Quienes nos alimentan

Por Florencia Abelleira

A Ana María le gusta estar limpia, bien vestida, con las uñas pintadas, pero todos los días se pone la ropa más vieja que tiene para trabajar la tierra. En invierno, la hectárea que alquila por mes es un conjunto de hileras perfectamente rectas de repollos, lechugas y acelgas. Parece que una computadora hubiera calculado milimétricamente la distancia entre planta y planta. Pero fueron Ana María y su esposo quienes sembraron las verduras con sus propias manos.

Cuando tenía diez años, la mujer dejó su Bolivia natal y se mudó con su familia a Salta. Al tiempo se trasladaron a Gorina, donde el padre arrendó una quinta y la familia se puso a labrar la tierra.

-¿Te gusta tu trabajo?

-No me queda otra. Yo terminé la primaria, pero sin un curriculum, sin un idioma, sin educación, mi única opción fue seguir en la quinta.

Productores. Agricultura familiar en Abasto (Fotos: Fabián Aguilar)
Productores. Agricultura familiar en Abasto (Fotos: Fabián Aguilar)

El campo linda con la calle 520, pero los autos no se escuchan. Parece mentira que a unos metros de la ciudad exista un cielo tan imponente. Las tres hectáreas están trabajadas por tres familias que forman parte de la cooperativa Nueva Esperanza. Cerca de la calle hay un invernadero tras otro y en el centro del predio tres casillas de madera. En una vive Ana María con su marido, su hija de catorce años y su hijo de ocho; en la otra, su cuñado Daniel con su hijo de once; y en la tercera, su madrina, Luisa, con algunos de sus hijos.

Cuando Ana llegó en 2012, una inmobiliaria le alquiló el campo “pelado”. El trabajo fue duro: emparejar y preparar la tierra, construir la vivienda para alojar a su familia, invertir en palos y nylon y montar los invernaderos.

-Antes de llegar a Abasto, ¿dónde trabajabas?

-Hasta hace tres años estábamos en Gorina con mi marido, trabajando por el porcentaje, que significa que ganas 30% vos y el 70% queda para el patrón.

-¿Él sin trabajar?

-El patrón no trabajaba, obvio.

La pareja se cansó y decidió probar suerte arrendando una parcela de tierra. Con lo que se encontró no fue fácil, pero sí mejor que estar en relación de dependencia.

El principal problema que tienen los productores agrícolas familiares es la imposibilidad de acceder a su tierra. La opción que tienen es alquilar, y como no son los propietarios, sólo pueden montar una casilla precaria para vivir.

EL PRINCIPAL PROBLEMA QUE TIENEN LOS PRODUCTORES AGRÍCOLAS FAMILIARES ES LA IMPOSIBILIDAD DE ACCEDER A SU TIERRA. LA OPCIÓN QUE TIENEN ES ALQUILAR, Y COMO NO SON LOS PROPIETARIOS, SÓLO PUEDEN MONTAR UNA CASILLA PRECARIA PARA VIVIR. EL ALQUILER DE LA HECTAREA CUESTA $2.000 POR MES.

-Cualquier tipo de mejora que hagamos en el predio no es para nosotros. Después te vas porque la tierra no es tuya y le queda la casa al propietario, que después le va a cobrar mucho más caro al que venga, porque le ofrece la hectárea más una casa de material.

El contrato es por tres años, pero lo suben anualmente. Cuesta 2.000 pesos mensuales la hectárea.

-Se aprovechan cuando ven que armaste los invernaderos. Te aumentan y te dicen: “Si querés lo alquilás, si no, te vas”. ¿Qué podés hacer vos con dos invernaderos recién hechos que te salieron una fortuna, más que quedarte?

Productores. Agricultura familiar en Abasto (Foto: Fabián Aguilar)
Productores. Agricultura familiar en Abasto (Foto: Fabián Aguilar)

Que la semilla agarre

-¿Son fuertes las heladas en esta zona?

