Balas de la derecha

Por Carlos Barragán

Vivía en City Bell, en un ranchito frente a un arroyo. Entonces conocí a una chica, nos pusimos de novios y me mudé con ella a su departamento de Villa Crespo. Era el año 1998 y desde entonces este es mi barrio. Acá nacieron mis hijos, acá tengo mi hogar, acá me casé con esa chica que hoy es mi mujer, y acá anoche balearon a las personas que nos reuníamos en un local de Nuevo Encuentro, un rato después de que mi familia y yo nos volviéramos a casa.

Alguna vez conté que no quería darle hijos a aquel país que hoy quiere volver con toda la fuerza. Aquel país era el de la vergüenza, el sometido al FMI, el de la humillación frente a los Estados Unidos, el que se endeudaba para empobrecer y someter a sus habitantes, el que no tenía nada para dar y quería todo para saquear. El país que prefería importar porquerías antes que dar trabajo, el que privatizaba regalaba sus empresas, el que remataba lo que era nuestro. Aquel país que nos había enseñado que “somos una mierda” y por lo tanto ni siquiera merecíamos la dignidad de darnos un gobierno propio. Recuerdo las propuestas de traer “expertos de afuera” para que nos manejaran, y hasta circuló la idea de dividirnos en tres o cuatro países, por aquello de las regiones inviables y las economías incompatibles. Los más audaces, la estupidez es audacia a veces, querían que los expertos fueran “japoneses”. Porque el japonés es un tipo serio.

Alguna vez conté que fue Néstor Kirchner el que me devolvió la Patria, y con la Patria las ganas de tener hijos para esta tierra, que en su versión doméstica es mi tierra de Villa Crespo. Anoche los llevé conmigo al local que se inauguraba en este barrio. Un gesto, el de la inauguración, que es doblemente fuerte en días en que quieren hacernos creer que no tenemos nada que inaugurar sino mucho para clausurar. Pero no hay clausuras. Por eso fui, para respaldar el doble esfuerzo de poner energías en hacer política cuando el nuevo gobierno hace todo lo posible para que la política deje de ser una opción entre nosotros. Y hoy debemos hablar de balazos. Durante doce años nadie habló de balazos. Pero todo ese tiempo la derecha reaccionaria que hoy gobierna se encargó de estigmatizar la política y la militancia, machacando día tras día su perjurio, argumentando sin más razón que su voluntad de destruirla que la política es corrupción, es inmoralidad, es latrocinio, es la más baja de las perversiones. Ese es el relato del gobierno y el de sus medios tan poderosos.

Hoy mismo Clarín y La Nación “informaron” lo que había ocurrido. Según ellos, no hubo disparos sobre personas reunidas en un local político, sino que “Denuncian que atacaron a balazos”. Ambos diarios oficialistas utilizaron el mismo título como un guiño hacia sus lectores mejor adiestrados: si “denuncian” es que no pasó nada, o fue un autoatentado. Y, por supuesto, allí están los cientos de textos de sus lectores insultando a los militantes por el supuesto autoatentado, y no faltan los muchos que se lamentan porque los disparos no consiguieron ningún muerto. Clarín y La Nación, que dicen administrar los comentarios, dejaron pasar decenas de deseos de muerte, de pedidos de muerte, de justificación de la muerte, de alegría por la muerte. Obviamente que nada se les escapa y que sus lectores funcionan como su verdadera y más profunda línea editorial. No sé de qué manera podríamos eximirlos de esa responsabilidad. Clarín y La Nación fomentan la persecución y las acciones violentas sobre todos nosotros. Lo mismo hizo el ministro Lombardi cuando salió a hacer campaña sobre algunos periodistas acusándonos una y otra vez de violentos, ladrones, corruptos y fanáticos que no teníamos derecho a expresarnos en ningún medio. Lo mismo hizo Macri cuando en el debate presidencial utilizó el concepto “panelista de 678” como sinónimo de mercenario al servicio de la mentira y la corrupción. Lo mismo hacen los funcionarios de cada área del Estado cuando dejan a cientos de trabajadores en la calle. Lo mismo hacen los medios y los funcionarios cuando describen las plazas donde nos reunimos “los fanáticos ultra K”.

Sabemos que este gobierno no está solo. Que viene como cabecera de playa de una restauración conservadora y liberal en todo nuestro continente.

Sabemos que este gobierno no está solo. Que viene como cabecera de playa de una restauración conservadora y liberal en todo nuestro continente. Vemos cómo en cada uno de los países con gobiernos populares la derecha utiliza los medios y el Poder Judicial para perseguir a sus figuras más representativas. Lo vimos a Lula interrogado por un policía. La vemos a Milagro Sala en la cárcel. Vemos los ataques a Evo, a Maduro, a Dilma, a Correa, a Bachelet. Y entre nosotros la persecución a Cristina que se acelera, porque la derecha olió la sangre del pueblo cuando ganó las elecciones y ahora va por más. Pero para ir por más necesita sangre de verdad. Por eso fomentan el odio, y excitan a sus seguidores más irracionales. Deseando que después de la acción “purificadora y justa” venga la reacción “violenta e injusta” de parte del pueblo para así darnos el golpe final. Ese deseo, el más oscuro que tienen, es el primero que no debemos cumplir. Para eso tienen a sus vengadores solitarios y a sus fuerzas de seguridad. Nosotros, nuestras conciencias.

Hoy volví a ir al local de Nuevo Encuentro donde se denunciaron estas cosas y otros casos similares. Hablé con mucha gente, pero, cuando me iba, la última persona con quien hablé fue un hombre con algunos años más que yo. Le comenté que había decidido no llevar más a mis hijos a ningún acto y el dolor que eso me provocaba. El compañero, invocando su experiencia, me dijo que así son las cosas cuando la derecha gobierna. Que es lo normal tener que cuidar a los chicos, y que tenemos que cuidarnos más. Que los militantes jóvenes no pueden salir a pintar paredes así nomás, sin tomar recaudos. Que es así. Y que no me amargue porque es así. Tenemos que andar con cuidado. Y supongo que tiene razón. Es así. Cuidarnos.

Entonces, si es así, seguiremos inaugurando locales y volveremos a reunirnos. Seguiremos reunidos para organizarnos y para discutir de qué manera seguir luchando para recuperar la Patria y la dignidad. Y volveremos mañana a las plazas, a las mateadas, a las marchas, a llevar pancartas y a pintar paredes. Y habremos de renovar y retemplar la voluntad para seguir adelante, ahora con cuidados que antes no necesitamos. Seguiremos adelante a pesar del miedo. Porque la derecha siempre nos dio miedo y siempre supimos por qué nos daba miedo. Porque la derecha es el odio, el atropello, la opresión y la injusticia. Nosotros lo sabíamos, lo olvidamos un poco, lo volvimos a recordar, y ahora nos quema en la piel. Por eso tenemos la obligación de oponernos a la derecha. Por eso tenemos la obligación de recordarles a nuestros representantes que ellos deben estar de nuestro lado. Y que si entre nosotros ahora debemos cuidarnos, ellos son los primeros que deben cuidarnos. Esa es su responsabilidad, esa es la única oposición responsable.


 

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