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Sinceramente, les copamos la rural

Por Javier Biasotti

El cronista durmió mal, muy mal. Se había acostado alrededor de las 23:30 del miércoles, y la primera vez que se despertó fue a la 1. Miró el reloj y no podía creerlo. Se dio vuelta para retomar el sueño hasta que a las 2:15 volvió a sobresaltarse. Para confirmar que la hora fuera la correcta se levantó y fue hasta el baño. El celu no se equivocaba: eran las 2:20. Volvió a la cama y escuchó a su compañera decir “¿vos tampoco podés dormir?”. De nuevo el intento forzoso de cerrar los ojos, hasta el siguiente despabilamiento, a eso de las 5:20. “No hay caso, me revuelve el nerviosismo por el regreso público de Ella”, se resignó. Ya había perdido la batalla contra el sueño.

El escriba fue a su trabajo, completó el horario laboral, se reunió con sus hijas y esposa y pasadas las 14 partió raudo hacia el predio de la Sociedad Rural, ese que cada año jura y perjura no volver a pisar. Pero los libros lo pueden, y la atrapante atmósfera de la feria vuelven a derrotarlo.

Es muy temprano, pero la agitación se palpa en los jardines y se acentúa en los distintos pabellones. Miles de personas los invaden, y ciertamente su lookeo los distingue sobre los habituales visitantes de la feria. ¿Existirá algún desideologizado lector o desprevenido concurrente que haya decidido venir a relojear libros justo hoy?

Jóvenes con remeras que exudan peronismo por cada una de sus fibras; militantes sindicales orgullosos con los chalecos que informan su pertenencia gremial; populistas y choriplaneros varios, como Ella mencionaría más tarde; adultos mayores con el paraguas en una mano y la bandera en la otra. Y muchos, pero muchos, con el libro de tapa azul y el rostro de CFK en la contratapa mostrándolo como estandarte identitario.

Las miradas cómplices se multiplican, y también las incertidumbres. ¿Parará de llover? ¿En esa pantalla bajita se podrá ver algo? ¿Acá, bajo techo, habilitarán otra? Y la pregunta del millón: ¿Ella anunciará su candidatura?

La oleada humana pasea, celebra, se junta, intercambia, se amucha para tomarse fotos con los banners que promocionan a Sinceramente. La situación se repite en distintos stands. Pero en el del Grupo Octubre, la gente forma fila para sacarse fotos con el libro y las gigantografías de Evita como telón de fondo.

De pronto, desde el estudio de radio montado en el lugar, las conductoras arrancan una arenga y centenares de personas comienzan a corear el oooohhhh vamos a volver”. Con los brazos en alto, las manos que los odiadores desearían que portasen palos, molotovs o piedras para seguir alimentando su discurso que emparenta a los que luchan con los violentos, esas manos levantan el libro de CFK agitándolo en el aire, apretándolo con fuerza, con furia y esperanza mientras saltan y bailan.

 

 

La imagen conmueve al cronista, quien descree que la tarde noche pueda ofrecer una alegoría mejor: los libros como bandera, como herramienta de superación; simbiosis pura y clara entre trabajadores y texto escrito. Alpargatas sí, libros también.

El pogo no decae, y un grupo de chicas lo celebra y disfruta. Son rosarinas, militantes de La Cámpora y se ufanan de haber completado tres micros para asistir a la presentación del libro. Cintia del Grosso se acerca y dice que “asocia a Cristina con la esperanza porque además de ser la conductora de la construcción política es una figura muy importante en la que vemos reflejado el claro ejemplo de lo que es la Doctrina Justicialista y la reivindicación de los derechos, especialmente los de las mujeres, que tomamos mucho protagonismo a partir de que ella entró en la escena y nos marcó un camino muy importante para construir en lo colectivo y como sociedad”.

Continúa Cintia: “La participación y la militancia de los jóvenes, el poder construir juntos y desde la desmitificación de la política –que antes era una mala palabra–, poder sacarle ese estigma y entenderla como una construcción, es la esperanza que todos podemos crear y la vemos muy representado en Ella. Es nuestra conductora y guía. Es nuestra figura y es claramente nuestra candidata. La única opositora y la única capaz de sacarnos de este lío”.

