PECHITO GAMBETA | Una jugada distinta

Por Ramiro García Morete

«Vos sos músico». En un viaje juvenil a Córdoba, una muchacha mayor que él y con aires de adivina, se lo aseveró. Igual que unos años más tarde –cuando entre gente capaz de dominar temas de Spinetta o Zeppellin él apenas rasgueaba el mismo puñadito de acordes que toca hoy– se costaba creerse esa palabra. A decir verdad, jamás cuajó mucho con ninguna clasificación. Pero es verdad que desde aquella tarde de 1965 por calle 22, la única con mejorado de asfalto entonces, algo se había despertado. «A hard day’s night» sonó desde una casa y luego sus primos adolescentes le mostraron con el Winco quiénes eran los fabulosos cuatro. Pasarían unos años para que su tía le prometiera una guitarra con la que soñó todo un verano en Lincoln, pueblo de su madre. Pero al volver, el preciado objeto caería en manos de su prima. Por enojo, iría a la carpintería a comprar terciado, cola de carpintero al vapor, un trozo de pinotea. No le saldría moldear la «forma de mujer» ni tenía registro de ninguna casa de música. Pensó en nylon y en lugar de cuerdas, compró seis tanzas para pescar de distintos grosores. Del gallinero que tenía su padre, tomó una pluma y la usó de púa. «Se parecía más a una cítara y no sonaba bien», recordará sobre su guitarra cuadrada con la que en el barrio lo miraban como «un loquito». A decir verdad, también, ser raro jamás fue algo que lo afectara y menos algo buscado. «Yo soy libre. No mido. Hago por lo que me sale. Y eso tiene su precio». 199 mil pesos –del 5 de febrero de 1982– costaría el modelo Castillone de la disqueria Andén Musical. Ocurre que al llegar a Constitución de aquel viaje a la provincia mediterránea, la había visto. Una guitarra roja con vivos amarillentos. Desde entonces no pensó en otra cosa. Toda su vida trabajó de lo que fuera (pintar casas, cortar pasto, artesano) así que una vez que tuvo el dinero al tiempo tomó el tren La Plata – Constitución (del que también guarda el boleto). «Aquella», pidió con la misma emoción del niño que escuchó los Beatles. «No, la verde no… la roja». El señor la descolgó. «No –fue más preciso–. La de la vidriera». No era un modelo de guitarra: era esa guitarra. Y como la misteriosa adivina, se llamaría Telma. «Vos vas a darme canciones», le propuso mientras regresaba excitado en el tren. «Un día amanecí» sería la primera canción que tuvo esa forma. Antes todo eran balbuceos y un collage de frases, ideas, pensamientos, textos. «Me autodescrubrí con ese tema», el mismo que ganó la admiración de sus amigos más virtuosos. Y el que abrió el camino a una trayectoria que siempre anduvo por los bordes con la libertad de los extraños. Los Simples sería su primera banda, alrededor de 1984 y tras otros proyectos, daría forma a una de las bandas más inclasificables surgidas en los agitados noventas platenses. Tanto que, a pesar de su convocatoria, no quedarían inscritos en las planas mayores de la rica historia oficial. Oscilando entre el humor corrosivo, la melodía beat, la espontaneidad punk, cierto clima alternativo y la crudeza de quien hace sin medir. Como una guitarra cuadrada. Con cuatro discos distintos y representativos, el 2016 sería el momento de terminar la banda. O eso pensaba este artista múltiple que experimenta no solo con la pintura sino con proyectos como Perezoso o en su momento el disruptivo Los Amigos de Frankenstein. Pero uno es lo que es. Y hace lo que le sale. Un asado de reencuentro cuando Piero Pierini vino de Inglaterra motivó a un nuevo regreso de una banda que cumplirá 28 años en el ruedo: Pechito Gambeta. La que siempre hizo una jugada distinta, como su líder: Yagui Quintero. Ese al que Telma definió como músico o como se llame soñar canciones hasta volverlas realidad.

«Este recital será el resultado de la vuelta a los ensayos, tras el freno que hicimos en el 2016 –cuenta Yagui–. Eran 25 años y me parecía bien. Cuatro discos, que no son tantos pero que cada uno representaba una etapa… Me cerraba». Pero el bajista Dani instó al regreso y optaron por «el Pechito original», con el repertorio que abarcaría desde 1991 al 1998: «Más alegre, más romántico, con baladas y algún tema nuevo que entraría en ese estilo».

El cantante cuenta que ese repertorio implica «volver a un pasado, ubicarme a una situación, el personaje que canta esas canciones. Agarramos los temas y rescatamos gran parte del sonido. Somos como una banda de covers: Pechito Gambeta haciendo covers de Pechito Gambeta. Yo vengo haciendo y pasé por otras músicas experimentales, anárquicas, monstruosas. Otra onda. Pero se dio un encuentro y salió todo al toque. Es como si nunca hubiésemos dejado de tocar».

Gran parte de la obra de la banda (y especialmente esos primeros años) están atravesados por un humor. Quintero intenta definirlo: «Hay una connotación de ironía, de rebeldía, humor en la forma de decir cosas. No es algo livianito». Yagui separa entre esas canciones y otras más oscuras. «Todo lo que compuse en mi vida fue de una forma natural. Nunca dije: voy a hacer una canción densa o con humor. Tiene que ver con el desarrollo interno mío». Y eso se extiende a la banda que completan actualmente Beny Lovera (guitarra), Darío Grigera (bajo) y Hugo Lapeyre: «Un grupo muy independiente, uno nunca tiene nada que ver con las estéticas del momento. Salió a hacer eso. No éramos cool, ni un grupo de ruptura, ni marcando tendencias. Nos dirigimos para ese lado porque estaban los temas».

«Soy muy libre –concluye Yagui–. Comprendo, pintado, escribiendo. No puedo estar haciendo música con una tendencia de turno. Hago por lo que me sale. Y eso tiene su precio. Mucha gente no lo entiende, no lo interpreta, no valora… qué está haciendo este. Está vistiendo en pleno verano con pullover. Y cuando no me salen las canciones, no me hago problema. Igual que cuando pinto. Si veo que me repito o me aburro, tiro los pinceles a la mierda. Dejo descansar, me vuelvo a entusiasmar y salen nuevas canciones».

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