Los Cataclismos: la ola final

Por Ramiro García Morete

“¿Te acordás?” De las tantas guitarras que tuvo, Fernando sólo conserva su “frankenstein” con cuerpo de strato y mango de telecaster, madera americana y ferreterías. Como ella, la memoria está hecha de pedacitos pegados que constituyen un instrumento vital. Y antes de ensayar cada tema en su casa de Mondongo, se miran con Iván Pinto y Bruno Pilía invocando alguna anécdota. Quizá sobre aquellos primeros ensayos en Brandsen, cuando el espigado guitarrista volvió de vivir en Pilar y cambió los pedales noise por la unidad de reverb. Es que escuchando bandas como The Madeira o Satan’s Pilgrim se había fascinado por ese género que tuvo varios apogeos pero nunca fue masivo: el surf rock. Pensar que de chico había tomado unas clases sobre la tabla, pero a los veintiuno o veintidós años se subía de lleno a montar una ola sin pensarlo demasiado. Tampoco lo hizo Bruno cuando dejó el bajo y se sentó en la batería de su hermano, ni Iván cuando dejó de cantar grunge para comprarse un bajo. Todos se arrojaron al agua, aventurados como esas noches que entre tema y tema recuerdan. Posiblemente alguna quinta o un escenario de renombre, ya sea Sala Ópera o La Tangente o la caótica fiesta en la casa del cineasta Osvaldo Sudak, algo así como el peor y mejor show de tantos. Porque, de todas la bandas del género, no sólo se distinguieron por no ser puristas sino por tocar mucho y donde fuera. Hasta mañana, que con un disco, dos EP y muchas olas detrás, llega la hora del adiós para una de las bandas under más calientes en vivo: Los Cataclismos. O el hasta luego.

¿Final abierto? “Final zarpado –responde el guitarrista Neón, quien deja la ciudad por motivos personales–. De hecho, queríamos hacer una grabación antes, pero por motivos de laburo y coordinación no se pudo”. El también músico de La Patrulla Espacial recuerda que al principio “el encare iba por ser una banda de género. Surf rock. Y gustó que fuera así. Pero no pudo durar mucho. Se fue deformando y empezó a ser más rockera”. Y recuerda entre risas: “De hecho, en su momento forcé a los chicos para que usáramos camisas los tres. Es típico. Pero duró un par de conciertos nomás”.

Desde entonces “tocamos muchísimo. Entre las bandas de surfers lo que se decía es que era la banda que más seguido tocaba. Lugares mucho más… justicialistas, por decirlo en broma. Pero el tema era agarrar toda la fecha: con bandas indie, punk, electrónicas”.

Respecto de las producciones de estudio (Los Cataclismos, 2013; El vértigo de las olas, 2016; y La Calma, 2018), ese rodaje y convicción por la ejecución pura tiene mucho que ver. “Los discos no tienen mucha vuelta. De hecho, el último material se grabó a cinta abierta todo en una sesión. Lo único que se hizo fue grabar los tres en vivo. La mezcla se avanzó de modo analógica y al fina tiene unas mínimas sobregrabaciones. Tampoco se puede agregar mucho si después no se puede reproducir en el escenario”.

Previo al show, Naón confiesa: “Aún no me cae la ficha”. Pero con la amistad y la música intactas, no descarta que en un futuro la banda vuelva a tocar. Quién sabe lo que traerán las nuevas olas.


 

SECCIONES