El miedo a una mujer

Por Antonio Daniel «Tony» Fenoy*

Estamos siendo testigos, en medio de la euforia mundialista, de la cacería
que el poder real, de la mano de Magnetto, junto a sus «esbirros» políticos mediáticos y judiciales, realiza sobre la persona de Cristina Fernández de Kirchner y sobre lo que ella representa a nivel político para gran parte de
nuestra sociedad.

La sentencia sin fundamentos en la causa Vialidad y el discurso impecable y
lleno de emociones de CFK, enfrentando directamente a la mafia y al Estado
paralelo encabezado por el multimedia Clarín, pone de manifiesto por
dónde pasa la lucha del campo nacional y popular hoy y la necesidad de
organización y militancia seria y profunda pensando en las elecciones del año que viene. Indudablemente, la palabra de Cristina es una exhortación a las y los dirigentes de nuestro espacio a dejar la comodidad de sus «micropoderes» y a ponerse a trabajar en serio por el bienestar de nuestro pueblo.

Todo esto, con el telón de fondo de que quien es perseguida e injuriada es
una mujer, la lideresa más importante no solo de nuestra patria, sino de toda la región en los últimos veinte años. Eso no es menor, porque la persecución y la búsqueda de ocultar a las mujeres que enfrentan a los poderosos es una constante en nuestras sociedades machistas y patriarcales. Están marcadas por el miedo a la mujer, a su fuerza, su potencia y su inteligencia.

Desde Eva en el libro del Génesis, a quien se le atribuyó el origen de todos los males, pasando por la negación de las parteras del pueblo hebreo que fueron las primeras que enfrentaron realmente a los egipcios y lucharon por su liberación.

Pienso en María Magdalena, lideresa del movimiento de Jesús y negada por
la Iglesia aliada con el Imperio romano; en la cacería de brujas llevada
adelante por la Inquisición en nombre de un dios varón y la superioridad
masculina. Pienso en las primeras sociedades matriarcales, arrasadas por la
fuerza destructora de «los machos». Pienso en el ocultamiento que la historia hizo de las filósofas, historiadoras, científicas, lideresas en batallas
emancipatorias, teólogas y tantas otras disciplinas, relegándolas al servicio de la casa y del varón.

Viniendo a nuestra patria, en nuestra historia más cercana, pienso en las
sufragistas, en Evita marcando un antes y un después en el lugar de la mujer en la política. Pienso en las Madres y las Abuelas, que no solo fueron
llamadas «locas», sino que siguen liderando la lucha popular hasta hoy. Pienso en Cristina, en su liderazgo, en su brillantez, en su lucha inclaudicable contra Magnetto y los poderes fácticos.

Es miedo. El miedo que los varones autosuficientes le tienen a la mujer, a
esta mujer, porque su palabra y su potencia política los opaca, los obnubila,
los deja desnudos en su violencia, su miserabilidad y su odio.

Es miedo. No solo de la derecha genocida, odiadora y dueña del país que
queda desmantelada frente a tanta verdad. También es miedo de muchos
dirigentes y dirigentas de nuestro espacio, que frente al coraje y la valentía
de Cristina quedan descubiertos en su tibieza, su cobardía, su sumisión a
Magnetto, su ser «mascotas» del poder. Quedan descubiertos en el confort
del «carguito» que no quieren perder, en su falta de grandeza para poner la
felicidad del pueblo por encima de su mezquino interés personal. No es tiempo para miedosos ni para aquellos que solo dicen medir la
correlación de fuerzas, como el presidente.

Cristina nos llama a la lucha, a la pelea. A no quedarnos en cantitos ni en militancia virtual. Es tiempo de poner el cuerpo, el corazón y la vida para enfrentar a quienes están destruyendo la patria, para impedir que la derecha asesina gane en 2023.

Y con la certeza de que quien nos lidera es una mujer.


* Coordinador del Colectivo de Teología de la Liberación «Pichi Meisegeier».

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