La sombra detrás del espía D’Alessio

Por Juan Alonso (para Nuestras Voces)

El presunto agente de Estados Unidos y supuesto empleado freelance de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Marcelo Sebastián D’Alessio, no podría haber llegado jamás a los despachos de los empresarios Eduardo Eurnekian y Paolo Rocca sin la intervención de alguien poderoso. Una persona que con su sola presencia indicase la voz (¿oficial?) de la embajada de los Estados Unidos de Norteamérica en la región. Y esa persona, según las fuentes consultadas por este cronista, podría ser el empresario Gustavo Cinosi, mano derecha del uruguayo Luis Almagro en la OEA.

Cinosi está muy habituado a interceder en cuestiones de política exterior del gobierno y fue la presencia de la Casa Rosada en cuestiones vinculares con la crisis de Venezuela y la tenaz oposición de Mauricio Macri y el Grupo de Lima al gobierno constitucional del país bolivariano. El año pasado fue el encargado por parte de la OEA de darle un premio por su defensa del ambiente al entonces presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti.

En diciembre de 2016, Cinosi organizó una comida en su hotel de Pilar a la que asistieron, entre otros billonarios, Adrián Werthein (grupo Werthein), Miguel Acevedo (Aceitera General Deheza), Daniel Funes de Rioja (Copal), Héctor Méndez (Conarsa) y Eduardo Eurnekian (Corporación América). Cuentan que una de las excusas de aquella charla, bastante animada por cierto, habría sido la situación procesal de la dirigente social Milagro Sala, presa política del gobernador Gerardo Morales, aliado de Macri en Jujuy. Pero no. La situación que se habló allí fue el nodo del modelo económico inicial que hoy en día llevó a la mitad de los argentinos a padecer hambre, no poder comprar carne ni beber leche, ni siquiera pagar el boleto del colectivo con los salarios a la baja y una deuda externa a cien años.

Aunque por entonces, entre langostinos y champán, Cinosi desparramó a su vocería periodística que se habló de Milagro –cosa que es cierta–, pero también de ciertos asuntos que asoman en la actualidad bajo el enchastre de la causa D’Alessio y sus severas consecuencias institucionales. ¿De qué cosa, concretamente? Del discurso narcótico de la lucha contra la corrupción que colocó a la alianza Cambiemos en el extraño lugar de los inmorales de la flamante moralidad. Y esa narrativa tuvo un diseño ideado desde el exterior y una cadencia subjetiva localizada a cargo del ecuatoriano publicitario Jaime Durán Barba.

La línea argumental creada por el gestor de la campaña de la derecha conservadora de Donald Trump, Stephen Kevin “Steve” Bannon, tuvo su correlato ese mediodía en Pilar. Cinosi habría puesto lo mejor de sí en esos conceptos propios de “los nuevos populismos de derecha” promovidos por Bannon, el Departamento de Estado y el Pentágono.

Lo cierto es que a cuatro años de esos primeros fuegos oratorios de artificio, la causa D’Alessio hace mover la tierra de Comodoro Py con sendos pedidos de nulidades para las causas de los encuadernados con la foto de un cuaderno y el expediente del gas licuado, denunciado por un falso abogado (D’Alessio) y un perito chamuyero, David Cohen, procesado por aportar información falsa a la causa, extraída de Internet.

Semejante escándalo revela, además, el vaho de la Gestapo de Comodoro Py, que podría llevarse puestos al fiscal Carlos Stornelli y al periodista de Clarín Daniel Santoro, quien ya no pregunta ni quiere preguntar. La testimonial de seis horas ante el juez Ramos Padilla del exgerente de Logística de PDVSA Argentina, Gonzalo Brusa Dovat, desnudó el mecanismo del apriete, las coacciones, el espionaje ilegal de alcance regional y “el ablande” de presuntos testigos y empresarios en causas del fuero federal. Brusa Dovat ratificó cada uno de los dichos de la entrevista que le realicé en exclusiva 24 horas antes para Nuestras Voces el 18 de marzo.

