Los 1º de Mayo y sus distintos momentos

Por Carlos Ciappina*

«Los colgaremos lo mismo. Son hombres demasiado inteligentes y demasiado peligrosos para nuestros privilegios». Así, con la crudeza de quien se sabe impune, justificaba uno de los jueces norteamericanos su decisión de asesinar a los obreros y periodistas llevados a juicio por llamar a los obreros de una fábrica de Chicago a defenderse de la matanza ocurrida durante una huelga por las ocho horas de trabajo el 1º de mayo de 1886. Si los jueces aliados de la empresa pensaron que con las condenas a muerte de los ocho mártires de Chicago (cinco fueron colgados, cuatro de ellos periodistas, y tres condenados a prisión perpetua) terminaban con las protestas y la movilización, se equivocaron gravemente. El 1º de mayo se transformó a partir de ese momento en el día internacional en el que millones de trabajadores de todo el mundo señalaban y señalan que el conflicto entre capital y trabajo está en el centro de la generación de inequidad en las sociedades capitalistas.

Pero este significado no es ahistórico. Cobra diferentes urgencias y reclamos según los contextos económico-sociales y, sobre todo, políticos.

En nuestro país, factoría próspera a costa del sacrificio de obreros, peones, hacheros e indígenas de fines del siglo XIX, el primer día del trabajo se conmemoró tempranamente: el 1º de mayo de 1890 en Buenos Aires los obreros socialistas y anarquistas se reunieron en el Prado Español y llamaron a luchar contra las condiciones laborales y salariales de un país que se volvía inmensamente rico mientras sus trabajadores se empobrecían en inversa proporción.

La élite terrateniente, sus jueces, sus medios de comunicación y sus fuerzas represivas tuvieron para los 1º de Mayo la misma respuesta durante décadas: prohibición, represión y desprecio. Con momentos de extrema violencia: el 1º de mayo de 1909, el coronel Falcón pretendió detener la marcha de casi 30.000 anarquistas disparando sobre la multitud, asesinando a diez trabajadores e hiriendo a decenas. En 1919, 800 obreros fueron asesinados durante la Semana Trágica por fuerzas policiales y parapoliciales; y en la Patagonia de 1921-1922, 1.500 peones y obreros fueron asesinados por las fuerzas del ejército junto a los ejércitos privados de los estancieros. Profusamente festejada por periódicos como La Nación y La Prensa, la represión era la única respuesta a la movilización obrera.

Durante el primer peronismo, el 1º de mayo tomará un nuevo significado: “Ustedes, compañeros, ha vivido la larga etapa de la tan mentada libertad de la oligarquía; y yo les pregunto, compañeros: si había antes libertad o la hay ahora. A los que afirman que hay libertad en los pueblos donde el trabajador está explotado, yo les contesto con las palabras de nuestros trabajadores: una hermosa libertad, la de morirse de hambre”.

Así de drástico será el cambio de posición del Estado a partir de 1945. El que habla es el presidente argentino y se dirige a cientos de miles de trabajadores que celebran cada 1º de mayo las mejoras evidentes en sus condiciones laborales y sociopolíticas. El primer peronismo trastocó la relación tradicional entre Estado, capital y trabajo, poniendo el énfasis en la necesidad de controlar e intervenir para reducir la brecha entre capital y trabajo como nunca antes en la historia argentina. Los 1º de mayo serán durante esos años una fiesta popular donde las organizaciones sindicales ocupan las calles y las plazas que antes eran escatimadas por la represión.

Lúcida como de costumbre, la élite argentina a través de su aparato cultural tomó debida nota de este cambio y los riesgos que para sus intereses conllevaba la movilización obrera. Desde la justificación mediática-cultural, los golpes militares y las dictaduras subsiguientes (alabadas y sostenidas por jueces, medios hegemónicos y políticos conservadores junto a los represores) del período 1955-1983 se dedicaron prolijamente a destruir la organización y la movilización obrera (peronista, socialista, comunista o el ista que se quiera). El resultado fue un incremento constante de la represión, que culminó con la política represiva de la última dictadura. Treinta mil desaparecidos es la cifra que da cuenta de la profundidad del Plan Represivo, pero también de la determinación de la resistencia. Los 1º de mayo volvieron a ser los de la lucha, la resistencia y la consiguiente represión.

Los noventa continuaron y profundizaron la destrucción del mundo del trabajo y la recuperación de la renta del capital: la flexibilización laboral, la reducción de salarios y desempleo masivo se presentaban como medidas necesarias para recuperar la economía y la producción; en una sociedad que, nos decían los científicos sociales y académicos del establishment, dejaba atrás el trabajo como forma de organización social. Detrás de estas justificaciones y políticas se escondía el mismo principio de siempre: reducir el salario y ampliar el mundo de desempleados significaba incrementar la rentabilidad del capital y las empresas. No era un problema del “fin del trabajo”, sino la necesidad del “fin del trabajo protegido por el Estado y la organización obrera”. La resistencia tomó nuevamente las calles, y los piquetes retomaron en los noventa el espíritu y la práctica de los 1º de mayo combativos.

En 2015 nos encontramos en una nueva coyuntura histórica a nivel argentino y latinoamericano. A contramarcha de Estados Unidos y Europa, que profundizan el ajuste, la represión y la destrucción de sociedades que habían alcanzado cierto nivel de equidad, en América Latina y en nuestro país los gobiernos han reconstruido una economía con mayores grados de autonomía, con proyectos industrialistas y productivistas que, en el caso argentino, han recuperado niveles de empleo, mejorado las condiciones salariales y ampliado la negociación y participación gremial en la discusión del salario y las condiciones laborales junto al Estado. La contracara del neoliberalismo. Puede afirmarse que falta pero no que no se construye contra los deseos del gran capital nacional y transnacional.

Este es un año de elecciones y no puede dejar de enfatizarse que la disputa política que se avecina esconde claramente dos perspectivas sobre el trabajo y los trabajadores: la actual, que retomó las paritarias, la discusión con los trabajadores de sus condiciones laborales y salariales, la búsqueda de sostener y aumentar el poder adquisitivo y el reconocimiento del derecho de las organizaciones gremiales a discutir y luchar por sus condiciones laborales; y, del otro lado, el viejo proyecto de la oligarquía, donde los trabajadores y sus organizaciones son un obstáculo a la reproducción de la renta patronal. La terrible experiencia de los talleres de trabajo esclavo son a la vez una muestra de todo lo que falta aún y de los riesgos que se corren si el poder político queda en manos de quienes no sólo apañan, sino que viven de esa modalidad de explotación.

Un nuevo 1º de Mayo. Para todos los que trabajamos, siempre un momento de festejo, de lucha y de solidaridad.

 

* Profesor de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social – UNLP.

 


 

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