Una carpa no es una casa: el acampe previo a la marcha

 

Por Florencia Abelleira

“No al desalojo”, anuncia un pasacalle que atraviesa la 520 a la altura de 211. El imperativo es el mismo que utilizan los vecinos cuando dicen que quieren recuperar las tierras que habían tomado hasta que la policía entró mientras dormían en la madrugada del jueves 7 de mayo y los reprimió, echándolos a la fuerza.

Detrás del cartel hay familias en ronda comiendo un plato de guiso que acaba de salir de una gran olla que una mujer de piel curtida y arrugada revuelve sin cesar. Unas cuantas carpas están apoyadas en el asfalto, con niños durmiendo y madres acomodando y limpiando las pocas cosas que rescataron esa noche de violencia e injusticia. Algunos perros merodean entre niños que juegan al fútbol. Un hombre de tez morena con un overol azul gastado está recostado sobre la vereda, descansando. Tiene las manos negras de mugre, pero allí la poca agua que hay alcanza sólo para beberla. Se llama René, es boliviano y desde 2004 se instaló en Abasto para cosechar verduras en una quinta. “El jueves a las seis de la mañana nos quemaron las chozas que teníamos, nuestras camas, nos sacaron con gases lacrimógenos, a tiros. Quemaron un perro delante de mí. ¿Sabe cómo hicieron? El perrito estaba amarrado, agarraron una frazada, lo taparon, le echaron nafta y lo prendieron fuego. Yo escapé pero me agarraron tres quintas para allá y me dieron un palazo”.

El aire de Abasto está denso. La tierra que vuela se mezcla con el humo que todavía sale de las cenizas, vestigio de fogones o gomas que quemaron sobre la calle en señal de protesta. Las familias que fueron desalojadas acordaron montar un acampe a una cuadra de las cincuenta hectáreas que estaban abandonadas en las calles que van de 520 a 530 y de 213 a 217, hasta el miércoles, cuando sesiona la Legislatura provincial. Las 1.500 personas sin hogar organizaron una marcha con el fin de presionar para que se apruebe el proyecto que presentó el senador del Frente para la Victoria, Emilio «Taka» López Muntaner, que busca la expropiación de los terrenos y la construcción de un complejo de viviendas.

Ese predio pertenecía a la empresa Texlán, que adquirió los lotes en 1988 pero que en 2001 entró en cesación de pagos y luego quebró, momento en que AFIP y Rentas de la provincia pasaron a ser sus principales acreedores. A pesar de que el juez Luis Arias –que presentó una medida precautelar para suspender la decisión de la Justicia penal de desalojar a las familias– confirmó que las tierras eran fiscales, Alberto Mattioli, dueño de la inmobiliaria Mattioli ubicada en Olmos, insistió con que eran suyas. “Estamos acá porque, si nos vamos, este hombre (por Alberto Mattioli), como tiene mucho dinero, compra jueces, compra fiscales. Nos quiere donar 16 hectáreas, pero ¿cómo las va a donar si no son de él? Nosotros las agarramos porque realmente las necesitamos, sino nos quedamos en la calle”, dice Marcelo, referente de la manzana 12.

Según María, otra de las referentes de la toma, Mattioli tiene más de setenta denuncias y es el tránfuga más grande de Abasto. Muchos bolivianos que hoy están en el acampe le habían alquilado a esta inmobiliaria parcelas lindantes donde producían la tierra. “Yo averigüé por un vecino y me aseguraron que el terreno no tenía dueño. Los contratos que Mattioli hacía tenían muchas irregularidades. Por ejemplo, cuando los vio un abogado dijo que no podía alquilar si no tenían un timbrado”.

 

Resistencia organizada

“Tenemos que estar juntos, en grupo, unidas las 1.500 personas que somos, porque así vamos a encontrar apoyo y vamos a lograr que nos den esas tierras”, dice René. Las 450 familias, que se habían ordenado de manera pacífica en parcelas que dividieron de manera equitativa en 36 manzanas, están igual de organizadas en el acampe. Algunos cocinan, otros limpian, otros acomodan la comida que les donaron.

María tiene 35 años y fuma un cigarrillo tras otro. Era remisera, igual que su marido, y vivía en la casa de la suegra con sus dos hijos. “¿Vos sabes lo que es vivir de prestada toda tu vida? No sé lo que es vivir sola con mi marido. Van a ser 19 años que estamos juntos y no sabemos lo que es tener nuestra casa, estar solos y tranquilos”.

Cuando se enteró de la toma, habló con sus once hermanos –ninguno con casa propia– y decidieron instalarse con una casilla de madera que construyó uno de ellos.

Fue una de las primeras familias en ubicarse. “Nosotros cercábamos lo nuestro y cuando caía gente preguntaba qué parte estaba vacía y la ocupaba”, cuenta. Así, sin ambiciones ni intenciones de tener una casa grande con un patio grande y demás lujos innecesarios con que sueñan tantos, se organizaron estas familias en un predio al que inmobiliarias como la de Mattioli o cualquier otra podría explotar por 300 millones de pesos, según estima María. “Yo agarré un pedazo del cual sé que tengo que dividirlo con alguien porque es grande y yo no necesito tanto terreno. Nosotros no queremos estas tierras para venderlas, las queremos para vivir”, relata Marcelo.

A cien metros, una camioneta de la Policía monta guardia en lo que ahora es la entrada al predio que un hombre está terminando de alambrar. Un efectivo asoma la cabeza por la ventana en señal de que está vigilando. Dice que no sabe si la fiscalía mandó a alambrar o lo hizo “el supuesto dueño” del terreno o vaya a saber quién. El hombre entierra los palos con fuerza, y ata ese alambre nuevo, brilloso, símbolo de propiedad privada, que debería ser suplantado por los ladrillos que esa gente merece.

 

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Miércoles: movilización por la expropiación en Abasto

Los vecinos desalojados del predio de Abasto, en la periferia de La Plata, marcharán hoy a las 12hs a la Legislatura bonaerense. Partirán desde 7 y 32 y caminarán hasta 7 y 51. Apoyarán los proyectos de expropiación presentados por legisladores del FpV y pedirán por el derecho a la vivienda digna.

La movilización contará además con el apoyo de diversas organizaciones políticas, sociales y de derechos humanos.

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