Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

Pensar la ciencia desde lo latinoamericano: de Bunge a Kusch

Por Silvia Montes de Oca

El Dr. Daniel Badagnani es docente-investigador en el Departamento de Física de la UNLP y egresó con título de grado del Instituto Balseiro, en Bariloche. Trabaja en teoría cuántica de campos y desde la extensión universitaria se adentra en la didáctica de las ciencias naturales, a lo que suma su interés por la epistemología. Pertenece al grupo “Choiols: astronomía al ras del suelo”, un espacio de militancia contra el pensamiento dogmático en las ciencias.

Justamente, su trabajo en Choiols (presentado en una charla TEDx Río de la Plata www.tedxriodelaplata.org/videos/los-patovicas-ciencia) lo acercó al estudio del pensamiento del filósofo y antropólogo argentino Rodolfo Kusch –hijo de alemanes, que murió en 1979– a partir de pensar el cosmos desde un punto de vista propio, en contra de la postura de los filósofos exactos de la ciencia.

-¿Qué representa traer el pensamiento de Kusch a nuestros días, en términos volver la mirada hacia una ciencia latinoamericana

-Rodolfo Kusch, autor de una vasta obra que incluye títulos como América Profunda, La Seducción de la Barbarie, Geocultura del Hombre Americano –entre otros que lo ponen entre los más grandes y originales filósofos de nuestra América–, termina casi olvidado en Maimará, en el departamento jujeño de Tilcara, exonerado de todos sus cargos y en el exilio interno. En las antípodas, Mario Bunge, el filósofo de la ciencia para los argentinos –un realista con cierta sofisticación, devenido casi en prócer–, termina trabajando en Canadá con todos los honores. Bunge tiene como proyecto filosófico fundamentar la filosofía en la ciencia. No hará como Karl Popper y otros pensadores, que, convencidos de la superioridad de la ciencia, buscaron de todas formas fundamentarla desde la filosofía. Bunge va más allá: toma como axioma que la ciencia es superior y a partir de allí pretende “actualizar” la filosofía. Como resultado, Bunge propone que aceptemos como realidad el producto de la ciencia. Eso equivale a pensar que el mundo es como debe ser. Así: dominado por el eurocentrismo. Si la ciencia nos dice cómo es el mundo, entonces, la civilización que produjo esa ciencia es, por fuerza, superior a la civilización que no la produjo y se quedó con los mitos. De hecho, hay escritos de Bunge donde dice cosas muy próximas a esto.

-El halo que rodea a Bunge se asemeja al modo en que Billiken solía presentar a los científicos para el universo escolar…

-Cuando era adolescente, y luego, en mis primeros años de la licenciatura en Física, me gustaba, me tranquilizaba leer a Bunge. Después me absorbió la profesión dura del físico y no volví a revisar estas cuestiones hasta que entré en crisis, ya estando en La Plata, años después. Ocurrió al estudiar el contenido del Teorema de Gödel: me di cuenta de que ni la matemática es un sitio de certeza asegurada. A la vez, me permitió comprender la matemática como lo que es: una construcción humana, un producto más de la cultura. Hasta entonces me había parado en una posición de ateísmo y creía que la ciencia me daba garantías. Ahora me doy cuenta de que había convertido la ciencia en mi religión, aunque en el fondo subyaciera en mí cierta desconfianza. No obstante, avancé en ese mundo todo lo que pude, hasta llegar a la Teoría de Cuerdas. Cuando finalmente tuve ante mí todo ese cuerpo teórico, me di cuenta de que era como espuma y la sensación que sentí fue muy parecida a perder bajo mis pies el piso que me sostenía.

-¿Por qué un científico en América Latina, en Argentina, debería enterarse de que existió Kusch?

-No es que no debamos hacer acá ciencias al estilo eurocéntrico, porque evidentemente el mundo está funcionando con eso y no nos podemos quedar afuera. Ahora, otra cosa es admitir que esa es la única forma que tiene de ser el mundo. Esa forma que admite la ciencia eurocéntrica es a través de la primacía del yo. Y Kusch nos dice que el mundo puede ser de otra manera. De hecho, América, en su inconsciente, es de otra manera: tiene otra historia, otras posibilidades de estar siendo. Mientras tanto, lo que nos propone Europa –con la primacía del “patio de los objetos”– es, en definitiva, la imposición de una forma de estar siendo, disfrazada de Ser. El europeo busca el Ser porque quiere certezas. El problema es que entonces, queda al margen todo lo que no es, lo negado. Lo que los seguidores de Fanon llaman la Zona del No-Ser, pero eso ya es pensamiento decolonial, hecho en nuestra América. Pensamiento del que Kusch fue un pionero notable. Después vendrían Fanon, Dussel, Cullen, De Souza Santos… Por alguna razón, todos ellos con prensa casi nula. ¿Por qué será, no? Al Ser europeo, Kusch le opone el Estar, que empieza siendo mero estar y luego, mediante aciertos fundantes, se va volviendo un Estar Siendo. Ya no hay certezas pero sí hay mucho de lúdico. No hay un lugar teleológicamente determinado, no hay un Yo que conoce desde el Ojo de Dios. Sólo hombres y mujeres con un hambre que va del pan a la Divinidad.