El juez Ramos Padilla citó para hoy al fiscal Stornelli –pero volvió a faltar–. El magistrado tiene la semiplena prueba de que Stornelli integraría una supuesta asociación ilícita dedicada a la extorsión y detención de empresarios presuntamente vinculados a expedientes federales en pleno desarrollo. Todo indicaba que Stornelli no concurriría a ser indagado por segunda vez consecutiva. Al ser así, Ramos Padilla suma más elementos de prueba en su contra y lo declararía en rebeldía, mientras el macrismo anhela removerlo en el Consejo de la Magistratura para apartarlo de la causa D’Alessio. Resulta insostenible que el fiscal erigido como el paradigma del republicanismo no concurra a dar la cara en una causa donde está siendo investigado. ¿Con qué credibilidad Stornelli llamará a indagatoria a los sospechosos en las causas que instruye, si él mismo se niega a declarar ante un juez federal que lo considera parte de una red delincuencial?

Para colmo, la Corte emitió un dictamen que apoyó la investigación del juez Ramos Padilla, otorgándole los elementos y el personal que había requerido (ver el facsímil del escrito firmado por los magistrados, incluido el presidente del máximo tribunal, Carlos Rosenkrantz) y la situación se complica para el oficialismo en la Bicameral de Control y Fiscalización de los Organismos de Inteligencia. Allí declarará el juez Ramos Padilla el jueves y, diez días más tarde, Gustavo Arribas, “el señor 5” de la calle 25 de Mayo.

Prolijo

Fuentes parlamentarias coinciden en afirmar que el senador Miguel Ángel Pichetto habría dicho entre sus pares que el juez Ramos Padilla fue “muy prolijo” en su exposición de casi cinco horas en la Comisión de Libertad de Expresión la semana pasada y se mostró “preocupado” por el alcance de la red de espionaje paraestatal, que integran D’Alessio y los excomisarios de la Bonaerense detenidos, Aníbal Degastaldi y Ricardo Bogoliuk.

Lo que se hablará en la Bicameral es delicado. Dentro de la mansión de D’Alessio en el country Saint Thomas de Esteban Echeverría, el juez encontró un escrito de puño y letra de D’Alessio sobre la gobernadora María Eugenia Vidal. ¿Dónde estaba esa referencia? En una de las diecinueve carpetas de inteligencia y contrainteligencia que poseía D’Alessio, con el nombre de “Operación Fantino”. Allí el periodista Santoro figura, según palabras del propio D’Alessio, como la fuente principal del espionaje a sus propios compañeros de pupitre del programa de los “Animales”. Tan es así, que el bueno de “Dani” –así lo llamaba la periodista Romina Manguel, una víctima del grupo de D’Alessio– le habría dicho al presunto agente de Estados Unidos que ella solía hablar con Javier Fernández, lobbista judicial y presunto numerario del núcleo duro de Antonio Horacio “Jaime” Stiuso, el espía más temido. Consta en la causa judicial.

El clima es espeso. En el piso 9 de la AFI, Darío Biorci, cuñado de la número dos de Arribas, Silvia Majdalani, espera que el PRO logre frenar al fin el avance de los diputados y senadores opositores. ¿El comisario Bogoliuk visitaba al jefe de Gabinete de la AFI? ¿Hay registro del presunto agente de Estados Unidos, Marcelo Sebastián D’Alessio, en el Congreso e ingresando a la AFI?

Fuentes del submundo sinuoso del espionaje deslizan que Arribas habría conocido el nombre de D’Alessio por lo menos desde 2016. Quizá un buen principio podría ser el número de patente de la camioneta Land Rover en la que D’Alessio llevó de la nariz a Gonzalo Brusa Dovat hasta el despacho de Stornelli, con dos sujetos de la DEA, declaró el exgerente de PDVSA en sede judicial. La matrícula es “AB 908 FA” y estaría radicada en la Avenida Belgrano al 800 (CABA).

“Se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás”, pensó Faulkner. Y tenía razón.


 

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