#NiunaMenos: la violencia y el machismo mediático

Por Liliana Hendel*

En Argentina se dictó la ley Nº 26.485 de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales, y  que ha introducido en su regulación la figura de la violencia mediática contra las mujeres como aquella producida por los medios masivos de comunicación a través de publicaciones, difusión de mensajes e imágenes estereotipados, que promueven la explotación de mujeres o sus imágenes, o que  injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mismas, como así también a construir o mantener patrones socioculturales de desigualdad o generadores de violencia contra la mujer.

Esta modalidad de violencia está vinculada directamente con la violencia simbólica contemplada en el artículo 5º, apartado 5, de la ley como aquella que se ejerce a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos, que transmiten y reproducen dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad.

Esto dice la ley que sin duda avanza en el camino de visibilizar las distintas formas de violencias machistas.

Si la corrupción es un ejercicio por comisión o por omisión, creemos que este concepto también se aplica a la violencia mediática.

“CONSIDERAMOS VIOLENCIA MEDIÁTICA LA APARICIÓN DE PROFESIONALES COMO FUENTES SIN FORMACIÓN EN GÉNERO, INCLUSO CON POSICIONES QUE CONSIDERAN ESTOS ESTUDIOS DE DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES EN SU ESPECIFICIDAD COMO DISCRIMINATORIOS DE LOS VARONES”.

La omisión de noticias que tengan como protagonistas a las mujeres o a intereses específicos de las mujeres es una ausencia flagrante investigada y contabilizada en horas/emisión por diferentes observatorios y por las mediciones de la WACC. No estamos y cuando estamos es en calidad de víctimas o como testigas ocasionales; vecinas que presenciaron hecho.

La construcción de la cultura y la inclusión equitativa de la ciudadanía exige una representación acorde en los medios masivos de comunicación que son grandes constructores de sentido común.

Por otro lado la aparición de las mujeres como objeto cosificado, desnudado literalmente, con un modelo de belleza mentiroso por lo inexistente, y el bordado sutil de un humor misógino disimulado pero descalificador es claramente el ejercicio puro de la violencia mediática tan naturalizada que ni siquiera las agredidas, las mujeres, lo registran. El mayor éxito del patriarcado es sin duda, convertirnos a las mujeres en sus mejores defensoras.

En esta breve síntesis no debemos olvidar el efecto profundo que la publicidad ejerce sobre la psiquis individual y el deber ser colectivo. Mujeres cantando alegres porque la crema suaviza sus manos, niños que miran espantados como su mamá friega los pisos y se convierte en un monstruo, o el clásico mujer haciendo trizas la tarjeta reconfirmando un estereotipo de gastar “pasión de mujeres”, sin que medie en los mensajes atisbos de reflexión, porque con esa sustancia se construye la solidez de los estereotipos que perpetúan la desigualdad y es esa desigualdad la que legitima las violencias.

“DESNATURALIZAR LO QUE DURANTE SIGLOS FUE NATURAL ES UNA ARDUA TAREA EN LA QUE EL PERIODISMO TIENE MUCHO QUE HACER”.

Por último consideramos violencia mediática la aparición de profesionales como fuentes sin formación en género, incluso con posiciones que consideran estos estudios de derechos humanos de las mujeres en su especificidad como discriminatorios de los varones y que no dudan en decir que los violadores son monstruos, qué los violentos han tenido una infancia difícil o han sido golpeados y que las mujeres desatan con sus actitudes un torrente pasional propio de los instintos masculinos. Y como frutilla de la histórica torta nos denominan “feminazis”. De patriarcado ni hablar, de Poder judicial misógino tampoco.

Como periodistas con mayor conciencia de la enorme responsabilidad que implica trabajar en comunicación debemos prestar atención a los Decálogos existentes, que son aliados a la hora de construir noticias con enfoque de derechos, al uso no sexista del lenguaje y al respeto a las víctimas y sus familias.

Desnaturalizar lo que durante siglos fue natural es una ardua tarea en la que el periodismo tiene mucho que hacer. Y en eso estamos!

Red Internacional de periodistas con visión de género en Argentina

#NIUNAMENOS

 

*Psicologa Periodista. Coordinadora RIPVG/RIPVGAR. Vision 7 Televisión Pública.

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