La efervescencia se va aplacando, y ya sentados en torno a mesas en las que los mates corren en todas las direcciones, sin discriminar procedencias ni destinos, trato de agarrar el que me toca pero otro compañero lo manotea. Es Cristian De la Fuente, exempleado telefónico y con pasado en FOETRA, que llegó esta mañana desde Las Rosas, un pequeño pueblito de Córdoba –casi lindando con San Luis–, junto a su esposa docente y tres de sus hijos, de catorce, once y seis años.

Entonces el escriba (se) y (le) pregunta qué pasa por la cabeza y el corazón de un tipo que cruza las Altas Cumbres cordobesas y hace casi mil kilómetros para venir a escuchar a una dirigente política vilipendiada por la lawfare local y continental. “Son miles de sensaciones… en el verano trabajamos mucho y estábamos pensando en unos días de ocio y justo salió esto de que Cristina iba a presentar su libro. Vinimos primero porque en el pueblito en que vivimos ni íbamos a conseguir el libro, y segundo porque es un lugar lleno de gorilas y antikirchneristas, donde es muy triste y lamentable tener que taparte la remera porque te miran feo”, confiesa mientras se abre la campera, se le quiebra la voz y emocionado muestra el rostro de Cristina “en blanco sobre negro y con letras de molde”, tal como le gusta referir a la expresidenta. “Entonces dijimos vamos a verla, el gasto que íbamos a destinar en vacaciones va a ser una inversión fructífera y deseada por mucho tiempo al verla, escucharla y sintiendo que estamos cerca de Ella.”

Lala Brillos, también rosarina, feminista y militante de La Cámpora, se acerca y admite que “fue un esfuerzo venir, yo hago radio y hoy no hice mi programa para estar acá, dejé a mis hijos en el colegio, gastamos guita para llegar pero lo hacemos con placer puro. Cristina es la única referenta que nos puede sacar adelante, y cualquier cosa que ella vaya a decir me da esperanza, porque cada vez estamos más cerca”.

¿Y qué te puede ocurrir a vos dentro de un rato si CFK lanza hoy y aquí su candidatura presidencial?, pregunta el periodista curioso. “No creo que vaya a anunciar su candidatura, pero si llega a ocurrir eso, Bigote, te prometo que te busco y te recontra chapo, ¡te lo digo así! Pero creo que eso lo va a dejar para dentro un mes y días… se me ocurre que eso va a pasar el Día de la Bandera”, termina la fervorosa activista.

La Feria del Libro, en tanto ámbito sacrosanto para el esparcimiento de la clase media acomodada, urbana, porteña e intelectualizada, sin dudas hoy muestra otra cara. Mario Méndez es docente, editor y escritor, y como autor de varios libros de literatura infantil tiene experiencia en esto de recorrerla. Junto a colegas como Silvia Schujer, apuran los últimos mates antes de ir a escuchar a la senadora nacional bajo la llovizna impiadosa que no cesa. “Esto emociona, yo vine a firmar ejemplares en un stand como en tantos otros años y vi un clima completamente diferente, porque todos estábamos esperando que viniera Cristina. Eso se vivía tanto entre los que la esperábamos con cariño como en los que la veían llegando con el malón. Creo que esto es un soplo de esperanza que llega a todos lados”, dice, y conduce al grupo hacia el exterior.

Quizás a los miles que se mojan y toman frío no les sorprenda el tono relajado de la expresidenta, que festeja con sus tan clásicos mohines cuando su editor, Juan Boido, de Penguin Random House, informa que ya son 300.000 los ejemplares vendidos y celebra que “hace quince días que el país habla de un libro”.

El escriba y los centenares de personas que se agolpan bajo un túnel de lona blanca que une el pabellón azul con la Sala Borges, atiborrada de invitados VIP, no alcanzan a visualizar el rostro de CFK en la pantalla distante, y hacen malabares para escuchar sus palabras. El silencio es total. Los cuerpos se amontonan frente a las pantallas de los celulares que reproducen la transmisión por streaming.

