“Sentina”: el camino del hambre

Por Ramiro García Morete

Debajo de la superficie y debajo de la piel. En algún lugar del tiempo y el espacio, anacrónico o quizá distópico, un grupo humano se traslada a través de un sistema de alcantarillado. Debajo de la superficie y de la piel, las necesidades primarias son las mismas: mitigar el frío, saciar el hambre. En la superficie de las ciudades, miles padecen mientras el resto los ignora como si estuvieran debajo. En la superficie del cuerpo, la manifestación de miles de sensaciones que corren por debajo. Alrededor de estas cuestiones universales y no tan atemporales, nace Sentina, obra que Ufufú llevará a cabo este sábado 13 de octubre a las 21 hs en el Centro Cultural Estación Provincial (17 y 71). María Eugenia Llanos Nieto, Maximiliano Junquera y Alejandro Lonac forman parte de esta compañía formada a fines de 2011, cuando llevaban a cabo espectáculos de teatro callejero. Poco tiempo después cargaron las mochilas y encararon una gira por Latinoamérica que duró dos años. Entre 2013 y 2014 unieron Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y México, dictando 27 talleres y realizando 159 funciones, con más de 30.000 espectadores.

“Es una obra que busca fusionar disciplinas de las artes escénicas como la danza, el teatro y las máscaras, con lo cual estuvimos un año y medio investigando hasta estrenar”, introduce Llanos Nieto, quien además de intérprete se encarga del texto y la dirección.

“La investigación la hicimos al principio en la calle –aporta Junquera–. Fue en Parque Saavedra, atrás de la Estación Meridiano V, pasando un tiempo en la intemperie, sufriendo el frío, tratando de que todo eso entrara al cuerpo y creara un registro”. Ambos cuentan que la experiencia, que también se llevó a cabo en el terreno trasero de la casa de Lonac, implicó por momentos suspender ensayos porque literalmente “nos congelábamos”.

“Empezamos más que nada primero poniendo el cuerpo y luego el texto, como un desafío. Pensando que por ahí teníamos un chiquitín más de capacidad para meter el texto o desenvolvernos mejor en la actuación. Nos obligamos a hacer lo que nos parecía difícil, que era poner el cuerpo de forma danzada. Incluso hay textos que están escritos e interpretados con el cuerpo”, agrega Junquera.

“Decimos que son seres marginales, que son atemporales, que tampoco están en un lugar específico –expresa Llanos Nieto–. Lo principal es que van en busca de lo básico: la comida”. Y los describe: «Hay tres personajes. Vilo (Junquera) como si fuese el chamán, ya que tienen un funcionamiento tribal. Viven en un sistema de alcantarillado por debajo de la ciudad. Y hay diferentes tribus abajo que se agrupan para sobrevivir. Vilo tiene visiones y es el que los guía. Y también quien los salva en situaciones de peligro. Orko (Lonac) es más una especie de centinela. Es el que va primero y el más combativo”. Llanos Nieto interpreta a Duna, quien cumple dentro de la obra “una función más amable y que mantiene unido a grupo”.

La narrativa, si bien no es tradicional, maneja una línea emocional con altibajos. “Por momentos hay tensión o peligro. Y otros de alegría, si se quiere, al encontrar ciertos rastros de comida. Y tiene un final abierto”, sugiere Llanos Nieto.

Según cuenta Junquera, las devoluciones del público giran en torno a “inquietudes y cosas que les pasaron por el cuerpo. Es genial para nosotros. Que, más allá de ver un espectáculo, al espectador le llegue al cuerpo lo que está viendo. Incluso el mundo sonoro es muy particular. Va poniendo una intensidad a la obra y entrás o entrás. Es difícil quedarse fuera. Es una obra intensa”.

Respecto de entrar o entrar, hace un buen tiempo que ambos –que además son pareja– eligieron las artes escénicas como modo de vida. “Creo que es así. Si te apasiona”, asiente Llanos Nieto. Y Junquera completa: “Creo que sí, que hay que darle de lleno. Al menos en este momento. No digo que es revolucionario hacer una obra de teatro. Pero está bueno estar mostrando cosas”.

Los dos reflexionan sobre la dificultad de la autogestión: “Es muy difícil, porque estuvimos un año y medio ensayando tres veces por semana tres veces por día. Y poniendo dinero para producir una obra que quizá económicamente no nos reditúe. Dentro de un sistema absolutamente capitalista, somos unos idiotas, porque estamos destinando un montón de tiempo a algo que no es productivo (en términos de capital). Y no lo va a ser nunca. Porque nunca te van a pagar todas esas horas de ensayo. Pero para nosotros es riquísimo. Volver a ensayar es una necesidad e inquietud nuestra».

Junquera ejemplifica con cierto humor: “Pasa que a veces hace falta, no para la comida, pero sí para algún lujo. Y decimos: ¿invertimos esta plata para hacer la escenografía? Le metemos con eso y por ahí resignamos un fin de semana en Mar de Ajó”.


 

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