La salud bonaerense dinamitada

El sistema público de salud de la provincia de Buenos Aires no deja de generar malas noticias. En las últimas horas, una sucesión de episodios disímiles pero que guardan como hilo conductor la desinversión y el abandono han sido motivo de conversación en redes sociales y de tratamiento informativo en medios de comunicación.

Por caso, la falta de medicamentos e insumos para pacientes diabéticos en diferentes centros de salud de la región; el pedido desesperado de una heladera para conservar medicamentos exteriorizado por una enfermera del Hospital Rossi de La Plata; la denuncia de otra enfermera del Hospital Magdalena V. de Martínez, de General Pacheco, por la falta de insumos hospitalarios; y hasta el insólito episodio de la confusión en la inscripción del sexo de una recién nacida en el Hospital Mariano y Luciano de la Vega, de Moreno, emergieron esta semana como la punta del iceberg de un sistema colapsado y al que la gestión de María Eugenia Vidal y Andrés Scarsi no logra ocultar detrás de la implementación del SAME y del hiperpromocionado Plan de Refuncionalización de Guardias Hospitalarias.

Pacientes diabéticos de La Plata han advertido por estas horas que para obtener insulina o tiras reactivas de diagnóstico han tenido que recurrir a una ONG, ya que hay faltante en los hospitales públicos y las obras sociales –entre ellas, IOMA– retacean su provisión y achican los montos de la cobertura. “Día a día constatamos el contraste entre las mentiras de Macri y de Vidal y la realidad de las personas que necesitan asistencia en salud, como es el caso de quienes padecen diabetes”, reflexionó Daniel Gollan, el último ministro de Salud de la gestión kirchnerista.

Desde la Asociación de Apoyo a Personas con Diabetes (APOYAR), admitieron que debieron organizar un banco solidario de drogas e insumos para asistir a personas en situación de vulnerabilidad, para lo cual reciben aportes de personas que donan medicamentos que no utilizaron o de visitadores médicos que se los regalan. De ese modo, afirman, pueden asistir a unos diez pacientes por mes.

Desde la mirada oficial, no existe tal faltante. Para Gabriel González, director provincial de Programas Sanitarios del Ministerio de Salud bonaerense, “el programa PRODIABA cuenta con todos los insumos necesarios para la población objetivo, que son unas 80 mil personas con diabetes sin cobertura de obra social ni de empresa de medicina, tanto de edad pediátrica como de adultos”.

“Hola gente cómo están, les cuento que soy enfermera del Hospital Rossi. En Clínica Médica del 2 piso y hace 4 meses que se rompió la heladera donde guardamos medicación”, se sinceró Eva Bustamante, una trabajadora al borde de la desesperación. De acuerdo a su testimonio, replicado profusamente en redes sociales, “la heladera que dejó de funcionar era usada para guardar medicamentos como insulinas y albúminas o hielos para frenar hemorragias e hipertermias de los pacientes”.

Para el presupuesto hospitalario, la reparación o bien la compra de una heladera nueva tiene un impacto irrelevante. ¿Cómo es posible entonces que la solución deba provenir tras un grito sordo en las redes sociales?

“Faltan jeringas, sondas, tenemos sólo cuatro respiradores. Cada semana falta algo distinto. A veces tenemos que usar una misma jeringa descartable durante 24 horas, no podemos aplicarla y tirarla”, narró a Telefé Noticias otra enfermera, en este caso del Hospital Magdalena V. de Martínez, del partido de Tigre.

Su temerario relato abundó en que “se trabaja juntando cosas, pidiendo a otros servicios que nos puedan prestar. Los otros sectores colaboran con nosotros, pero esto es algo que pasa en todo el hospital. Nunca vimos algo así”, confió a la señal televisiva.

“Al no tener insumos, hay mayor mortalidad. Hay más virus, más bacterias. Los bebés se mueren infectados porque no hay insumos. La mortalidad es muy grande, pero dibujan los números”, cerró la integrante del equipo de salud.

Quizás la gota que colmó el vaso fue, en el hospital de Moreno, notificar oficialmente a una mamá de veinte años que había dado a luz una beba, y horas después –en medio de una visita en la neonatología del hospital en la que se recupera tras haber nacido prematura–, notificarle entre risas del personal del sector que en realidad había traído al mundo a un varoncito.

El caso se difundió profusamente en programas vespertinos de TV abierta, como el de Mariana Fabbiani y Maju Lozano –en este último, con una increíble insensibilidad de la directora del establecimiento, Marcela Bustamante, al ser enfrentada al testimonio de los padres de la criatura–, aunque no llegó a la prensa escrita, quizás por el rápido auxilio de la pauta publicitaria de la Secretaría de Medios de la provincia. 

Mientras espera el resultado del estudio de ADN ordenado por la Justicia, la mamá adelantó que no aceptará que no sea otra cosa más que la confirmación de lo que ella vio cuando le pusieron sobre su pecho a una nena a la que llamó Agustina. El mismo nombre que en la sala de partos escribieron en la pulserita de la beba y en la constancia de su nacimiento.


 

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