“Yo no soy neutral, no lo fui nunca ni lo quiero ser ni lo voy a ser. Me siento profundamente argentina, y me parece que después de todo lo que he vivido es necesario transmitir experiencias vividas”, dice la expresidenta y brotan los aplausos.

En respetuosa devolución al extemporáneo llamado de Mauricio Macri a un consenso entre dirigentes de todo el país, la senadora por Buenos Aires redobla la apuesta y convoca a “un contrato social de todos los argentinos y argentinas, con metas verificables, cuantificables, exigibles”, y dice que “es necesario un esfuerzo de todos para generar trabajo genuino, que el compromiso sea de todos, obviamente… primero el compromiso del Estado y segundo de los empresarios, para generar ese empleo, con la convicción de que no hay posibilidades en este mundo tan difícil que hoy tenemos de generar crecimiento económico sin un mercado interno fuerte”.

Viejitas, pero muy viejitas con sus bastones, y hasta abuelos en sillas de ruedas, no han querido faltar y se emocionan cuando Ella agradece “a todos los que me han acariciado el alma porque lo han logrado con creces”.

Desde dentro de la sala se escucha corear Vamos a volver” y “Cristina presidenta”. Rápidamente, Ella –sin los enojos de antaño– llama al orden diciendo “estamos en el salón Borges… son incorregibles, ¿eh? Ya lo dijo Borges: son incorregibles”. Risas generalizadas por la picardía intacta.

Son los últimos minutos de la ceremonia, que la exjefa de Estado aprovecha para referirse a la fecha elegida para presentar la obra. “Hoy hace 44 años que en La Plata, en el Registro Civil 1 de calle 41, Néstor y yo nos casábamos […] Se lo dedico a él, pero no como político, ni como presidente o estadista, Néstor no lo necesita, él ya está en la historia. Yo se lo quería dedicar a él como mi compañero, al Néstor hombre, al Néstor padre de nuestros hijos, porque él se lo merecía…”.

Final del discurso. CFK no devela el misterio de su eventual candidatura, y el cronista se queda sin “que lo chapen”, tal la promesa de la arrolladora militante rosarina. Pero se conmueve al ver los rostros llenos de lágrimas, nuevamente, de personas de diferentes estratos sociales que vibran con la palabra de una mujer dirigente política diferente.

Todavía no se ha enterado de que una tal Pilar Rahola, ¿pensadora? catalana ubicada a la derecha de la derecha española se ha escandalizado con la presencia de CFK en la feria. «Me parece terrible que se use la Feria del Libro, con la fama internacional que tiene, para hacer campaña política. Es nefasto. Que Cristina lo haga en otro lado, en un estadio de fútbol, no en un templo del conocimiento. La cultura hay que preservarla. Es el último recinto que nos queda, que no nos lo manchen.”

Sin rastro alguno de tales manchas, el escriba inicia la compleja retirada, cuando irrumpen desenfrenados alaridos que vociferan el hit del verano, que ya es de las cuatro estaciones. Empalmado a él, las voces ahora cantan Macri, basura, vos sos la dictadura, mientras cuerpos empapados por la garúa saltan y se agitan en torno a una movilera de TN, pero sin rozarla ni tocarle un pelo. El cronista se pregunta si era necesario que el canal la enviara a exponerse entre miles de personas sin aprecio alguno hacia Héctor Magnetto y su pool empresarial. ¿O la intención fue provocar a la masa para luego poder exhibirla como víctima de la intolerancia K?

Apretujados, entre vendedores de pañuelos que reproducen la tapa del libro de Cristina, la multitud y yo, pegajosos de humedad y entusiasmo renovado, dejamos los pabellones pletóricos de libros mudos, esos que no terminan de entender el cántico atronador y colectivo que grita Sinceramente les copamos la Rural, sinceramente les copamos La Rural”.


 

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