«Pongan dos platos más: este año, los chicos van a estar para las Fiestas»

Por Gabriela Calotti

«Estábamos en Floresta en el departamento de mis abuelos maternos. Fue el 24 de agosto de 1977. Estábamos mi abuela María de Carmen, mi abuelo Esteban. Sus hijos Ángel, Eugenia, mi mamá, mi papá, mi tía Alejandra de 15 años, mi hermano y yo», dijo Ana Manzotti Percivati Franco al iniciar su declaración testimonial el martes en la audiencia 102 del Juicio por los delitos de lesa humanidad perpetrados en las Brigadas de Investigaciones de la Policía Bonaerense de Quilmes, Banfield y El Infierno de Lanús, con asiento en Avellaneda.

«Mi mamá era María del Carmen Percivati Franco y mi papá Daniel Aldo Manzotti», precisó la testigo que mostró una foto en blanco y negro en la que se ve a sus padres, a ella de año y medio y su hermanito en la panza. «Es la única foto en la que estamos los cuatro juntos», sostuvo, antes de que se le quebrara la voz y no pudiera contener las lágrimas. En esa foto los dos jóvenes se veían sonrientes.

«Yo nací el 22 de febrero de 1976. Mi hermano, Ernesto, nació el 15 de agosto de 1977. Cuando se llevan a mis viejos tenía 9 días», indicó al Tribunal Oral Nº 1 de La Plata de forma virtual.

La madrugada del 24 de agosto «entre la una y una y media de la mañana llaman desde el portero y golpeando la puerta del departamento para que abramos la puerta. Entran entre 8 y 10 uniformados, muy armados y queriéndose llevar a mi papá. Mi mamá salta y dice que si se lo llevan a él, a ella también, y su papá dice que él también va». Se los llevan a los tres. Cree que la patota era de la Aeronáutica, o en todo caso militares.

Hasta entonces, su papá estudiaba Agronomía en la UBA y su mamá Psicología. Se habían conocido en 1972, cuando ella tenía 19 años y él 21. Después de tres años de noviazgo se casaron. Su papá trabajaba en una fábrica de motos en Ciudadela. Tiempo antes del secuestro vivían en Haedo.

De los tres, apareció su abuelo horas después en la General Paz. «A partir de ahí empezó una búsqueda incansable, todo el tiempo, durante muchos años, se hicieron muchos hábeas corpus, se fue a todas las comisarías, cuarteles, con contactos y sin contactos, obviamente sin encontrar respuesta», precisó.

«Eso sí, a mis abuelas llegaron a decirles ‘este año pongan dos platos más en la mesa porque los chicos vuelven para las Fiestas’», ilustrando la crueldad y el superlativo grado de perversidad de los ejecutores del terrorismo de Estado.

Hace poco tiempo, Ana y su hermano, supieron por una sobreviviente que su mamá había estado «en el Pozo de Banfield».

«Me contaban que mi papá era bueno», contó según la reconstrucción que pudo hacer sobre sus padres, antes de compartir una anécdota de su papá que ilustra aquellos años de vida en los barrios y el espíritu de esos jóvenes militantes: «Sé que volvía de la fábrica y que teníamos vecinitos que esperaban a que doblara la esquina porque les regalaba caramelos».

Ana mostró también una fotografía en blanco y negro con unos 8 o 9 jóvenes, y señaló que la fila de arriba, están todos desaparecidos. Allí se ven también a los hermanos José María y Gabriel María Estévez y a su esposa, María de las Mercedes Funes.

Sus dos abuelas militaron en Madres de Plaza de Mayo. Elsa Fanti de Manzotti lo hizo hasta su muerte. Ellos por su parte, fueron criados por sus abuelos en Mar del Sur, donde Ana vivió hasta los 17 años.

Y aunque confesó que tiene una familia «disfuncional», quizá como todas aquellas que fueron atravesadas por el terrorismo de Estado, aseguró que «tuvimos una infancia y una vida hermosa. Nos criaron con mucho amor. Y cada uno desde ese lugar hizo lo que pudo».

Los hermanos Estévez

«Yo tengo tres familiares desaparecidos. Me voy a referir primero a mi hermano José María Estévez. Cuando lo secuestraron tenía 27 años, estaba trabajando en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en la sede de Ezeiza y antes había trabajado en la sede de Constituyentes. Estudió en Haedo donde habíamos nacido […] Y en la escuela agrotécnica de Uribelarrea después», dijo su hermana María Mercedes Estévez.

El estaba caso con Lidia Barbela y tenía un hijo de unos días, Pablo, quien declaró en una audiencia anterior ante el mismo tribunal.

José María fue secuestrado el 2 de mayo de 1977 por un grupo de ocho personas que irrumpieron en su casa de Haedo. Allí vivía con su esposa, su suegro y el bebé.

Se lo llevaron a la cochera donde tenían un Citroen.

«Pasaron 47 años y no tenemos ninguna información de su paradero. Presentamos Hábeas Corpus varios, se concurrió a dependencias, se habló con militares y dependencias policiales buscándolo y no hubo ninguna información de ningún tipo», sostuvo la testigo.

A los tres meses «desapareció mi otro hermano, Gabriel María Estévez. El 22 de agosto de 1977. Fue secuestrado junto a su esposa María de las Mercedes Funes en la casa de mis padres en Haedo», precisó.

Por un sobreviviente pudo saber que su hermano Gabriel y su mujer estuvieron secuestrados en el Pozo de Banfield. Ambos militaban en la parroquia Santiago Apóstol y eran peronistas, dijo. Tenían 25 y 24 años de edad respectivamente.

