“Todavía falta mucho para saber qué pasó”

Por Mirta Taboada

María Eugenia Ludueña, Licenciada en Comunicación (UBA), era subdirectora de la agencia Infojus Noticias, desguazada por el Ministerio de Justicia de la Nación a partir de la asunción de la gestión macrista. Además coordina talleres de periodismo y derechos humanos para jóvenes en la Asociación Civil Miguel Bru y es docente de posgrado en la Especialización en Periodismo Cultural y la Maestría en Comunicación y Derechos Humanos de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP).

Ludueña es autora del libro “Laura. Vida y militancia de Laura Carlotto”, la primera biografía sobre la hija de la presidenta de la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo. A partir de su recorrido, el 20 de abril inicia el seminario-taller «Crónicas de la memoria. Investigar y contar el pasado reciente” en Cosecha Roja, la Red Latinoamericana de Periodismo Judicial, destinado a quienes quieran explorar las múltiples maneras de narrar la memoria.

¿Por qué  la crónica como forma de abordar el pasado reciente y qué implica adoptar una mirada de cronista?

 ​La crónica es el terreno donde los mil géneros -novela, entrevista, ensayo, autobiografía, teatro, etc.- pueden convivir al servicio de la reconstrucción de hechos, de territorios o de personajes.​ O parafraseando a Juan Villoro, porque la crónica ​es «​el​ ​ornitorrinco de la prosa”. Adoptar una mirada de cronista implica​ enfocar el tema desde un ángulo, desde una conciencia ​​que es también un modo de trabajar y de plantarse frente a ese objeto de estudio.​ Mirar para tratar de comprender no solamente a partir de datos sino de cómo los relaciono y articulo con lo que escucho y observo en el recorrido. ​

¿Qué cualidades debería tener una investigación periodística de este tipo y qué responsabilidades le caben a las/os periodistas?

​Una buena investigación debería contener una serie de ítems que hacen a la calidad periodística: historias, datos, voces y fuentes, documentos, contexto, estructura, personajes, escenas y mirada. A los periodistas les cabe una triple responsabilidad al contar estas historias. Una responsabilidad de atenerse al rigor periodístico.​ ​Por ​otro lado está el pensar en la responsabilidad enunciativa que significa investigar, reelaborar y aportar un valor para que esos hechos se visibilicen y pasen a formar parte de un circuito de memorias.  Y por último, la responsabilidad de contar la investigación con calidad narrativa.  En general, suelo aprender más de los errores que de lo que sale bien de entrada. Pero creo que un error es no tener la suficiente cantidad de fuentes o de datos, y tratar de suplirlos con una idea equívoca de lo que es la mirada.

¿Cómo se trabaja desde la narrativa periodística a partir de registros y fuentes tan heterogéneas?

​Es un trabajo artesanal y apasionante de montaje. Enhebrar cada hilo en la trama, en el lugar justo, con el espesor preciso, en el momento adecuado del relato final. En ese sentido, las nuevas tecnologías ponen al servicio de las historias una cantidad de materiales a los que antes no se accedía fácilmente y que a la hora de documentar y contar, por ejemplo un contexto, son cruciales. ​

Carloto-Ludueña¿De qué manera se pueden conjungar el periodismo, la literatura y las ciencias sociales al momento de producir conocimiento sobre un tema?

​Creo que lo que en algún momento se llamó Nuevo Periodismo, cuando planteó aplicar recursos de la ficción para narrar la no ficción, hoy ​pasa centralmente por el trabajo en conjunto con las ciencias sociales. La revista Anfibia es un ejemplo de eso, y no el único. En lo particular, la construcción de ​relatos de ​memorias ​implica una serie de rutinas, bibliografías y metodologías de investigación, donde necesitamos miradas híbridas para comprender desde diversas disciplinas (historia, antropología, ciencias políticas, etc.) los contextos en que se despliegan las historias. La literatura​ puede aportar creatividad y técnica narrativa para llegar a las audiencias ​con temas complejos, volviéndolos más atractivos, planteando modos más creativos, para que otras personas puedan sentir​ esos temas como​ propio​s y completarlo​s con sus propias memorias y perspectivas.

​​¿Por qué surge el taller “Crónicas de la Memoria”?

​Lo pensamos desde Cosecha Roja por varios motivos. En el marco de los 40 años del Golpe, y de todos los aniversarios tristísimos que significan y se empiezan a cumplir a partir de esos años, gente que hace 40 años vio por última vez a sus padres o hijos, por ejemplo. A partir del cierre de Infojus Noticias, donde la cobertura de crímenes de lesa humanidad y terrorismo de Estado era intensiva, nos parece importante seguir impulsando la escritura de estos temas no sólo desde un espacio como Cosecha Roja sino también desde la formación. En un contexto de crecientes dificultades en el campo de las políticas de derechos humanos, queremos fortalecer a todas aquellas personas que tengan un proyecto en la cabeza o a mitad de camino, impulsando a escribirlo y publicarlo. La escritura sobre el pasado reciente requiere de algunos métodos y rutinas. En ese sentido, queremos compartir mucho de lo que aprendimos, en mi caso, desde​ ​Infojus Noticias y desde la escritura del libro de Laura.

A los periodistas les cabe una triple responsabilidad al contar estas historias. Una responsabilidad de atenerse al rigor periodístico.​ ​Por ​otro lado está el pensar en la responsabilidad enunciativa que significa investigar, reelaborar y aportar un valor para que esos hechos se visibilicen y pasen a formar parte de un circuito de memorias.  Y por último, la responsabilidad de contar la investigación con calidad narrativa.

¿Cómo te involucraste en las historias de Estela,  Laura y la restitución de Ignacio Montoya Carlotto?

​Me involucré desde el trabajo, las entrevistas, la investigación. Contarla a Laura fue también contar cómo Estela se convirtió en Abuela, y fue contarla como parte de un colectivo de víctimas del terrorismo de Estado. ​Hace unos meses se reeditó el libro, y agregué un epílogo sobre la restitución de Ignacio. Me siento privilegiada de haber podido contar esta historia.

¿Crees que el periodismo narrativo y de investigación se hace en la misma medida y es posible en todos los medios de comunicación?

El periodismo de investigación y narrativo, requiere de un tiempo. No se hace con un llamado telefónico ni por internet. Requiere de esperar a que una fuente considere es el momento de hablar, y de tantas otras cosas. Cada vez menos medios están dispuestos a apostar y a costear ese tiempo. El problema no es publicar ese tipo de periodismo, porque si vas con una buena nota, se publica. El problema es que un medio crea en él lo suficiente como para solventarlo.

¿Por qué es importante investigar y contar el pasado reciente?​

Porque todavía, y a pesar del enorme trabajo que se ha hecho en materia de memoria, verdad y justicia, falta mucho para saber qué pasó. Nos falta verdad, falta saber el destino final de miles de personas y todavía hay un montón de procesos de justicia pendientes. Por ejemplo, hasta ahora,  es muy bajo el porcentaje de restos hallados. Para citar un caso, el juez federal [Daniel] Rafecas decía hace poco ​que en la causa del Primer Cuerpo del Ejército, apenas se hallaron restos de entre 5 y 10% de restos de las víctimas. A este contexto se suma además un escenario más complejo, donde un funcionario pone en discusión el número de desaparecidos sin que se le mueva un pelo. A diario leemos pequeños gestos – editoriales, declaraciones de funcionarios- que nos hacen pensar que si bien los juicios no peligran, estos temas vuelven a estar en un espacio más vinculado a la resistencia y a la lucha de los organismos de derechos humanos, que a la política de estado.

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