La hora más oscura: los usos de la historia y el pensamiento colonial

Por Carlos Ciappina

Llega a nuestros cines una nueva película (The darkest hour La hora más oscura) sobre Winston Churchill. Pese a la excelente actuación del gran actor Gary Oldman, es, por desgracia y esperablemente, una fallida película basada en la tergiversación y manipulación histórica típica del pensamiento imperial británico.

¿Sobre qué supuestos se construye el relato de esta película?

Primer supuesto. Churchill era un demócrata que luchaba por la libertad de los pueblos y Hitler un dictador racista que luchaba por sojuzgarlos. Sin ninguna duda, Hitler era un dictador racista despreciable; pero eso no lo hace a Churchill un demócrata, y menos un libertario, y menos aún un antirracista.

Esto casi no es cuestión de opinión. Veamos qué nos dice el propio Churchill sobre los indios (de la India , obvio): “Yo odio a los indios. Son bestias con una religión bestia”. Para sostener el dominio sobre estas “bestias”, proponía el uso de métodos como el siguiente: “No entiendo estos remilgos contra el uso del gas. Estoy completamente a favor de usar gases venenosos contra las tribus incivilizadas”. Además de esta frase tan democrática, también tuvo definiciones para los palestinos: “Hordas bárbaras que no son más que excrementos de camello”.

Para los pueblos originarios de América y de Australia, Churchill tenía el mismo diagnóstico: “No acepto […] que se haya hecho un gran mal a los Pieles Rojas de América, o a los negros de Australia […] por el hecho de que una raza más fuerte, una raza de más alta graduación […] haya llegado y ocupado su lugar” (Comisión real sobre Palestina, 1937).

Que esta perspectiva racista de Churchill tenía y tuvo consecuencias concretas aún durante la Segunda Guerra lo pueden atestiguar los propios indios: en 1942, ordenó que todo el territorio de Bengala fuera “arrasado”, sus cultivos destruidos y su arroz quemado porque corría riesgo de ser ocupado por los japoneses. El problema era que allí vivían los indios (obvio, era su propio país, aunque colonizado por el Imperio británico). La decisión no fue para Churchill ningún problema ético: 4.000.000 de bengalíes murieron de hambre en 1943. Para quien los indios era “bestias con una religión bestial” no hubo ningún tipo de remordimiento. El filme curiosamente no menciona este hecho.

Pero no sólo podemos reconstruir el pensamiento por sus posiciones racistas y xenófobas. Churchill fue un admirador de Mussollini y de Hitler. Extraño, ¿no? Pues bien, vayan nuevamente las propias palabras de Sir Winston. Sobre Mussolini expresó: “No puedo sino estar encantado, como muchas otras personas lo han estado, por el comportamiento sencillo y amable del señor Mussolini y por su calma, por su aplomo e imparcialidad, a pesar de las muchas cargas y peligros que soporta”. Por las dudas, aclara: “Si yo hubiera sido italiano, estoy seguro de que habría estado entusiasmado con usted desde el principio hasta el final, por su lucha triunfal contra los apetitos y pasiones bestiales del leninismo”. Y para finalizar realiza una evaluación del fascismo italiano: “Italia ha demostrado que existe una forma de luchar contra las fuerzas subversivas, que puede aglutinar a la masa de la población, dirigirla adecuadamente, valorar y desear la defensa del honor y la estabilidad de la sociedad civilizada. De aquí en adelante, ninguna gran nación estará desamparada de un medio fundamental de protección contra el crecimiento cancerígeno del bolchevismo» (Roma, 1927).

El apoyo explícito a Mussolini (recordemos que Mussolini era un dictador brutal y despiadado, en particular contra socialistas, demócratas y comunistas) no le impidió alabar a Adolf Hitler.

En su libro STEP by STEP (paso a paso), Sir Winston escribirá (¡en 1937 y 1938!) las siguientes apreciaciones sobre Hitler: “Si nuestro país fuera derrotado, desearía que encontráramos un campeón tan indomable como el señor Hitler para restaurar nuestro coraje y conducirnos otra vez al lugar que nos corresponde entre las naciones”. “Si un día mi patria tuviera que sufrir las penalidades de Alemania, rogaría a Dios que le diera un hombre con la activa energía de un Hitler…”.

Esta admiración tan profunda se complementa con una definición sobre los modales y la preparación intelectual del dictador alemán que nadie había hecho antes (y nadie hará a futuro, claro): “Los que se han encontrado con el señor Hitler cara a cara en asuntos públicos o en términos sociales han podido apreciar que se trata de un político altamente competente, ponderado, bien informado, de modales agradables y una desarmante sonrisa…”. Bueno, sólo Churchill ha podido ver en Hitler una “desarmante” sonrisa, pues el resto del mundo sólo veía con temor el rictus siniestro del dictador nazi.

