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William Campbell: pura química

Por Ramiro García Morete

“Esta noche estamos desconectados/Solo queda intentar dormir… o salir a pasear a mi perro Jorge”. El perrazo marrón y callejero que llevaría ese nombre, aún no había llegado a la vida de Nicolás Acosta. Pero aquel verso –que obviamente era un chiste sobre una letra real de un tema de un demo– sería la primera y única que vez que sus compañeros reprobarían de manera tajante. Es verdad que la cara de Juan Pedro García Bossio (bajo) había sido algo reticente aquella noche en la cervecería de Diagonal 74, cuando le contó a su amiga común y directora de coro Cami que le recomendara algún cantante para la banda que estaban formando junto a Iñaki Goyeneche (guitarra) y Pedro Dal Bianco (batería). “Mirá que es de rock”, aclararía el guitarrista cuando Nicolás –que formaba parte de esa mesa– tuvo el arrojo de ofrecerse. Pedro quiso filtrar con referencias a bandas ya que la única imagen que tenía hasta entonces era la de Nicolás jugando al cantante latino en un karaoke de cumpleaños.

Pero el joven que llegó de Tandil para estudiar medicina, siempre había cantado y guardaba sus propias imágenes. Como la de aquel “mosh” en el acto de fin de año de la escuela, cuando formaron una banda e interpretaron una canción propia. Si bien había estudiado guitarra –con la misma criolla Cielito que le regalaron a los 6 y que hoy conserva– e íntimamente sabía que podía cantar, había abandonado porque le daba pudor mostrarse. No como cuando a los tres saltaban enloquecidos con “Juegos de seducción”. A su madre le gustaba Soda Stéreo, tanto como a su padre la idea de que su hijo tuviera alguna inclinación musical. Por eso no le molestaría que en su cumpleaños del 2016, Nicolás no estuviera en Tandil sino en Tolosa.

Aquel 12 de agosto, llegaría a casa donde el resto se venía juntando desde febrero. Una versión por nota de voz de celular de “Why you only call me when you´re high?” le había valido el visto bueno. Sí, de los mismos Arctic Monkeys que verían juntos en el Lollapallooza, entre tantos otros recitales locales a los que asistirían inseparables. Y es que desde aquel ensayo, todo fluiría con la misma naturalidad que la música. Como cuando Nico –aún con restos de pudor– improvisa versos en inglés sobre las notables misteriosas bases de la banda, con guitarras sugerentes, baterías y bajos llenas de groove, todo con un destacable cuidado por el detalle. Como cuando desde su casa busca las palabras y melodías exactas, pero siempre basado en la química y la emoción que la música sugiere. Un puñado de meses después, estarían debutando con cinco canciones en La Clave. Un puñado de años después, horas y horas compartidas desembocaría en “Nuevo Protagonista”, un muy buen debut discográfico que presentaran oficialmente la noche de Live Club en la que la energía de más de doscientas personas hizo sentir a Nicolás como aquel niño de 3 años. Pero con la certeza de que esto finalmente crece, que es verdad y no un mito como el que le da nombre a William Campbell.

“Es básicamente nuestro hijo”, define Acosta el álbum de ocho tracks. “Se venía gestando desde hace muchísimo tiempo. Fue mucho trabajo de pensar y repensar las cosas: qué teníamos y adonde queríamos llegar. Estamos contentos con estos 8 temas que pudimos meter en el disco y que armonizan entre ellos”. La metodología de composición de William Campbell incluye un paso previo a la sala y es juntarse antes en las casas. “Lo que hacemos es juntarnos a ensayar en primera instancia en la casa de batero o guitarrista. Y a partir de ahí es donde sale la forma primero de pensar una base. Y después llevarlo a la sala y hacer una maqueta. Trabajamos con lo que hacemos en el vivo. Por eso nos gusta tanto salir a tocar. Somos muy amigos y tenemos mucha complicidad a la hora de tocar”.

Con influencias que van desde los mencionados Monkeys a los Red Hot Chilli Peppers pasando por el llamado indie platense, relata la calidad de audio del disco: “Tiene muchísimo peso Iñaki, que fue básicamente el productor. Él pensó la idea de seleccionar ciertos temas, una forma, una armonía. Iñaki fue el cerebro de toda la operación y que después de terminada la mezcla siguió haciendo violas. Le agregó miles de capas para que pudiera sonar lo más integral”. Para compensar en vivo, suele sumarse Tibu para “jugar de comodín. Y este año nos planteamos la posibilidad de trabajar con pistas”. Pero deja en claro que el disco y el vivo son “dos experiencias distintas. Y en el vivo querés energía, querés pasión”.

Las letras –que en algún caso pueden ser en inglés– “están inspiradas por cosas que veo. Series, pelis o inclusive jueguitos. Pero no soy de escribir por fuera de las canciones. La música me tiene que dar la pauta de qué es lo que quiero escribir”.

“El primer proyecto serio de cada uno de los cuatro. Ninguno había estado en planta permanente –bromea Acosta–. Nos sentimos un grupo desde el día cero. Siempre fue tirar para adelante. Fue un proceso de amistad que se gestó”.

Si bien la pandemia frenó –como a todo el mundo– el impulso, el entusiasmo no cede. Tras ganar una encuesta en Instagram “confrontando” a importantes bandas de la ciudad, “nos quedamos re manija. Pensamos como con la idea, un relanzamiento del disco, mostrando cosas inéditas de la grabación en los estudios  Crazy Diamond de Sebastián Medina. Los viajes en el Roca, que se sumaban a la Línea C y E. Por ahí teníamos cuatros horas de viaje y tres de grabación. Y a la vez tenemos en veremos la producción de una maqueta y dos o tres temas en vistas de qué va a pasar. Ni bien se libere vamos a tratar de grabar para sacarlos”.

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