“Los responsables de Arana eran dueños de la vida y la muerte”

Por Alejandro Palladino

“Los responsables de Arana eran los dueños de la vida y de la muerte”, dijo Walter Docters, sobreviviente del centro clandestino de detención de la localidad platense de Arana (640 y 131, hoy comisaría) durante la última dictadura cívico-militar, en la presentación de su libro Arana. Centro de tortura y exterminio, que se realizó ayer en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de La Plata.

En la mesa junto a él estuvieron Rubén López, hijo de Julio López, desaparecido por segunda vez en 2006 y testigo en la primera causa contra el represor Miguel Etchecolatz; y el secretario de Derechos Humanos de la Facultad de Periodismo, Jorge Jaunarena, quien ofició como presentador. El ex juez federal Carlos Rozanski iba a estar presente, pero por cuestiones personales no pudo asistir. Envió una carta de adhesión al libro y al compromiso de Docters, que fue leída para los oyentes. Entre los presentes se encontraban integrantes de la Mesa por los Derechos Humanos de La Plata, Luis Favero, ex detenido en la Comisaría 5ª de La Plata, y graduados, estudiantes y autoridades de la casa de estudios.

Walter Docters fue militante del movimiento estudiantil de la capital bonaerense y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), donde operó dentro del servicio de inteligencia de la organización como infiltrado en la Policía bonaerense (fuerza a la que pertenecía su padre, allegado a Etchecolatz), sacando información sobre el plan sistemático de exterminio del terrorismo de Estado. Fue detenido el 20 de septiembre de 1976 y permaneció como preso político durante los siete años de dictadura, hasta 1983. Pasó por las cárceles de la Unidad 9, Caseros y Villa Devoto. Atestiguó en los juicios a las Juntas Militares, Circuito Camps, en el Juicio por la Verdad y en el de Etchecolatz.

En su presentación, luego de la reproducción de un video en el que da testimonio en el juicio Circuito Camps, Docters refirió a la persona a quien está dedicado el libro: “Se lo podía haber dedicado a los compañeros del ERP, a mi familia, a mi vieja y a sus enseñanzas. La mejor síntesis fue haber dedicado esto a quien estuvo ligado a la lucha y a la resistencia concreta, a Jorge Julio López, porque en él se encerraba y encierra una síntesis de una generación que peleó, que fue capaz de dar testimonio e investigar más allá de las consecuencias”.

Docters subrayó una y otra vez la rebeldía como camino para proseguir el camino de su militancia, como posición opuesta a la resignación por los reveses que le dio la historia. “A algunos nos quedó un resto para seguir declarando”. Esa fuerza para dar testimonio se traduce en las características de su libro: una exhaustiva investigación sobre el proceder represivo en Arana.

presentacion-libro-aranaAlgunos de los puntos que recorre el libro, son el secuestro perpetrado por los grupos de tareas y el traslado a esa localidad en el sur del Gran La Plata para torturar, lejos del ruido de la ciudad; la disposición del espacio: las salas de tortura, los calabozos; las condiciones infrahumanas de vida; un listado de las personas que pasaron por el centro de exterminio; y el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, que buscó los restos de los militantes asesinados y arrojados en el Pozo que se encuentra detrás de la comisaría que funciona hoy.

También le dedica un apartado a Julio López, detenido en Arana, y que, paradógicamente, como albañil, levantó las paredes del lugar, lo que motivaría que en sus testimonios diera detalles precisos de la distribución de los espacios y sobre cómo funcionaba el plan de torturas.

El centro de Arana fue nombrado espacio de la memoria en 2009, y fue uno de los veinte centros clandestinos de la provincia. Allí pasaron 250 personas, entre ellos Julio López y estudiantes de la Noche de los Lápices. Es el único centro clandestino de detención del país donde se encontraron dos fosas con restos óseos, encontrados por el Equipo de Antropología Forense. Fueron doce los represores condenados por su accionar allí.

Al igual que sus compañeros de militancia, en ese lugar Docters fue duramente torturado. Como lectura del pasado, prefiere no victimizarse, sino registrar lo que allí ocurrió para hacer justicia. “No es un libro sobre mi persona ni sobre mi experiencia. No me interesa salpicar sangre, porque no es constructivo. Me parece que lo constructivo es generar conciencia y no tratar de victimizarse en términos de lástima. La víctima es el conjunto, el pueblo argentino”, consideró.

Trazando un paralelismo entre los años de la dictadura y la actualidad, donde las élites económicas gobiernan el país, Docters sostuvo que necesitaron “borrar a la militancia” porque “éramos una espina para su proyecto de entrega del país; una posibilidad de organizar la resistencia”.

Por su parte, Rubén López evaluó el “difícil contexto político” en materia de derechos humanos, cuando “se vuelve a instaurar la teoría de los dos demonios, de si son o no 30 mil”. “Se cumplen diez años de la desaparición de mi viejo en democracia y cuarenta de la primera desaparición forzada; también son diez años de la declaración en el juicio contra Echecolatz y diez años de la sentencia, el primero por genocidio en el marco de los juicios por crímenes de lesa humanidad”.

“Escuchar a mi viejo durante casi tres horas en su testimonio en 2006 fue tan impactante que fue lo que me abrió la cabeza para llevar adelante esta lucha”, finalizó.


 

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