Segundo supuesto. Churchill lideró Inglaterra en la lucha por la democracia y la libertad en el mundo. Durante el filme es recurrente la superposición de los intereses de la lucha británica con los de la libertad y la democracia “del mundo”. La pregunta que cabe aquí es: ¿era Gran Bretaña una democracia que luchaba por la supervivencia de otras democracias? La verdad pura y simple es que, al momento del inicio de la Segunda Guerra Mundial, era un Imperio (se llamaba así misma Imperio británico) que dominaba con mano de hierro y brutalmente 98 territorios en África, Asia, Europa, América y Oceanía. Un Imperio que poseía el 25% de todo el territorio del planeta, el más extenso en la historia de la humanidad: 458 millones de personas y 29.500.000 km de extensión bajo el poder de la Corona británica. Todo un mundo colonizado. Un Imperio que había destruido los pueblos originarios de América del Norte, asesinado a millones de indios en la India (se calcula en 30.000.000), a cientos de miles de aborígenes australianos, a millones de africanos y asiáticos junto a otros millones de irlandeses (2.000.000 sólo en la hambruna de 1851).

Churchill luchó para sostener y defender ese Imperio británico. Presentarlo como un luchador por la libertad del mundo es una manipulación burda de la verdad histórica.

La diferencia entre Adolf Hitler y Winston Churchill en este punto es de objetivos, no de principios morales: Churchill quiere sostener la mano de hierro del Imperio británico en el mundo, mantener las colonias, sostener el trabajo semiesclavo y, sobre todo, seguir extrayendo riquezas y recursos para la burguesía y la nobleza británicas. Hitler quiere lo mismo, sólo que su objetivo es colonizar toda Europa y transformar Europa Oriental y el Cercano Oriente en una gran colonia para extraer recursos y distribuir tierras entre los landlords alemanes, algo que el Imperio británico venía haciendo desde hacía tres siglos en todo el planeta.

Tercer supuesto. La decisión de Churchill de luchar contra el nazismo y no negociar con Hitler decidió el curso de la Segunda Guerra Mundial. Con gestos graves, discursos reales en contextos heroicos, el filme presenta a Churchill como el líder decidido a detener a los nazis y, en su testarudez, como el hombre providencial que salvó a Inglaterra y detuvo el avance nazi para iniciar el triunfo en la guerra.

Nuevamente, los datos duros, concretos y simples no convalidan esta manipulación:
¿Cuál fue el compromiso británico durante la Segunda Guerra Mundial? En verdad, como fuerza militar de ataque, Gran Bretaña quedó aniquilada en 1940 y logró con todo esfuerzo sólo defender las Islas con el despliegue de la Fuerza Aérea. Los crueles bombardeos alemanes sobre los civiles ingleses iniciaron lo que sería uno de los rasgos de la Segunda Guerra.

Hasta la entrada norteamericana en la guerra, Inglaterra quedaría totalmente a la defensiva (y es sabido que Estados Unidos privilegiará la guerra en el Pacífico). Detenida Inglaterra, conquistada Francia y Europa occidental (menos España, en manos de otro dictador brutal), y con toda Europa oriental bajo el dominio nazi, ¿cómo y quién ganó literalmente la guerra? Mal que les pese a las películas de Hollywood, la Segunda Guerra en Europa la ganó la Unión Soviética. En 1941, Alemania descargó sobre la Unión Soviética, su verdadero objetivo (ver Mein Kampf, de 1924), todo el peso de su poder militar.

El ejército alemán avanzó sobre la Unión Soviética con una barbarie inusitada: los eslavos eran para los nazis simples subhumanos destinados a servir a los colonos alemanes (la misma idea de Churchill para los indios, nativos americanos, aborígenes australianos y africanos). El avance fue demoledor y el genocidio se desató sobre las poblaciones en toda Europa oriental (judíos, eslavos, gitanos). En Stalingrado y Moscú, los soviéticos (solos, sin el apoyo de las potencias “democráticas” ) detuvieron a la maquinaria de guerra alemana. El Ejército soviético, el modo de producción planificado de los soviets y la profunda convicción nacional del pueblo ruso (con la no menor determinación del propio Josif Stalin, al que todos los filmes hollywodenses tratan como inexistente entre 1939-1945 para volver a destratarlo antes y después como “el dictador”; pero esa es otra historia).

Los soviéticos comenzaron a avanzar hacia occidente, derrotando (con un costo enrome) al mejor preparado ejército alemán. ¿Churchill apoyó ese avance? Su desesperación no era porque finalmente el nazismo estaba siendo derrotado, sino porque los soviéticos lo estaban venciendo. Resultado: propuso una Tercera Guerra Mundial ni bien terminó la segunda. Pero esta vez contra los soviéticos. El filme tampoco menciona ese tema.

Los datos hablan mejor que las opiniones: Gran Bretaña sufrió durante la Segunda Guerra la terrible baja de 388.000 personas (326.000 militares y 62.000 civiles). La Unión Soviética dejó en la lucha contra el nazismo la increíble cifra de 27.000.000 de personas, de las cuales 8.700.000 eran del Ejército Rojo y 18.300.000 fueron civiles.

Pero en el filme que nos ofrece Hollywood la decisión crucial que ganará la guerra es de Winston Churchill.

Desprevenido asistente a la película La hora más oscura: si quiere utilizar mejor su dinero, concurra a ver otra película. Pero, como la libertad es libre, si aún así quiere ir a ver este, tenga en cuenta este pequeño relato. No vaya a ser que como ciudadano que tiene aún hoy buena parte de su país colonizado por el Imperio británico terminemos agradeciendo que Sir Winston hayan ganado la guerra. Peor aún, creamos que el buen Sir Winston era un demócrata convencido, un antirracista activo y un liberador de pueblos de las garras de la barbarie.

Se llama pensamiento colonial, y este filme está pensado para que nos siga constituyendo.


 

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