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FAFO | Desde la raíz

Por Ramiro García Morete

“Árbol verde, noviembre/ merecés lo que anhelás/ ante un campo de ilusiones/ subís las ramas para mirar”. No tiene sentido tapar aquello cuyo destino -parafraseando a Don Ata- es florecer. La casa de La Cumbre está construida para apuntar al patio que, como buen barrio, es compartido con vecinos. Guitarra en mano y compu encendida, pasó muchas horas viendo la higuera y otras especies que admira sin intención enciclopédica, igual que la música. Pensar que promediado el 2012, cuando se mudó tras un derrotero de departamentos, vio como echaban cemento para que no creciera el pasto. Nacido en el Mondongo (y enfermo tripero), creció entre baldíos que lo marcaron tanto como la forestación de sus viajes al sur para mantener activa lo que llama “la maquinita de hacer canciones”.

La raíz artística es profunda. Su madre soprano y su padre tanguero enviaban a sus hermanas mayores a guitarra. Si bien sabía usar la raqueta de plástico usada como mic o viola al ritmo de “Mr. Postman” de Marvelettes en el winco de su cuarto, el niño de 8 años asistió solo para no quedar solo en casa. Tampoco había llegado a su hogar aún esa revolución que fueron los VHS y la videocassetera Sanyo. La profesora adormecería un deseo musical que emerger nuevamente al descubrir al adolescente de enfrente tocando temas de Sui. Allí entendería que la guitarra también estaba para ello y mucho más cuando Alejandro Marotta aplicara la metodología que hoy él mismo aplica en MAPU, su propia escuela musical. Sí, con dos títulos de grado y vasta experiencia, no olvida sin embargo la revelación que fue comprar “Circo Beat” o el Nacio-Rock junto a “Los Discípulos”. Y es que más allá de su vínculo vital con la canción de raíz folclórica y latinoamericana que empezó con Sailamury alcanzaría plenitud con Lusber, había algo de aquellos sonidos iniciales que estaban tapados pero no muertos.

Un taller con Federico Arreseygor lo acercaría -allí por el 2014- aún más a Spinetta y tras varias maquetas, su amigo y notable músico Tincho Casado serían el puntapié para darle un rumbo a esas 35 o 40 canciones inspiradas en los árboles. Como cuando juega a la pelota, apostaría a lo colectivo más allá de la etiqueta de solista. Con Gastón Paganini en el bajo y Casado como productor y baterista, darían forma a un disco de logradas canciones con lenguaje rockero, pero sutileza armónica y admirable precisión en la ejecución. Abriendo el espectro temático de los abetos con referencias al mar, la simbología natural oficia de alegoría más que de paisaje con “Arbolmar”. “Hay muchos soles por escribir” canta Fabián Villamil o FAFO. Por eso ya planea nuevas canciones. Y es que su máquina es de fuerza, pero fuerza natural.

“Arbolmar es un disco que trata de canciones con un estilo y una estética ligada al rock”, introduce Villamil. “Empezó siendo conceptual, hablando de los Árboles, como un homenaje al Flaco y su disco. Pero luego fue mutando y a medida que se acercaba la fecha, aparecieron canciones sobre el mar y el agua. De allí este concepto dual que inventé”. Y relata: “Básicamente lo que ocurrió es que yo tenía un fuerte deseo de sacar un disco solista. Me empezó a pasar que empecé a componer con otra estética. A Tincho lo convoqué para tocar la batería y cuando empezamos a charlar me di cuenta que era el productor y el baterista”.

El taller de su ahora amigo Federico Arreseygor había sido vital para definir ese rumbo compositivo que no cuajaba tanto con las canciones que hace para Lusber: “Es una linda motivación componer acerca de un concepto. Centrarse y tomar un disparador”. Y se explaya: “Para mí la observación de la naturaleza es más que eso, sino también una propuesta de vivir la naturaleza metida o interactuando de una manera lo más cotidiana. A pesar de vivir en estos bloques de cemento, me gusta estar en contacto”.

Si la naturaleza se plasma en las líricas, en la música se percibe ese sonido urbano llamado rock: “Yo creí en una ciudad donde se respira rock y desde pibe toqué rock, blues… esas cosas son la primeras. Y también la canción: Sui Géneris, Charly, Fito, Spinetta. Hay un elemento importante y es que La música no es un cuadro quieto. Siempre la pensé para tocarla en vivo. No es lo mismo la situación de tocar con la guitarra. No es mejor ni peor. Pero el sonido grande, los escenarios… esa experiencia me hace vibrar algo, que no es igual. Yo soy muy de lo colectivo”. Actualmente su banda está conformada por José Centorbi, Mariano Sosa y Andrés Villamil.

Pero más allá de los estilos se define: “Yo creo en las canciones. Si vas solo o con ocho mil orquestas, el tema es que la verdad lo más importante son las buenas canciones y son las que perduran en el tiempo”. A propósito, el músico evoca el ciclo Cancionistas, con el que giró por todo el país, México y Uruguay.

En síntesis, el músico siente este disco como un regreso a sus fuentes. “Uno tiene a veces fascinaciones por rítmicas y maneras de tocar. Pero a veces se termina alejando de lo que a uno verdaderamente lo modificó y lo hizo. Hay músicas, libros y películas que a uno lo modifican”.

 

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