Por Héctor Bernardo
Fuentes de la Casa Rosada dejaron trascender que el domingo 12 de febrero, cuando se reúnan los presidentes de Argentina, Mauricio Macri, y de Chile, Michel Bachelet, ambos lanzarán una convocatoria para que los líderes del Mercosur y de la Alianza del Pacífico se reúnan en abril.
Desde su llegada al poder, Macri ha mostrado un gran desprecio por los espacios de integración regional. Su ausencia en las dos cumbres de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), sus intentos por destruir el Mercado Común del Sur (Mercosur), reflejados en su constante agresión al gobierno bolivariano de Venezuela, y su posición discriminatoria hacia los migrantes de Bolivia, Paraguay y Perú, son claros ejemplos de ello.
Sin embargo, luego de que el nuevo presidente norteamericano, Donald Trump, echara por tierra el Tratado del Transpacífico (TPP), los gobierno neoliberales de la región que basaban su estrategia económica en este acuerdo de libre comercio, se encontraron desorientados y comenzaron a buscar otras estrategias.
Luego de hostigar constantemente al gobierno de Nicolás Maduro, buscar excusas para desacreditarlo y – con argumentos que no respetan ningún marco legal – decidir que Venezuela había sido “expulsada” del Mercosur, Macri y su principal socio en la región, el golpista brasilero Michel Temer, comenzaron a impulsar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea.
Como un adicto con síndrome de abstinencia de neoliberalismo, Macri ahora se prepara para cruzar la cordillera y hacer su mayor esfuerzo para sumarse a la Alianza del Pacífico.
Contrariamente a lo que ha sostenido públicamente respecto de la lucha contra el narcotráfico, el gobierno de Cambiemos busca crear alianzas con los países que tienen los mayores cárteles de droga de la región, Colombia y México.
Basado en su enorme afinidad con los designios de la embajada norteamericana, Macri prefiere salir de los espacios de integración independientes de los poderes imperiales y sumarse la Alianza del Pacífico integrada por Chile, Perú, Colombia y México, los países que (junto con Paraguay) mayor presencia de bases militares y efectivos norteamericanos tienen en su territorio.
Un fantasma sobrevuela América Latina y no es el del comunismo, sino el del Alca, que parecía muerta y enterrada, pero que los amantes del neoliberalismo quieren resucitar.