“Tomen su bandera y sean los dirigentes de sus destinos”

Por Roberto Álavarez Mur (desde Plaza de Mayo)

“Miren que no puedo hablar mucho porque a las doce me convierto en calabaza”. Habló Cristina Fernández de Kirchner una vez más, en el tono afectivo y casi de camaradería con los miles de argentinos presentes en Plaza de Mayo. Habló con ese código de compañerismo construido durante más de diez años de diálogo con el pueblo, y que anoche tuvo su último adiós.

– ¿Se escucha bien? –La concurrencia afirmó al unísono.

– Yo también los escuché, los escucho y los voy a escuchar siempre.

En un acto de demostración popular si precedentes, Cristina Kirchner se convirtió anoche en la primera mandataria en finalizar su cargo con un acto de despedida por parte de su pueblo. La ahora ex presidenta se dirigió a unos 700 mil ciudadanos y militantes, luego de inaugurar una figura en mármol con el busto de Néstor Kirchner en la Casa Rosada.

Quiero decirles a todas y todos que si después de estos intensos doce años y medio, con todos los medios de comunicación hegemónicos en contra, con las principales corporaciones económicas y financieras nacionales e internacionales, con persecuciones y hostigamientos permanentes de lo que yo denomino el Partido Judicial, después de tantos palos en la rueda, intentos de golpes destituyentes, podemos estar aquí dando cuentas al pueblo, me imagino que si con tantas cosas en contra hemos hecho tanto por los argentinos, cuántas podrán hacer los que tienen todos estos factores a favor.

Espero también mayor grado de democracia que alcance a los tres poderes del Estado, porque parece ser que la democracia y la libertad sólo se aplican respecto al Poder Ejecutivo. Necesitamos que los poderes del Estado se democraticen, que sirvan a todos los ciudadanos. Que no sean el ariete de la democracia y de los gobiernos populares, y mucho menos del pueblo.

«parece ser que la democracia y la libertad sólo se aplican respecto al Poder ejecutivo. Necesitamos que los poderes del Estado se democraticen, que sirvan a todos los ciudadanos.»

Me hubiera gustado poder entregar el máximo mando ante la asamblea legislativa, el máximo órgano popular y federal de nuestro país. Pero bueno, la verdad es que he visto muchas medidas cautelares, contra la Ley de medios o contra decretos del Poder Ejecutivo. Pero les puedo asegurar que en mi vida pensé que iba a ver un presidente cautelar durante doce horas en mi país.

Digo esto con sinceridad. No podía creer que, luego de que el pueblo en las últimas elecciones presidenciales concurrió tres veces a las urnas, en virtud de lo que dicta la Constitución, me costó mucho ver un presidente en una sentencia judicial en la que nadie había votado. Será que la próxima vez, en lugar de presidente, tendremos que votar también por un presidente provisional en la boleta. Me dolió.

Confieso que me dolió como argentina. No nos lo merecíamos. No lo merecía ningún argentino. Ni el 51 por ciento que los votó, ni tampoco el 49 por ciento que lo hizo por nosotros. No lo merecía ningún argentino. Porque habían ido a votar, y cada uno había hecho su elección.

(El discurso de Cristina comienza a interrumpirse ante el cántico: «¡Procesado, procesado, procesado!»)

«me costó mucho ver un presidente en una sentencia judicial que nadie había votado. Será que la próxima vez, en lugar de presidente, tendremos que votar también por un presidente provisional. Me dolió.»

Nosotros tenemos la obligación de ser más maduros, porque nosotros amamos a la patria profundamente. Nosotros creemos en el pueblo y creemos en lo que hemos hecho. Y como creemos en ello, debemos tener la actitud positiva para ayudar a que estas cosas no puedan ser destruidas. Nuestra responsabilidad es grande porque hemos construido esta Argentina de mayores derechos, que dejamos desendeudada como nunca antes nadie lo había hecho. Esta Argentina que dejamos con 119 nietos recuperados.

Yo quiero decirles a todos y a todas, fundamentalmente a los que nos acompañan hoy o los que nos escuchan desde sus casas, que se mantengan unidos los argentinos.

Yo espero, y le pido a Dios, que dentro de cuatro años, quien tiene la responsabilidad de conducir los destinos de la patria pueda, frente a una plaza como esta, decirle a todos los argentinos que también puede mirarlos a los ojos.

Cada uno de ustedes, 42 millones de argentinos, tiene un dirigente adentro. Y que cada uno de ustedes, cuando sienta que aquellos en los que confió y depositó su voto los traicionaron, tome su bandera y sepa que son los dirigentes de sus destinos y constructores de sus vidas. Esto es lo más grande que le he dado al pueblo argentino: el empoderamiento popular, el empoderamiento al ciudadano, el empoderamiento a las libertades y el empoderamiento a los derechos.

Gracias por tanta felicidad, gracias por tanta alegría, gracias por tanto amor. Los quiero, los llevo siempre en mi corazón, y sepan que siempre voy a estar junto a ustedes. Gracias a todos.

Fuegos artificiales comenzaron a iluminar el cielo entre el Cabildo, la Catedral y la Casa de Gobierno. Cristina habló como Presidenta por última vez hacia los argentinos y argentinas. Y todos estuvieron allí para acercarle un sentido adiós. O, al menos, un hasta luego.

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