Maxi Cabelli: por el camino del sol

Por Ramiro García Morete

Alguien dijo que las canciones no hablan tanto de lo que uno ha vivido sino de lo que vivirá. Quizá haya sido en alguna escapada a Punta Indio o en medio del agobiante tránsito del centro platense que escribió “Cerca del río”. La canción, una oda despojada a vivir precisamente despojado y lejos del caos urbano, había quedado olvidada.

A Valentina, una de sus hijas, le gustaba mucho. Pero ni siquiera entró en Primario (2017), álbum que inició el período solista de quien fue el cantante de Sucio Burdel. Casi veinte años al frente de una banda de rock no desgastó la amistad pero sí generó nuevas necesidades. De hecho, la banda los supo expresar cuando se refundó con Estándar mínimo (2012). En algún atardecer de auténtica escena familiar, con su compañera y sus dos niñas dando vueltas por la casa, tomó la guitarra y volvió a sonar “Cerca del río”.

Los discos de Dylan, de Cash, de Elliott Smith, ya habían sido asimilados, de modo tal que la canción sonó distinta. Cerca de la montaña -en un viaje a Capilla del Monte- fue que se cruzó a Pablo Dacal, ese mismo que antes no le gustaba para nada y ahora, despojado de prejuicios, reconocía como cancionista. “Ella se aleja” o “El sol sobre mi casa” se sumaban a un repertorio que versaba alrededor del viaje. Y un nuevo viaje comenzó cuando Dacal propuso grabar en su casa el disco que a los 38 años entusiasma como un niño a Maxi Cabelli y que, como un padre de sus propias ideas, sentado en el umbral, contempla el camino recorrido. Y todo lo que resta con El sol sobre mi casa.

“Creo que tiene que ver con el paso del tiempo, con lo que uno escucha y vuelve a escuchar con más atención –introduce Cabelli sobre su etapa solista–. Con pérdida de prejuicio, conocer gente y músicos nuevos. Con la banda estábamos en un ambiente más cerrado, tocábamos poco y era algo más lento el proceso. Pero depende siempre de lo que piensan cinco. Al ser solista no hay un límite. Siento que me reencontré con el instrumento y con ganas de hacer otras cosas.”

Dentro de ese camino solitario, Cabelli cree que “este disco es un poco más suelto que el anterior. Estaba más tenso, no tocaba la viola en general y me solté con la voz. En el anterior disco estaba más influenciado por la guitarra criolla y la música rioplatense. Quizá con la intención de romper con lo anterior”. Cabelli dice que salió de su zona de confort y que al encontrarse tocando solo frente al público pensó en los grandes referentes para redescubrir y pasarlos por su propio filtro. Por eso aclara que la influencia no es tan directa.

El álbum expide un aire coloquial y reflexivo. “Sí. Hablo sentado en la vereda, cansado del celular y de la velocidad. Dejo el auto en la cochera y veo que ya no están los amigos. Y hablo de nostalgia. Uno tiene nostalgia cuando tiene cierta edad. Uno está parado casi en la mitad de la vida y mira un poco para atrás. Aunque siempre miramos para atrás.” Y en ese mirar atrás también está la ruta por delante. “En muchas canciones está el tema del viaje. Hay un hilo: un escape a hacia un lugar más tranquilo y escapando del cemento.” Esa era la idea original, pero “como siempre, empezás con algunas y te copás”.

Al conocer a Pablo Dacal, se convirtió en el productor adecuado para su nueva aventura: “Él daba un taller de canciones. Y me gustó cómo veía las canciones y la música. Le mostré mis canciones y me propuso grabarnos en su casa. Fue una grabación particular. Pablo es exigente. Obviamente no hay auto tune ni nada de eso. Que fuera natural y que si hay algún detalle no hay por qué ocultarlo. Las tomas eran todas directas. Si me equivocaba con una nota mordida, había que hacer todo de vuelta”.

Con la seriedad de lo profesional pero la libertad de lo autogestionado, el tono familiar del disco incluye el trabajo gráfico de su compañera, la artista visual Agustina Penovi. La bella edición parte de “un boceto con fibrón que luego se transforma en matriz de chapa entintada, pasa por la prensa sobre papel de grabado, y jugando con los colores cada disco es diferente al otro. Aunque esté desapareciendo, y esta semana me haya desayunado que en Musimundo ya no venden discos, creemos en el formato físico. Creo que los discos se escuchan, se tocan, se leen, y en este caso, huelen a tinta”.

Disponible en La Disquería (54 e/ 8 y 9) y en Spotify, El sol sobre mi casa se presentará oficialmente el 27 de octubre en C.C. Estación Provincial (17 y 71). “Estoy muy feliz con este camino nuevo que voy haciendo. O quizá sea la continuación del mismo camino, el cual a veces retomo por algunas calles de mi viejo barrio.”


 

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