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Penetración de ideologías de derecha en la sociedad argentina

Por Miguel Croceri

En Argentina, los discursos sobre política, y también sobre sociedad, raramente hablan de las ideologías. Es como si no existieran. El discurso dominante, que por naturaleza en un país capitalista es de derecha (valga la calificación, usando una categoría ideológica clásica), utiliza excepcionalmente la palabra “ideología” para atacar a las cosmovisiones contrarias a las suyas.

En ese sentido, desde los poderes dominantes atribuyen “ideología” solo a la izquierda, y también al kirchnerismo. Dejan afuera sus propias ideologías, como si no las tuvieran. Muchas veces están convencidos: creen que ideología solo tienen los demás, o sea, los que son sus contrincantes reales en las disputas de poder.

El fenómeno no es solo de nuestro país, sino una tendencia más amplia y general. También hay excepciones, como Chile y España, donde a la “derecha” se la llama por su nombre. Pero esta nota se centrará en el caso argentino, con observaciones sobre el contexto social de las elecciones legislativas que tendrán su instancia inicial en la primaria del 13 de agosto y terminarán en la general del 22 de octubre.

Los nombres pueden ser errados, discutibles, controversiales. Pero, más allá de las palabras que se utilicen para denominar ciertos fenómenos, el comportamiento político de la sociedad argentina en esta segunda mitad de la década –para ponerle, al menos por aproximación, algún plazo al análisis– muestra una potente penetración de ideas, valores y concepciones, traducido todo ello no solo en discursos, sino fundamentalmente en hechos y prácticas de vida individuales, grupales y colectivas que, utilizando finalmente algún nombre por más discutible que sea, pueden ser considerados “de derecha”.

¿Qué querría decir “derecha” en este contexto? Por fuera de las grandes contribuciones teóricas realizadas por pensadores de distintas épocas acerca del estudio de las ideologías, en la hipótesis de esta reflexión alude a las cosmovisiones del mundo –es decir, de cómo deben organizarse la sociedad, la política, el poder, la economía, la educación, la comunicación, la cultura, etcétera– en las cuales se admite como legítimo, justo, necesario, un esquema de dominación. Donde haya clases sociales, factores de poder (locales e extranjeros) y otros sectores que tienen el dominio sobre el conjunto de la sociedad, mientras que el resto –el pueblo–, ya sea en sus clases pobres y más sometidas como en sus capas medias, tienen destino de dominados y no les corresponden iguales derechos en la vida.

Hechos y anticipos

Los hechos más crueles que representan acciones concretas de un Gobierno de derecha que forma parte de un mismo bloque de poder con las clases sociales dominantes son los que están a la vista de quien quiera verlos: despidos de trabajadoras y trabajadores, rebaja en el poder adquisitivo de sueldos, jubilaciones y asignaciones familiares frente a la inflación, invasión de productos importados y destrucción de la industria nacional, fallos judiciales en contra de trabajadores/as, eliminación total o parcial de políticas sociales que reconocían derechos a los grupos sociales más necesitados (planes Qunita, FinES, PROG.ES.AR., Conectar Igualdad, etcétera), entre muchos otros que revelan una devastación generalizada del país.

Otros hechos crueles son los ataques ordenados por el Gobierno de la Nación y el de la provincia de Buenos Aires, como así también por Gobiernos de otras provincias, contra grupos sociales que protestan en el espacio público por sus derechos. Uno de los últimos y más notorios fue la agresión policial y de Gendarmería contra los trabajadores de la empresa PepsiCo que permanecían en la fábrica para resistir su despido.

Pero además de todo lo que es comprobable para quien lo sufre directamente y que también es visible para quien quiera verlo –a pesar del ocultamiento y la manipulación de las grandes cadenas mediáticas que son parte del proyecto gobernante–, hay anticipos acerca del plan de transformación a fondo de la sociedad que el bloque de poder dominante intenta perpetrar.

Uno de ellos fue mencionado al pasar por Mauricio Macri en un acto oficial el pasado 3 de abril. “Hay que trabajar sábados y domingos”, dijo en medio de un discurso frente a empresarios y gremialistas de la construcción, donde por primera y única vez dejó entrever el que sería uno de los cambios más ambiciosos de la flexibilización laboral (se puede acceder a un breve video publicado en Youtube por 7 ER el pasado 13 de mayo: https://www.youtube.com/watch?v=BadD3SNEtgM).

En el acto estaban, entre otros, el sindicalista Gerardo Martínez y dirigentes de cámaras patronales. En el sitio oficial Casa Rosada-Presidencia de la Nación puede leerse la transcripción del discurso completo: http://www.casarosada.gob.ar/informacion/discursos/39127-palabras-del-presidente-mauricio-macri-en-el-acto-de-firma-del-acuerdo-federal-para-la-construccion-en-el-salon-blanco-de-la-casa-de-gobierno).

El agravamiento del quite de derechos y beneficios a los/las trabajadores/as también fue anticipado por la mediática diputada oficialista y candidata a la reelección Elisa Carrió. La retórica encubridora para engañar a las masas es “reducir impuestos”. Pero luego la propia Carrió aclaró que “hay que discutir el costo laboral [porque] un empleado le cuesta al empleador como si tuviera dos” (el diario Cronista publicó sus declaraciones radiales el pasado martes 18: https://www.cronista.com/economiapolitica/Carrio-Hay-que-discutir-el-costo-laboral-un-empleado-cuesta-como-si-tuvieras-dos-20170718-0059.html).

Otro ejemplo de lo que el Gobierno está tramando con el beneplácito de las corporaciones aliadas es el aumento de la edad para jubilarse y una rebaja de los haberes para los/las trabajadores/as retirados/as de la actividad laboral.