-Ayer la helada agarró hasta los invernaderos -dice Daniel, el cuñado de Ana María que arrienda una de las hectáreas.

En invierno, el trabajo es más leve pero inestable. Hay que cuidar que el frío no queme las plantas, y para cosechar hay que esperar a que descongele.

-En el verano hay mucho más trabajo, y trabajás muchas más horas. Acá no hay horario de entrada ni salida, el horario te lo da el sol.

En los meses de más calor, la jornada empieza cuando amanece y termina a la una o dos de la madrugada. Cuando baja el sol es hora de embalar tomates y morrones. Los productores no pueden esperar al otro día porque les quita tiempo para trabajar en el campo.

Así es como la producción agrícola familiar deja al productor librado a su suerte: que la semilla tiene que “agarrar”, que a las plantas no las tienen que matar las plagas, que la helada o el calor no queme la siembra.

Cada tanto se oye cacarear un gallo y a lo lejos otro que le responde. El sol ya no entibia y en su lugar llega un humo blanquecino con olor a madera quemada que se posa sobre las plantaciones.

Productores. Agricultura familiar en Abasto (Fotos: Fabián Aguilar)
Productores. Agricultura familiar en Abasto (Fotos: Fabián Aguilar)

El otro gran problema que tienen los productores es la comercialización de su cosecha.

-El agricultor es el que más exigencias tiene y el que menos dinero gana. Siempre sale perdiendo.

-¿Cómo venden sus frutas y verduras?

-A culata de camión, es decir, los compradores de los grandes mercados entran y preguntan; hacemos negocio, dejan los cajones y nosotros preparamos la carga y se la dejamos en el galpón.

El problema está en que la paga se convierte en un constante regateo, donde el llamado “mediero” intenta comprar los alimentos a bajo costo para venderlo luego a precios altos, siendo uno de los únicos beneficiados. Porque el consumidor por lo general paga precios irrisorios y el que sembró, cuidó y cosechó se queda con migajas.

-Algunos te pagan al toque, otros no te pagan. Te dicen: “Que soy el cargador, que el patrón no me dio el dinero”. Cuando vienen a pagarte, si habías arreglado el kilo de lechuga a quince, te lo pagan diez, y no podés hacer nada porque tu producción ya está en las verdulerías. Tenés que aceptar lo que el culata de camión te dice.

Daniel también es oriundo de Bolivia, de Tajira, igual que Ana María. Llegó a La Plata a los doce años “por gusto propio”. Admiraba tanto el fútbol argentino, a Maradona, Canigia y Batistuta, que un día, cuando se enteró de que su tío se venía para acá, lo convenció a su hermano mayor y desde ese entonces trabaja en el cordón hortícola platense.

-A mí siempre me gustó Argentina, no reniego de la decisión que tomé. Estoy disconforme con el rubro, porque si hubiese estudiado estaría en otro lado. Ahora le enseño a mi hijo que no pase por lo mismo. Quiero darle la posibilidad de que pueda tener otro trabajo.

-A pesar de todo, ¿sentís que pudiste prosperar?

-Trabajando uno prospera, con el tiempo, de a poco.

Ana María y Daniel concuerdan en que cada vez hay menos productores jóvenes. Los hijos de los que trabajan las tierras del cordón hortícola platense se dedican a otra cosa. La realidad es que muchos acceden a los estudios universitarios. Ana María cuenta que su madrina Luisa tiene cinco hijos varones:

-Todos tienen una profesión. Uno es ingeniero agrónomo, otro profesor de educación física, otro es técnico en seguridad e higiene, el otro está estudiando para el servicio penitenciario y otro es jugador de fútbol profesional en Bolivia.

Productores. Agricultura familiar en Abasto (Fotos: Fabián Aguilar)
Productores. Agricultura familiar en Abasto (Fotos: Fabián Aguilar)

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