-¿En qué marco Kusch define el “patio de los objetos”?

-En América Profunda, su trabajo de 1962, Kusch caracteriza a la ciudad de tipo europeo como “el patio de los objetos”. En ella, el hombre queda “agazapado detrás de los utensilios”. Es así como el europeo oculta su miedo. La naturaleza queda anulada por un entorno artificial que ofrece una falsa seguridad.

Para Kusch, Occidente reemplaza la ira de Dios por la ira del mercader. Es en el capitalismo donde el objeto (la mercancía) cobra absoluta centralidad. Pensemos en la carga de la palabra “objetivo” en el sentido común occidental. “Objetivo” significa simplemente “relativo a los objetos”, pero como Occidente hace un culto de los objetos, lo relativo a ellos termina representando una garantía frente a la falibilidad de los sujetos. Además, si la relación del ser humano con el entorno es de sujeto-objeto, el sujeto tiene pleno derecho de uso sobre el objeto. Hasta las horas de los trabajadores son objetos en Occidente, transables en los mercados.

De alguna manera, si nosotros –los que practicamos las ciencias en la periferia– somos conscientes de que hay otras epistemologías posibles, así como otras formas de concebir el mundo, podríamos practicar –por ejemplo– unas ciencias naturales transformadoras, siendo conscientes de que podemos apuntar a algo diferente que al mero dominio de los objetos.

-¿Qué lectura hace Kusch respecto de la colonización y el pensamiento autónomo?

-Kusch remarca que el sujeto americano aún no está hecho. Tenemos una “disponibilidad cultural”, y por eso podemos tanto adoptar formas políticas occidentales como convertirnos al taoísmo. Pero en el inconsciente (una versión geoculturalmente situada de los arquetipos de Jung), las formas americanas siguen vivas. La antinomia “Civilización y Barbarie” tiene su origen en ese intento de instaurar una cultura noreurocéntrica en un continente que no era un mero desierto.

Así, la indiada, el gauchaje, los cabecitas negras o el kirchnerismo son las formas en que esa América profunda se sigue manifestando en el polo de la “barbarie”, resistiendo el implante artificioso de las formas europeas. Para darnos el Sujeto propio, tenemos que atrevernos a pensar por nuestra cuenta, sin la anteojera eurocéntrica. Ensayar un estar siendo.

-En ese sentido, ¿podemos articular las ideas de Kusch –lo transdisciplinar e indisciplinar– como un modo de resistencia al modo subalterno –en términos de Antonio Gramsci– con que se presentan algunas formas de practicar la ciencia? ¿Podríamos hablar de la mirada hegemónica de la ciencia?

-Por supuesto. El juego de palabras entre disciplina e indisciplina está prácticamente servido. Las disciplinas tradicionales de las ciencias naturales (Física, Química, Biología) tienen su origen en una división administrativa de la Universidad humboldtiana, luego replicada por la BAAS (British Association for the Advancement of Science), como una forma de ordenar las sesiones de discusión de sus reuniones anuales.

Las revistas “internacionales de alto impacto” son las que implementan –nada menos– que los criterios editoriales de los países que dominan la producción de subjetividad y reflejan los problemas importantes para sus sociedades, o peor, para sus élites. Con frecuencia copiamos reformas educativas implementadas allí por razones que para ellos tienen sentido (por ejemplo, la Guerra Fría) y que para nosotros son completamente ajenas. Formamos nuestros científicos con nuestros recursos pero con los criterios de ellos. Financiamos investigaciones importantes para ellos.

Kusch y otros, como Oscar Varsavsky o Juan Samaja –que proponen unas ciencias situadas e “indisciplinadas”– nos dan la oportunidad para reconocer que tenemos nuestros propios problemas y que nuestros intelectuales y nuestros recursos pueden destinarse a atacarlos prioritariamente. Y no hablo –por supuesto– de la discusión sobre el balance entre ciencias “básicas” y “aplicadas” (debate importado, por cierto), sino de cuestionar las bases que adoptan nuestras ciencias así como las “aplicaciones” que pretendamos darles.


 

SECCIONES