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Leopoldo López: un sinónimo de violencia

Los medios hegemónicos de comunicación, los líderes regionales de la derecha y los servicios de inteligencia de Estados Unidos, han tratado de instalar la idea de que Leopoldo López, uno de los referentes de la violenta oposición venezolana, es “un preso político”.

El ocultamiento de datos y la tergiversación de la información han sido las principales herramientas que han usado para la construcción de esa mentira.

Los medios han ocultado la clara diferencia entre un preso político y un político que está preso por haber cometido un delito. Un preso político es alguien que está encarcelado de manera arbitraria por su forma de pensar, por su posicionamiento ideológico o por reclamar determinados derechos que no son respetados; mientras que un político que está preso por haber cometido un delito es como cualquier otro ciudadano que es acusado, juzgado y, en caso de ser encontrado culpable, condenado.

En 2014, López fue uno de los líderes del plan “La Salida”, un levantamiento violento que intentó derrocar al Gobierno de Nicolás Maduro, quien había sido elegido democráticamente poco tiempo antes.

Durante aquel levantamiento, los grupos violentos que respondían a López causaron la muerte de 43 personas, dejaron centenares de heridos y destruyeron decenas de edificios públicos.

López fue detenido por aquellos hechos y se le brindaron todos los derechos constitucionales, entre ellos el derecho a la defensa y a un juicio justo. Se lo juzgó, se lo encontró culpable y se lo condenó a catorce años de prisión, lo que la ley determina para ese tipo de delitos.

Recientemente, este líder de los sectores más violentos de la oposición recibió el beneficio “casa por cárcel” (arresto domiciliario). Desde su hogar, y en clara violación de ese beneficio judicial, hizo llamadas y grabó videos en los que incitó a la rebelión contra el Gobierno y llamó a sus seguidores a que les impidan a otros ciudadanos a ejercer su derecho al voto durante la elección de representantes para la Asamblea Nacional Constituyente. Por este motivo, la Justicia le revocó el beneficio y López volvió a la prisión, lo que fue presentando por los medios hegemónicos como un acto de represión política.

López tiene el triste antecedente de haber participado del golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez en abril 2002. En aquella ocasión –durante las 48 horas que duró el golpe–, era alcalde del municipio Chacao, en Caracas, y salió a “cazar chavistas”. Junto a otros líderes de la oposición, irrumpió en la casa del ministro del Interior y Justicia, Ramón Rodríguez Chacín, quien fue detenido ilegalmente y golpeado salvajemente.

López tiene el triste antecedente de haber participado del golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez en abril 2002. Durante las 48 horas que duró el golpe, salió a “cazar chavistas”.

Los vínculos de López con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos también fueron demostrados por varias investigaciones. Es conocida su estrecha relación con el expresidente y líder de la derecha colombiana Álvaro Uribe, quien mantiene abierta relación con el paramilitarismos. También son conocidos los vínculos de López con el ultraderechista senador estadounidense Marco Rubio. El republicano ha pedido una y otra vez sanciones contra Venezuela y se ha dedicado a atacar a todo lo que considere de izquierda o progresista en la región. Algo que no es de extrañar, dado que su círculo más cercano está formado por miembros de los grupos terroristas y mafiosos radicados en el estado de Florida.

Este hombre inescrupuloso y violento es el líder que los medios hegemónicos y los líderes de la derecha regional (entre ellos, el presidente argentino Mauricio Macri) quieren disfrazar de víctima. Leopoldo López es un sinónimo de intolerancia y violencia y no hay maquillaje mediático que pueda ocultar esa realidad.


 

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