Norma. El largo adiós

Anoche, en el mismo instante en que Norma pisó el escenario del Teatro Coliseo Podestá repleto para presentar Siguiente, su cuarto disco en nueve años, también dio por cerrado un periplo que comenzó en 2012, cuando los rumores de disolución se disiparon con el alejamiento del baterista Pablo Coscarelli y la inclusión de Laro Bidonde, y que volvieron a avivarse en estos días desde la fan page del grupo: «Tal vez no nos veamos las caras por un tiempo largo. Largo, largo», escribieron.

A principios de 2013, la grabación del disco sucesor de A (2011) había arrancado de forma auspiciosa cuando lanzaron el simple Serio, un adelanto que exhibía la mutación en la base rítmica a la vez que certificaba la continuidad. Pero a ese gesto firme le siguió un proceso de vacilación y reserva -que en sus últimos movimientos incluyó una primera masterización a cargo de Graham Sutton que no los dejó contentos-, y volvió a materializar el fantasma de la despedida. Los vaivenes, sin embargo, fueron atribuidos a una necesidad: la reformulación de la receta sonora de la banda. «Trabajamos mucho porque cada sonido tiene su lugar en el espectro y merece ser tratado como elemento único», señala Argüello. «Buscábamos principalmente que cada canción tenga lo que pide. Parece muy naif pero realmente es así, cuanto más te metés y te concentrás en un tema establecés una comunicación con el objeto que estás creando».

«No podemos tocar suave, nos seguimos dejando llevar por el volumen»

El resultado final, después de tres años de trabajo, es un conjunto de postales urbanas, hechas de superficies pulidas en las que el frío de guitarras produce bordes sutiles, menos filosos, y los espacios de experimentación aparecen cercados por melodías veloces pero pegadizas. La austeridad, marca registrada de la arquitectura sonora de Norma, aparece ahora como un recurso entre tantos. «El cambio es a raíz de cierta sofisticación en la necesidad de comunicar, como si los sentimientos que intentamos expresar nos hubiesen cortado la cara y nos pidiesen profundidad. No es que antes era superficial, simplemente dejamos de lado la perspicacia y nos pusimos un poco más detallistas».

Como si se tratara de un film noir, Siguiente opera por contrastes entre la luminosidad del trabajo instrumental y la urgente interpretación de Argüello; una performance a mitad de camino entre autómata y mesías que, al mejor estilo Edward Hopper, siembra escenas solitarias para señalar, sin alegorías, que la muerte está husmeando en los pantalones de todos.

En su brevedad -nueve temas en 25 minutos-,  Siguiente recorre «todos los tipos de canciones que siempre tuvimos: punk country, post-punk, rock-pop», pero sin perder jamás la crispación. «El asunto es que no podemos tocar suave, la energía sigue siendo un tanto avasallante. Nos seguimos dejando llevar por el volumen y por ocupar todos los espacios posibles».

Siguiente -editado a través de Scatter Records (Valle de Muñecas, Fantasmagoria)-, ostenta el oficio de una banda siempre inquieta, que a punto de cumplir la década ha ido templando sus expectativas: «Solo apuntamos a hacer algo de lo que estemos orgullosos, sin importar nada más que respetarnos a nosotros mismos como humanos que hacen en conjunto una canción», remata Argüello.

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