Políticas científicas en el Cono Sur: el turno de Brasil.

Por Silvia Montes de Oca

En el marco del proceso de impeachment que rodea a la presidenta brasileña Dilma Rousseff desde mediados de mayo, el presidente interino Michel Temer, tras apenas doce horas de ocupar el poder, fusionó el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación con el de Comunicaciones. El acuerdo, calificado como “monstruoso” por Cristovam Buarque, senador por el oficialismo, no es más que la preocupación por dotar de más poder al actual ministro de Ciencia Gilberto Kassab, nombrado por Temer para conformar el nuevo gabinete que regirá las políticas nacionales mientras dure el apartamiento de Rousseff. “En lugar de ligar la ciencia a la educación superior, nos traen a la radio y la televisión. No veo que la preocupación esté puesta en la ciencia y en la tecnología”, declaró.

Según el legislador, la reforma, que alteró áreas sensibles como la cultura y la comunidad científica, causará una ola de insatisfacción que traerá problemas al gobierno interino aunque no los suficientes como para alterar el posicionamiento de los legisladores que están por la salida de la presidenta Dilma.

El Prof. Paulo Artaxo Netto es doctor en Física Atmosférica por la Universidad de San Pablo. Trabajó en la NASA, en los Estados Unidos. Hoy se ocupa del problema medioambiental en la cuenca del Amazonas y reparte su tiempo en su cátedra universitaria y las conferencias internacionales que lo llevan por el mundo. Es uno de los miembros del Panel de Cambio Climático de la Organización de Naciones Unidas y uno de tantos investigadores con presencia en la plataforma Lattes (que depende de lo que sería el CONICET de Brasil), donde tanto él como sus colegas están cambiando las fotos que acompañan sus curriculums por un avatar que dice #FICA MCTI (permanencia del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación). Dice que “este Gobierno no sabe entender el desarrollo de un país con ciencia y tecnología”. Él no lo agrega, pero es considerado uno de los cuatro investigadores científicos brasileños más influyentes del mundo.

Luisa Massarani está del otro lado de la pantalla gracias a Skype. Recién comienza julio pero en Río de Janeiro, donde vive, a su espalda se ve parte de la vegetación de un jardín y los verdes se ven vibrantes por la mezcla del calor, la humedad y el sol del mediodía. Es la directora de la Red de Popularización de la Ciencia y la Tecnología en América Latina y el Caribe (RED POP). La organización tiene representaciones en varios países. Aquí en La Plata, uno de sus nodos es el Programa de Divulgación y Enseñanza de las Ciencias de la UNLP «Mundo Nuevo». Luisa también coordina la Maestría de Divulgación de la Ciencia, Tecnología y Salud en la Fundación FIOCRUZ, sede de la Casa de Oswaldo Cruz (COC), un médico que reformó el Código Sanitario Brasileño y reestructuró los órganos de salud e higiene del país. El complejo constituye una unidad dedicada a la preservación de la memoria de la institución y a las actividades de investigación, enseñanza, documentación. Es el más grande repositorio de la salud pública de Brasil y centro de divulgación de las ciencias biomédicas. Además de la maestría que dirige, coordina redes de información en América Latina, y desde 1999 contribuye junto a su equipo a popularizar la ciencia desde el Museo de la Vida, que recibe a cerca de 200 mil personas por año en su ciudad.

“Incertidumbre” es la palabra que elige para nombrar el panorama actual de las políticas científicas de Brasil. Y de ello se desprende la suerte de las acciones que vienen desarrollando desde el Estado para acercar la ciencia a la sociedad.

-¿Qué implica esta fusión del Ministerio de Ciencia con el de Comunicaciones a corto plazo?

-Nosotros estamos súper preocupados, porque en un contexto donde las partidas de dinero disminuyen, eso es una expresión de que el área será subvalorada y el estatus de la ciencia como política pública y de desarrollo rebajado.

Massarani dice que la sociedad brasileña está en un momento muy complicado, donde han recobrado peso los sectores más conservadores que estuvieron a punto de ganar una elección y que perdieron por poco a manos de Dilma Rousseff. El discurso de la corrupción hace ruido y estos sectores se especializan por sus dotes persuasivas. Aunque no tengan pruebas, toda la estructura golpista sostiene su andamiaje en los indicios. En ese sentido, el proceso de quiebre social ya está cumplido.

“La comunidad científica también está dividida. Saben de la corrupción que encarna Temer, pero aún no han visto recortes directos al presupuesto. En la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia no existen consensos completos, aunque desde la presidencia de la institución se hizo saber la postura contraria a la fusión”.

La Academia Brasileña de Ciencias es otra de las catorce entidades signatarias del manifiesto contra la conformación del doble Ministerio, un híbrido que no conforma a nadie. La ciencia y la tecnología deberán convivir con la concesión de canales, la gestión y fiscalización de radios en un escenario de relaciones políticas y nortes contrapuestos.

Desde la Academia Nacional de Medicina aducen que la medida deja en una posición de inferioridad y fragilidad a Brasil frente a otras naciones, sobre todo en un momento de crisis extrema, donde el desarrollo científico-tecnológico tendría que ser un punto de apoyo y de gestión de recursos.

