Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

Lucía Klein: vuelta al mundo (propio)

Por Ramiro García Morete

“Quiero irme en un avión/y siempre vivir de día”. Se definirá más de una vez: “Siempre fui de ir y volver”. La niña que a los doce años aprendió a manejar en el Dacia de su padre o que a la misma edad tomó sola un primer vuelo a Venezuela, siempre sintió la necesidad de moverse. Inclusive para salir a los 15 del show de “Chiquititas” en el Gran Rex y terminar la noche sujetando la tabla de Nekro en Unione e Benevolenza. A Fun People -su puerta de ingreso a The Smiths- los había descubierto en una quinta gracias al discman de Santi, su amigo o novio o algo así. Desde entonces un mundo de festivales hardcores poblarían de stickers la criolla comprada en Ensamble Musical que le habían regalado para su cumple de 14.

Y es que desde chica lloraba y rechazaba las muñecas que le obsequiaban. Se fascinaba más bien con esas cartucheras con teclados o la flauta dulce con la que enloquecía a su familia en la casa de Barrio Cementerio. Antes y después de aquel primer cd de “Imagine”, estaría la música omnipresente. Aunque las canciones  propias llegarían con la Martin acústica y serían más propias aún tras aquel gran dolor de corazón roto en 2012. Títulos como “Hoy me dediqué a extrañarte” y otros versos sobre tomar whisky y amagarle al balcón delinearían un repertorio signado por los vínculos y gradualmente depurado por la madurez, la estética y la poética. Y es que generalmente las canciones -comentará- surgen de textos en cuadernos o, actualmente, en notas de voz. Muchas veces casi como un rapto, al punto de no recordar exactamente cómo surgieron.

Antes y después de estudiar turismo, la idea de ir y volver también estaría tan presente como el mapa que tiene en su departamento céntrico y en el que va tachando los países por los que anduvo. Barcelona sería un destino recurrente desde aquella primera vez tras ser despedida de Nerdkids alrededor del 2006. Y es que viajar, reconocerá con el tiempo, siempre fue una forma de escapar. “De relaciones turbulentas”, acentuará con detalle. Desde entonces se alejaría de la escena más no del arte, rodeada siempre de libros y con trabajos como el del primer hostel de la ciudad: Frankville.

Precisamente recibiendo equipajes, pero en una tienda de lockers del centro de la capital catalana, se encontraría en 2019. Hasta que aquello de “ir” le recordó violentamente que la otra parte es “volver”. Una fractura en el peroné la subiría a un avión de regreso y la bajaría a un pozo sin trabajo, sin poder jugar al fútbol y  sin hogar. Literalmente detenida y sin rutas abiertas recordaría que hay algo quieto que sin embargo nos hace florecer: las raíces.

“Supuse que era un buen momento/para navegar por el reino del mal/no buscaba nada y te encontré/te tenía sin saber”.  De a poco se reencontraría con la ciudad y también con las canciones. Como esa tarde en el comedor en la que que al ver a  su gato Haruki se preguntó: “¿Cómo no le hice nunca una canción?” Y el tema saldría igual que los venideros: “Como vómitos, como cartas”. Tras la experiencia de “Amb el cor” (2018) recurriría a Pedro Lacunza, con quien había forjado una amistad desde que colaboraba “medio manager” con Las Trampas. Lo que suponía un single en septiembre se convertiría en un EP con cuatro canciones delicadas y emocionales entre melodías y arreglos sutiles, atravesadas por la compañía y la ausencia como tópicos. Y donde su voz afable y sincera se enlaza con colaboraciones de Paula Maffía, Gato Sisti Ripol, Pitucardi y el mismo Lacunza. “Mapa” sería el nombre de este precioso y breve disco donde Lucía Klein traza las coordenadas de su propia sensibilidad. Y donde -como toda viajera sabe- vuelve solo para poder seguir yendo a otro lugar.

“Esta cuestión de estar tan parada físicamente -cuenta Klein- hizo que pudiera concentrarme en la creatividad. En el encierro, viviendo con mi vieja la mitad de la cuarentena en su departamento, sin laburo… creo que todo ese quilombo y lo que venía cargando influyó. Y la adopción de Haruki, que fue lo que terminó de salvar este año, posta”. Como ocurre con su obra, sus procesos personales se traducen en lo artístico: “También fue un poco reconectar con amigues, con Paula, Gato, gente que conozco de toda la vida. Y ni hablar Pedro, a quien recurro cada vez que tengo una idea”. La sociedad con Lacunza no solo fue fructífera sino veloz: “Salió muy rápido todo, en tres meses”.

“Estoy absolutamente atravesada por los vínculos de todo tipo -reconoce sobre sus tópicos principales-. Sobre todo amorosos y desamorosos, que me han marcado a fuego. Mis canciones siempre fueron muy catárticas”. Igualmente, hay cierta sutileza en sus líricas que la salvan del sincericidio: “En mi caso fue un proceso recontra natural. Este crecimiento no solo de edad, sino que hay toda una maduración desde el amor y el lugar que pongo instintivamente a los vínculos. O yo no permito que me lleven al sincericidio y le doy una vuelta de rosca. El sincericidio queda en terapia y vienen a colaborar artísticamente esas cuestiones, para producir cosas más copadas. Y más quizá genéricas y  generacionales, que puedan ser interpretadas no tan personales”.

“Un mapa -según expresa el comunicado y reafirma ella- es una representación gráfica que nos facilita la ubicación de los lugares que buscamos. Es también un conjunto de partes que forman un todo. Las canciones que integran este EP son las provincias de mi país. Hace tiempo me buscaba y creo que me encontré”.

De cara a una posible presentación, expresa: “No me entusiasma mucho la idea de hacer un streaming en vivo. Muy probablemente grabe la presentación del disco en alguna terraza con poquita gente invitada, lo filmemos y quede ese registro. Aunque claro, me encantaría tocarlo en vivo en algún centro cultural, o incluso en alguna terraza con más amigues”. Y cierra: “No me gusta mucho estar sola en general, y amo tocar en formato banda. Así que en mis planes cercanos está la idea de armar una especie de convocatoria, e invitar a quienes hayan gustado de Mapa, vivan en LP o alrededores, toquen guitarra, bata y/o teclados y tengan ganas de empezar a ensayar para acompañarme en las canciones que ya existen y en las que vendrán”.

(Foto: Malen Gorgone)