Contra el poder del “macho burgés”, violento y apropiador

Por Víctor Ego Ducrot* /Agepeba

 “No peleamos por un cargo, peleamos por recuperar la patria de los humildes (…). Necesitamos de la inteligencia, de la entrega y la audacia revolucionaria. Tenemos que estar donde corresponde y eso es lo que vamos a hacer en La Plata (…). Desde las noches de los tiempos, las mujeres hemos luchado por la justicia social. Hoy estamos en un tiempo histórico de brutal persecución, por eso esta noche nos juntamos mujeres de diferentes frentes y generaciones, porque estamos luchando juntas. Nos llena el alma este encuentro, venimos con mucho amor para pelear, tenemos bronca con este gobierno saqueador de nuestra patria, y es con ese amor y esa furia que vamos a dar la pelea, porque tenemos la conducción de Cristina y porque estamos convencidas y tenemos la decisión de hacerlo (…) Somos militantes porque damos ideas, ponemos el cuerpo y queremos transformar esto. Somos felices militando este proyecto de estar de este lado de la historia ellos van a terminar en el tacho de basura (…). Es justo que los pibes vayan a la escuela, que tengan cuatro comidas, es justo que tengamos salarios dignos, que nazcamos y podamos morir en lugares dignos, que ni una sola mujer muera en un lugar clandestino por culpa de los conservadores de siempre, que las compañeras trans tengan dignidad”. Esas fueron algunas de las afirmaciones lanzadas en la noche del viernes por Florencia Saintout, ante unas dos mil mujeres que se acercaron a Ensenada para escuchar a la edil platense y decana de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.

Sus palabras son insumos invalorables para este texto que ya anuncié como un intento de ensayo periodístico, con todas sus limitaciones y posibilidades de errar, pero también de acertar. Si Florencia logra desplegar lo que intuyo está implícito en su proyecto político, ya sea como candidata a diputada provincial por el kirchnersimo de La Plata para las próximas elecciones o en la función a la que su militancia la lleve, en la academia, en las instituciones gubernamentales y en las calles; ante la vuelta de la tanta desesperanza podría estar abriéndose un sendero con vocación de grandes alamedas, porque por qué no recordar hoy aquello de “sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el Hombre libre para construir una sociedad mejor”, Con estas palabras retransmitidas por Radio Magallanes, Salvador Allende se dirigía por última vez al pueblo chileno. Era el 11 de septiembre de 1973, día de su caída heroica.

Desde aquél entonces a nuestra actualidad, los acontecimientos colectivos se han precipitado, las más de las veces con dolor para los desposeídos, pero la irrupción definitiva del movimiento de mujeres vino a instalar el conflicto entre dominadores y sometidos en un nuevo plano, en una nueva categoría. Siglos de luchas y miles y miles de protagonistas, a veces notorias, las más anónimas – y por sólo citar algunos ejemplo que surgen al correr del texto: nuestras combatientes por la independencia y las guerrilleras que ofrecieron sus vidas junto a Fidel; en Vietnam; con Rosa de Luxemburgo; las que cabalgaron con Pancho Villa y Zapata por el México insurgente; las que acompañaron a Evita, junto a ella y después, en los ´70 –, a partir desde sus múltiples diversidades y temporalidades, desde sus propias historicidades en cuanto mujeres, todas confluyeron en el diseño de una agenda de cuya realización en buena media depende el futuro de la humanidad, sí de la agenda que proponen las mujeres.

A Florencia Saintout la conozco, la quiero y admiro; lo aclaro por honestidad intelectual y porque a la hora de revisar los paradigmas desde los cuales se ejerce el periodismo contemporáneo resulta oportuno recordar lo que en la Facultad de Periodismo de la UNLP venimos señalando hace años, en el aula, en publicaciones y en tesis de grado y posgrado: la “objetividad” en el sentido cientificista y burgués del concepto es una operación tendiente a legitimar los intereses de las clases dominantes como sistemas de verdades para el conjunto de la sociedad; se trata de una falacia provocada para ocultar que no existe práctica periodística alguna que no sea parcial, que no parta desde un punto de vista ideológico y político preexistente, de modo tal, que desde la mirada crítica de este texto, el periodismo se dirime entre el del “macho burgués”, violento y apropiador, muchas veces encubierto y engañoso, y el de los actores y las actoras individuales y colectivas con afán emancipatorio.

Converso con ella, con Florencia Saintout, aunque no sé –ni viene al caso saberlo – cuáles finalmente serán sus senderos en la política de todos los días, pero su iniciativa, próxima a un nuevo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, y en el contexto de este nuevo tipo de neofascismo que encarna Mauricio Macri, bestialmente machista burgués, violento y apropiador, predador; esa su iniciativa de hacer un guiño claro y sin tapujos convocando primero a las mujeres, es, reitero, esperanzador, para que sigamos “sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el Hombre libre para construir una sociedad mejor”.

No se trata aquí, por ejemplo, de enumerar todas, ni siquiera algunas de las tantas acciones y manifestaciones del presidente Mauricio Macri y su banda, que los muestran como verdaderos “machos” predadores. Lo que sigue es suficiente: “las pibitas quedan embarazadas para poder cobrar la asignación universal”, decía en octubre de 2011 el energúmeno servidor de Cambiemos, Miguel Del Sel.