Los recortes de presupuesto a la ciencia son anteriores a la fusión, pero todo hace suponer que la medida no hará más que agravarlos. El Ministro de Ciencia y Comunicaciones no encuentra razones para preocuparse y en todo caso dice que se trata de una “decisión presidencial”.

Gilberto Kassab entiende que la fusión es más bien un hecho de sinergia y considera que las nuevas tecnologías de la información (que pretenden impulsarse desde el área de Comunicación) van de la mano con el desarrollo tecnológico.

Mientras el vicepresidente de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia, Ildeu Moreira, se pregunta por qué una decisión tan drástica fue tomada sin el suficiente debate, Luisa Massarani encuentra que la clave del problema no está solamente en la fusión de dos Ministerios.

“Ya desde el Gobierno del presidente Lula Da Silva (el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación se creó en 1985 y fue uno de los primeros en la región) hubo muchos incentivos a la divulgación de la ciencia, tanto desde involucrar al público como propiciar que los científicos difundan su trabajo. Esto sucedía especialmente durante la Semana Nacional de la Ciencia y la Tecnología. Se destinaron muchos recursos y no sólo económicos. Tal vez lo más importante es que, dependiente del Ministerio, Lula creó en 2003 la Secretaría de Inclusión Social (SECIS), y dentro de ella el Departamento de Popularización y Difusión de la CyT, que gestionaba, coordinaba y articulaba la mayoría de las acciones. Hubo un gran impulso a los museos. Brasil es un país de una enorme extensión, de manera que muchas poblaciones no tienen acceso a conocer esta clase de espacios. Entonces, surgió la idea de los museos itinerantes”.

“La fusión de los Ministerios implicó un cambio que impactará más directamente sobre todo lo hecho: la unión de la Secretaría de Ciencia y Tecnología para la Inclusión Social (SECIS) y la de Políticas y Programas de Investigación y Desarrollo (SEPED). Prácticamente, la SECIS quedará subsumida en la de Políticas Públicas. Eso implica restarle incumbencia a programas que atienden al sistema escolar o a la aplicación de tecnologías para el desarrollo de zonas rurales. Se impacta desde dos lugares: el desarrollo social y la difusión del conocimiento”.

Cuando hablabas de los museos, ¿te referías a museos rodantes?

-Sí, de hecho en 2007 se creó la Caravana de la Ciencia, tan sólo uno de los 32 museos científicos que hay actualmente, en su mayoría concentrados en el sudeste del país y que en 2009 eran sólo veinte. Son promovidos por distintas fundaciones científicas y universidades, entre las cuales está nuestro Museo de la Vida. Estos museos llegan a pequeños municipios o a la periferia de las grandes ciudades donde de otro modo las poblaciones de más bajos recursos no accederían a esta clase de espacios.

En los últimos siete años, más de 260 mil alumnos de escuelas primarias y secundarias públicas y privadas han caminado por esta especie de gazebos gigantes que son los que albergan temporariamente las colecciones, mientras jóvenes y chicos experimentan e interactúan con el equipamiento científico que se dispone para cada una de las muestras. Entre cinco y siete días es el tiempo que los camiones que los transportan se quedan detenidos. Luego siguen viaje al próximo destino. En cada parada, la Caravana de la Ciencia recluta cerca de una decena de vecinos que actúan como voluntarios junto a los equipos fijos de guías de museo: alrededor de veinte. La experiencia se entrelaza con otra propuesta que permite la formación continua de docentes de escuelas primarias y medias que aprovechan la visita del museo rodante para recibir kits experimentales y tutoriales para llevarlos a las aulas cuando el museo abandona el lugar. El circuito se completa con graduados universitarios, que con disponibilidad para desplazarse acompañan la construcción de estos pequeños legados científicos que van dejando en cada una de las ciudades.

Al igual que en Argentina, el Gobierno de Brasil encaró la realización de sendas encuestas de percepción pública de la ciencia (en 2006 y en 2015). La iniciativa de los museos rodantes triplicó el porcentaje de visitas en esos siete años, del 4 al 12%, acercándose un poco a la media europea o norteamericana, donde la tasa de visitas anuales llega al 20%.

Luisa Massarani concluye el diálogo con una expresión muy firme: “La preocupación en nombre de la RED POP de América Latina y El Caribe y en contra de la propuesta de incorporación de la Secretaría de Inclusión Social (SECIS) del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación en la órbita de las Secretaría de Políticas Públicas. Con esta medida, el Departamento de Popularización de la Ciencia pierde su estatus y nuestro temor es que esto represente menos dinero para la divulgación científica y menos estímulo para una política que nos vacía de apoyo en general y de recursos presupuestarios en particular”.

Desde el Ministerio responden que se preservará integralmente la estructura de los programas en funcionamiento de la SECIS, ampliando y posibilitando una mayor interacción del área junto a los otros departamentos. Los puestos laborales serán conservados y se continuará con la implementación de políticas públicas eficaces para la reducción de las desigualdades sociales.

Pocos parecen confiar en que sea esto lo que pase.


 

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