La teoría de los dos demonios en tiempos de cambio

Por Contexto

Frente a un amplio y generalizado rechazo político y social a la represión contra los trabajadores despedidos, desde la Municipalidad de La Plata y el Gobierno provincial sólo se escucharon argumentos de justificación y hasta de respaldo hacia la Infantería de la Policía bonaerense. La misma línea siguió su principal aliado mediático, el diario El Día, que hablaba de “supuestos heridos” cuando las redes sociales y los canales de televisión daban cuenta de evidencia incontrastable.

El encargado de marcar el camino fue el secretario general de la Comuna que conduce el macrista Julio Garro, Javier Mor Roig. Cuando las postas de goma todavía estaban humeantes en Plaza Moreno, el funcionario no mostraba demasiada congoja: «No era ideal la represión, pero la situación lo ameritó».

El ex senador provincial también fue el elegido para comenzar a agitar la idea de los “infiltrados” en la movilización como una excusa principal para no cuestionar el accionar de los uniformados que maneja un ministro de Seguridad de su mismo espacio político.

Sin dar nombres propios ni muchas precisiones, relató: «Nos habían avisado que iba a haber una movilización con gente que tenía otras intenciones atrás. Teníamos la información de que estaban organizando algo que no iba a ser tranquilo y vinieron con funcionarios de la gestión anterior que los arengaron”.

Minutos después, y antes de dar una conferencia de prensa, Garro se expresó sobre el asunto por la red social Twitter. Sin explicar si se trataba de minimizar los hechos o de sobredimensionar el poder de esa red social, lo primero que escribió fue: “Lamento lo sucedido hoy. Un grupo de 200 individuos se presentó frente a la municipalidad con claras intencionalidades políticas”.

Aún los heridos permanecían en el hospital, y el intendente ya elaboraba una hipótesis exculpatoria con su gestión y con las llamadas fuerzas del orden: “En menos de 20 minutos se organizaron y apedrearon a los efectivos policiales que estaban custodiando los ingresos al Palacio”.

Al mismo tiempo que Garro se victimizaba, las filmaciones que se subían  a YouTube y corrían de celular en celular a través de WhatsApp mostraban que los manifestantes se habían dado cita en un número reducido y que su accionar era inofensivo para una barrera de infantes con pesados y aparatosos pertrechos.

“Lo que vivimos en la Municipalidad no tiene que ver con trabajadores que vinieron a reclamar pacíficamente”, continuaba posteando el jefe comunal, sin dejar en claro a qué se refería con el “vivimos”, ya que nadie lo vio en la plaza ni cerca de lo que pasaba.

Con un importante nivel de sarcasmo, también tuiteó: “Pelear contra estas estructuras políticas no es gratis. Estos ataques son la respuesta que nos envían”. Los “ataques” a los que se refería eran los piedrazos que dos personas aparecían tirando contra el Ejecutivo local. Una especie de teoría de los dos demonios aggiornada a este tiempo de cambio. El ataque que generó el ataque. Las piedras que motivaron las postas de gomas en la espalda.

Pero parece que el libreto que siguió Garro no era de su invención. Es decir, que no se cortó sólo. Horas más tarde, el diputado provincial de La Cámpora, Miguel Funes, se quejaba de que Federico Salvai, el ministro de Gobierno de María Eugenia Vidal, tenía la misma postura inconmovible.

“Salvai, en la reunión de Presupuesto me transmiten que una manera de justificar era evaluar si los agredidos son trabajadores o no. Esta es la mirada sobre la seguridad, el uso de la fuerza y los derechos humanos”, se lamentó.

El ruido de los disparos

El histórico brazo mediático de las sucesivas intendencias de la ciudad, El Día, informaba lo que tenía lugar en la sede del Poder local de una manera bastante liviana desde su sitio web. También abonaron a la teoría de la “provocación” y del “grupo” de personas ajenas a los que “estaban en el lugar desde temprano”.

“Por calle 14 se sumó un grupo de manifestantes con carteles y, en medio de insultos y apenas un instante después los efectivos policiales que estaban apostados en el lugar lanzaron gases lacrimógenos y hasta se escucharon disparos de balas de goma para dispersar a los manifestantes”, contaba el primer parte informativo de lo sucedido, sin detallar si lo que lastimó a los cesanteados fue sólo ese estruendo o las balas de goma propiamente dichas.

El centenario periódico de la capital bonaerense se quedó sólo en su defensa del salvaje avance de los efectivos, ya que hasta Perfil y La Nación se permitieron cuestionar lo que pasó y la respuesta oficial. “Mor Roig justificó el avance de las fuerzas de seguridad en la manifestación realizada esta mañana frente a la sede comunal, al reconocer que ‘no era ideal la represión, nada justifica la violencia, pero la situación lo ameritó’”, escribió la empresa de Jorge Fontevecchia.

“‘Yo no soy ñoqui, nunca lo fui’, dijo una mujer identificada como Ana María, la ex empleada de la municipalidad de La Plata que recibió nueve disparos de balas de goma en la espalda, según las fotografías tomadas, durante la manifestación por despidos frente a la municipalidad”, describieron a su vez desde las oficinas del diario de los Mitre. Ninguno se aventuró a tapar el sol (o las fotos en este caso) con las manos.


 

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