Ahora bien, no es cierto que “el macho burgués” predador siempre tenga cuerpo de varón, los hay con cuerpo de mujeres, como el caso de la esposa del presidente, la tal Awada, que se luce entre luminarias pero sigue siendo lo que es, un “macho” abusivo y apropiador de tal calaña que hace tiempo fueron conocidas sus andanzas como empresaria que recurría a mano de obra esclava.

Y la gobernadora, apelando a su tonito de bondad virginal – la virginidad debe ser entendida como una construcción machista que en la cultura judeocristiana nace de una de las paparruchas más imbéciles que da el pensamiento mágico, la de María que parió a Jesús no porque unos nueve meses antes retozó como es debido retozar, con José o con cualquier otro, aunque pudo haber retozado con otra e ingeniársela después para concebir, sino porque fue encandilada por un pene divino de un dios ignoto -; esa gobernadora, María Eugenia Vidal, chupa cirios desde la cuna, debe creer que ello la salva de su responsabilidad por tantas iniquidades de políticas represivas, abusadoras de los otros y las otras, obstinadamente contrarias a las necesidades de los pobres – ya que estamos: “la Bonaerense” una vez más mata, como el otro día en la Comisaría Primera de Pergamino -; que ello la salva y tan sólo por pertenecer a la galería de “machos” con cuerpo de mujer, en la que figuran desde Margaret Thatcher, la teutona Merkel, la abatida Hillary, la patética María Julia Alsogaray (¿se acuerdan de aquel ejemplar?).

Pero seamos justos, el poder del “macho”, violento y apropiador en nuestro país es preexistente a la calamidad Macri – Cambiemos y con las debidas excusas por las extrapolaciones y las desmedidas síntesis, se puede afirmar que aquí, como en el mundo todo de la cultura a la que pertenecemos, la del capitalismo dependiente, ese poder es atávico, tanto que se incrusta entre nosotros a partir del momento que nos constituimos como un “nosotros” en los tiempos largos de la Historia, signados por la expropiación no sólo de lo producido socialmente por mujeres y varones, sea esa producción material o simbólica, sino de los cuerpos mismos; y en esa dialéctica expropiatoria, las mujeres sufren una doble expoliación o violación permanente, la del sistema mundo capitalista en sí y la de los varones o “machos”, que lo diseñaron a su imagen y semejanza.

Es decir, el capitalismo cosificador, el de la alienación según definía el alemán Herbert Marcuse en “Eros y Civilización”, de 1955; “El hombre unidimensional”, de 1964; “Un ensayo sobre la liberación” y “Psicoanálisis y política”, 1969; y el poder del “macho burgués”, violento y apropiador forman parte de una misma trama siniestra, que es aquella que aparece cuando de lo conocido surge lo desconocido, cuando los roles beatificados por la cultura muestran sus otras caras posibles: al amoroso novio que golpea y asesina, el abnegado padre que abusa de su hija, el presidente que con cara desencajada habla de moral y transparencia en el Congreso de la Nación, apestando a cuentas offshore, a los millones de Correo Argentino y de Avianca, y tantos y tantos negociados que aprendió desde su cuna, tal cual un nene de la patria contratista, un hijo dilecto de la dictadura, un nieto primoroso de “la Fusiladora”. Otra vez: poder del “macho burgues”, violento y apropiador, y capitalismo.

Esas violaciones se expresan en el no machista al derecho al aborto, porque no existe ordenamiento ni razón alguna, que no sea la del “macho” predador, que pueda negarle a las mujeres la más plena libertad y capacidad de decisión sobre sus cuerpos. Valga entonces recordar que la complejidad de lo humano. Complejidad dada por el lenguaje y la cultura, rebaza lo que algunos denominan mandato genético, según el cual somos para reproducirnos.

Esas violaciones se expresan con el bombardeo constante de las baterías comunicacionales de última generación tecnológica, a disposición del “macho burgués” predador – redes sociales incluidas- para producir, reproducir y perpetuar los “roles femeninos” de seducción de mercado, y por lo tanto como mercancía para vender otras infinitas mercancías; desde la publicidad misma, que es la categoría más visible de esa perversa operación, pero también desde la construcciones culturales más encubiertas, como las del entretenimiento que, a escala mundial, está en manos de un pequeño puñado de corporaciones con Disney a la cabeza. Sin exabruptos me animo a afirmar entonces, que los culos y las tetas que propala el aparato de sentidos hegemónico son culos y tetas de “machos” predadores que tienden a violar a las mujeres; y si ello es así, ajustado a derecho y a las malditas buenas costumbres, si el “yo macho” puede violarlas desde la teles o desde la pantalla de las computadoras, de las aplicaciones de su celular, por qué motivo entonces no va a tener derecho a golpearlas, a humillarlas, a matarlas; si para eso son maridos, novios o lo que mierda se crea que son, siempre bestiales. Ahí entendemos las cifras de los últimos meses en Argentina: más de un femicidio por día en Argentina.

De ahí que las mujeres, no en soledad ni aisladas, sino con plena identidad y autonomía de género, son las actoras decisivas del proceso de emancipación económica, social, política y cultural del conjunto de la humanidad que se aproxima. En ese debe andar Florencia y por eso hay que acompañarla.

(*) El autor es periodista y escritor; doctor en Comunicación por la UNLP; profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la misma UNLP. 

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