La rebaja de las jubilaciones, uno de los más atroces retrocesos en el bienestar y derechos de las personas, ya se aplica pero de manera sutil. Ocurre porque el índice establecido por ley durante el Gobierno de Cristina Kirchner para actualizar los haberes cada seis meses se basa en el nivel salarial y en la recaudación de la ANSES, y los dos parámetros han bajado por efecto de la inflación, la recesión y la desocupación. Por lo tanto, los haberes aumentan menos que los precios, y así se achica su poder adquisitivo.

Pero en el futuro el plan irá a fondo, si es que logran concretarlo. El aumento de la edad lo vienen anunciando voceros oficiales como el director ejecutivo de la ANSES, Emilio Basabilvaso (una de las muchas noticias al respecto fue publicada por el diario Ámbito el 9 de enero de este año: http://www.ambito.com/868710-basavilbaso-nego-suba-de-la-edad-jubilatoria-pero-admitio-cambios-en-anos-de-aportes).

De forma similar lo anuncian voceros extraoficiales, como por ejemplo economistas que no forman parte del Gobierno pero son grandes “cerebros” de las corporaciones empresariales. Uno de ellos, Daniel Artana, lo dijo recientemente en declaraciones radiales (la noticia y el audio completo de la entrevista fueron publicados por el diario Cronista el pasado martes 18: https://www.cronista.com/economiapolitica/Artana-Es-inexorable-que-la-edad-jubilatoria-va-a-tener-que-subir-20170718-0064.html).

De Jujuy a la ciudad de Buenos Aires

¿Cuál puede ser el apoyo social hacia la destrucción del bienestar y los derechos, hacia los procederes violentos contra los débiles, y hacia esos anticipos expresados en plena campaña electoral?

¿Con cuánto respaldo en las bases de la sociedad puede contar la coalición gobernante y el bloque de poder que integra para seguir con sus políticas y avanzar más aun hacia sus objetivos?

¿Qué aval conseguirán, en cantidad o porcentaje de votos, semejantes hechos de agresión contra una parte muy grande de la población, o las audacias lanzadas por personalidades políticas, economistas, referentes mediáticos y otros portadores del discurso dominante?

Dicho de manera más simple: ¿cuánta gente está de acuerdo con eso?, ¿será un número mayoritario en términos electorales, o solo es más fuerte su presencia pública porque los generadores de tales hechos y discursos manejan los aparatos comunicacionales que son, precisamente, parte de las estructuras de dominación sobre la sociedad?

Una situación específica pero extraordinariamente importante y reveladora de cómo está actualmente la conciencia política argentina y cuáles son los contenidos ideológicos que la atraviesan se expresará dramáticamente en la provincia de Jujuy. Allí se comprobará hasta qué punto la sociedad avala a los Gobiernos de Gerardo Morales y de Mauricio Macri en su decisión violenta –y por cierto audaz, que nadie vaticinó antes de que ocurriera– de tener presa a Milagro Sala.

La privación ilegal de la libertad de la líder popular, además de ser en sí misma un atentado contra los derechos humanos, las libertades públicas y las garantías constitucionales, es una manifestación suprema de los valores racistas, clasistas y sexistas de la derecha. La víctima es mestiza, organizó y le dio poder a los pobres y desafió a los ricos que mandaron siempre en su provincia, y además es mujer. El resultado electoral en Jujuy será una muestra de cuán profundo es el odio de otros sectores de la sociedad contra las/los pobres, las/los negros/negras y las/los indias/os.

En algunos casos se anticipan niveles muy altos de convalidación social a las expresiones más alevosas de las políticas actuales y de la ideología que subyacen en ellas. Distintas encuestas y otros estudios preelectorales vaticinan que la actual diputada y candidata a la reelección Elisa Carrió conseguiría más de la mitad de los votos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Si una dirigente con un perfil ultra-antikirchnerista y con discursos frecuentemente violentos y delirantes es respaldada por una contundente mayoría de votos, sería también una muestra muy potente de la hondura con que están arraigadas las propensiones ideológicas de derecha al menos en la sociedad porteña.

El discurso electoral del macrismo hace dos años (en la anterior campaña, que incluyó la disputa por la presidencia de la nación) estuvo sostenido en mentiras, engaños y ocultamientos. Esta vez, la conquista de la adhesión social traducible en votos no tiene esos bellos revestimientos.

Con algunas salvedades. En cualquier momento de la campaña aparecerán las palabras mágicas “Bajar impuestos”.

Esa será la música celestial que el oficialismo y todo el aparato comunicacional que lo respalda pondrán como anzuelo cazavotos para la elección legislativa. Contingentes sociales de las clases medias comerciantes y de pequeños y medianos empresarios quizás se sientan tentados por una consigna fascinante, seductora, embriagante. Nada más feliz para capas medias de la población agobiadas por las obligaciones impositivas que pensar en una solución mágica como esa.

En la realidad posterior, que recién se podrá apreciar con el paso del tiempo, “bajar impuestos” será eliminar aportes patronales para jubilaciones y obras sociales, y además beneficiar a las corporaciones empresarias en perjuicio del Estado.

Pero, por fuera de excepciones, luego de un año y medio largo en el Gobierno, el discurso y la imagen macristas, y por lo tanto su estrategia electoral, pierden parte de la cosmética ficticia, mentirosa y tramposa, y dejan más al descubierto sus sustancias ideológicas.

Resta saber –nada menos– si tienen el respaldo social suficiente para acumular fuerza política y seguir adelante con su plan de gobierno, rumbo al modelo de sociedad cada vez más injusta que está en su matriz ideológica. Aunque en Argentina casi nunca se hable de ideologías.


 

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