La opinión de Carlos Barragán: ¿qué hacemos con el periodismo?

Por Carlos Barragán

Hace una hora larga que vengo pensando qué escribir para este nuevo Día del Periodista. Y por supuesto pensé en criticar a los inútiles bien pagos, a los venales mejor pagos, a los operadores abundantemente pagos y a los cuidadosos neutrales correctamente pagos. Después me iba a plantear una vez más si el problema es cuánto cobran, o si el problema es que no son periodistas “de verdad”. Y seguramente me iba a indignar por las injusticias, la ausencia de ética, la falta de libertad de expresión, y todo eso. Ah, y también pensé en escribir sobre Rodolfo Walsh, que viene a ser la mosca blanca que siempre tenemos a mano para sentir que un periodismo virtuoso es posible.

Pero, por suerte, mientras iba haciendo ese repaso previsible me apareció una pregunta como aparece el agua cuando uno está haciendo un agujero para poner un poste. La pregunta es qué hacemos con el periodismo. Nunca lo había pensado así: ¿qué hacemos con el periodismo? Pensemos. Regularlo o monitorearlo podría ser una respuesta. Capaz, quién te dice. Trabajar para mejorarlo suena bastante decente y voluntarioso. Poner en evidencia sus desviaciones es lo que venimos haciendo sin mucha suerte. Prohibirlo suena lindo pero es inviable. Entonces ¿qué hacemos con el periodismo? ¿Hay algo que podamos hacer? Y, finalmente, ¿hay que hacer algo? La tentación de recordar los innumerables casos de periodistas repugnantes es grande, porque uno piensa que señalando los defectos podrá demostrar o promover las virtudes.

¿qué hacemos con el periodismo? Supongo que lo mismo que hacemos para que el sistema capitalista no nos esclavice: sindicalizarnos.

Sin embargo, el sistema periodístico no se inmuta frente a esos análisis casi siempre morales. Es más, parece que ante cada intento por desenmascarar su mala praxis, su violencia o sus falsificaciones, el sistema periodístico se fortalece, cierra filas y encuentra mejores argumentos para justificar su envilecimiento. Esto, por lo menos, es lo que vivimos en los últimos años, después de los esfuerzos cotidianos por revelar la verdadera índole del sistema periodístico. Cuando se fue el gobierno que favorecía ese blanqueo –si se me permite el exabrupto–, el periodismo sistémico no emergió con más fuerza, porque nunca se fue ni perdió fuerza, pero dio un salto cuantitativo.

Como si las críticas que se le hacían hubiesen sido una especie de “apretar un resorte”, y cuando esa presión no estuvo más, el resorte no sólo se estiró sino que salió disparado hacia el espacio sideral. Ese espacio sideral que hoy es el vale todo del periodismo sin barreras éticas, ni epistemológicas, ni físicas, ni legales. Ese periodismo –porque es cierto que hay otro periodismo, pero es tan chiquito que parece otra cosa– hizo suyo el principio de que lo que no te mata te fortalece.

Entonces, ¿qué hacemos con el periodismo? El periodismo de verdad, no el de Walsh, que lo mataron y no se fortaleció, no el de los tantos periodistas sin voz, no el de los periodistas que se autogestionan. Yo digo el periodismo en serio, el que tiene la torta, los medios, los jueces, los poderes permanentes que lo auspician material y espiritualmente.

Estoy pensando que ese periodismo no tiene solución. Y que no hay que hacer nada con él. Hay que dejarlo existir como es, así como dejamos existir al capitalismo como es. Y no se trata de un paralelismo, sino de asumir que el periodismo de verdad, el establecido, el fuerte, el del statu quo, no puede ser otra cosa que la expresión fiel y fidelizada del capitalismo. Y no somos revolucionarios. No queremos echar del país a las empresas extranjeras, ni a ninguna embajada, ni echar a los periodistas que son su argumento para el abuso sin límites. Y, entonces, ¿qué hacemos con el periodismo? Supongo que lo mismo que hacemos para que el sistema capitalista no nos esclavice: sindicalizarnos.

Generamos conciencia en los sujetos y nos organizamos. A nadie se le ocurre generar conciencia en el dueño de la empresa para que respete los derechos de los trabajadores.

Generamos conciencia en los sujetos y nos organizamos. A nadie se le ocurre generar conciencia en el dueño de la empresa para que respete los derechos de los trabajadores. Sobre todo ahora que ya no hay un dueño y la conciencia de la empresa es un ecuación. Bueno, lo mismo con el periodismo. Habrá que sindicalizar los ojos, los oídos y las mentes para que no se dejen esclavizar por el periodismo. Porque no queremos ni podemos ser los dueños del sistema periodístico y sus herramientas formidables.

Así como no queremos ni podemos ser los dueños de las empresas. Entonces, a lo mejor la pregunta correcta no es qué hacemos con el periodismo sino qué hacemos con sus víctimas. Y ahí la respuesta es más sencilla, aunque no es fácil. Porque lo que hay que hacer es política. Militancia política. Yo sé que los biologicismos son las peores analogías, pero también sé que cuando hay epidemia de gripe lo que se hace es salir a vacunar.


 

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