropian, en este caso, de Facebook. No hay un uso legitimado para apropiarse de los medios sociales en general, porque los mismos surgen desde los propósitos de los sujetos y de su capacidad para volverlos significativos.


* Integrantes del Área de investigación e intervención sobre jóvenes y apropiaciones culturales.

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