«Por informaciones de familiares, sabemos que Mercedes pudo estar embarazada y por lo tanto existiría la posibilidad de tener un sobrino o una sobrina que buscamos. Para ello hicimos todo lo necesario para que el Banco de Datos Genéticos tenga toda la información», explicó.

Dijo que «la esposa de José María comentó que Mercedes le había dicho que tenía atrasos muy poco tiempo antes de ser secuestrados. Tendría que haber nacido a principios de febrero del 78», agregó.

«Este crimen continúa en el presente y pido justicia», sostuvo la testigo al considerar que «la dictadura cívico-militar implementando el terrorismo de Estado cometió crímenes de lesa humanidad. Después de 47 años, no tenemos ninguna información de ellos».

Otro secuestro en la zona oeste

Héctor Domingo Bonet estaba por cumplir 24 años. Vivía en un departamento en Haedo y estudiaba Arquitectura en la UBA. Su secuestro ocurrió casi un año antes del golpe cívico-militar, cuando ya había comenzado el terrorismo de Estado.

El 7 de mayo de 1975 fue secuestrado al mediodía. «Cuando estoy llegando […] me detuvieron y me metieron a la fuerza a un departamento del que ya habían roto la puerta […] comenzaron los golpes. Inmediatamente me tabicaron», contó.

Lo subieron en una camioneta y a los 45 minutos lo bajaron «en algún lugar a los golpes. Me llevaron a un subsuelo o sótano, me tiraron en una cama que tenía algún tipo de goma espuma humedecida, me arrancaron la ropa, me ataron las manos y los pies y esa fue mi primera sesión de tortura con picana. Me resulta imposible decir cuánto tiempo duró», relató al Tribunal.

Bonet permaneció secuestrado hasta el 19 de mayo. En ese lapso, fue torturado con picana dos veces más. Luego quedó «tirado» en una celda.

El 19 o 20 de mayo fue trasladado a la cárcel de Sierra Chica, donde «habilitamos el primer pabellón de presos políticos». El 19 de marzo de 1978 lo visitó un juez federal, el Dr. Adamo «para nofiticarme que había cumplido una condena que quedaría en libertad».

Contó que gracias a ese juez que lo llevó en su auto al salir de la cárcel hasta Olavarría, seguramente salvó su vida y comentó casos de presos políticos liberados, acribillados poco después en libertad.

Otro secuestro en 1975 al mano de Aníbal Gordon

Julio Mogordoy fue secuestrado el 4 de noviembre de 1975 en una casa en Palermo Viejo después de enfrentarse con una patota que estaba al mando de Aníbal Gordon, líder de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina, grupo paraestatal de ultraderecha).

«Tiraron más de 200 tiros. En la casa había tres niños y nos entregamos», precisó. En esa casa había siete compañeras y compañeros más. Blanca Vecher, la dueña de casa -y mamá de los tres chicos de 9, 7 y 5 años de edad-, Norberto Rey, «mi hermano Washington Ramón, mi compañera Charo Moreno y a Teresa Barvich, fusilada por Félix Madrid, un ex comisario de la Bonaerense que goza del beneficio de arresto domiciliaria.

De la Comisaria 21 los llevaron al centro clandestino de secuestro, tortura y exterminio Puente 12, «donde estuvimos secuestrados más de 10 o 15 días».

Como durante el enfrentamiento su hermano y Norberto Rey habían resultado heridos, a éstos los llevaron al Hospital Fernández y como Rey era médico y lo conocían, hicieron la denuncia y salió en los diarios.

Tortura y simulacros de fusilamiento precedieron un nuevo traslado. Esta vez al Pozo de Quilmes «donde habremos estado una semana» y de allí a la Brigada de la Bonaerense en Lanús conocida luego como El Infierno.

Fue allí mismo donde «nos fue a visitar la patota que nos secuestró para decirnos que por un hijo de puta (el juez Molteni de La Plata) no nos habían podido matar. El comisario en la Brigada era Castillo [nuevo imputado en esta causa] que se hacía el intelectual y que se presentó como el mandamás».

De El Infierno los trasladaron a la Unidad 9 de La Plata y en 1978 los llevaron a Sierra Chica hasta abril de 1979. Ahí fue llevado a Rawson, donde permaneció hasta fines de 1982.

El presente juicio por los delitos perpetrados en las Brigadas de la Policía bonaerense de Banfield, Quilmes y Lanús, conocida como El Infierno, con asiento en Avellaneda, es resultado de tres causas unificadas en la causa 737/2013, con solo quince imputados y apenas uno de ellos en la cárcel, Jorge Di Pasquale. Inicialmente eran dieciocho los imputados, pero desde el inicio del juicio, el 27 de octubre de 2020, fallecieron tres: Miguel Ángel Ferreyro, Emilio Alberto Herrero Anzorena y Miguel Osvaldo Etchecolatz, símbolo de la brutal represión en La Plata y en la provincia de Buenos Aires.

Este debate oral y público por los delitos cometidos en las tres Brigadas, que se desarrolló básicamente de forma virtual debido a la pandemia, ha incorporado en los últimos meses algunas audiencias semipresenciales.

Por esos tres CCD pasaron 442 víctimas tras el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976, aunque algunas de ellas estuvieron secuestradas en la Brigada de Quilmes antes del golpe. Más de 450 testigos prestarán declaración en este juicio. El tribunal está integrado por los jueces Ricardo Basílico, que ejerce la presidencia, Esteban Rodríguez Eggers, Walter Venditti y Fernando Canero.

Las audiencias pueden seguirse por las plataformas de La Retaguardia TV o el Facebook de la Comisión Provincial por la Memoria. Más información sobre este juicio puede consultarse en el blog del Programa de Apoyo a Juicios de la UNLP.

La próxima audiencia en formato virtual, se realizará el martes 2 de mayo a las 8.30 hs.


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