Por Samuel Gallego*
Con la firma del «Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera» el pasado 24 de agosto, el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC terminaron exitosamente los diálogos de paz que desde noviembre del año 2012 se llevaron a cabo en la capital cubana. Alcanzada esta etapa, la expectativa de todos los colombianos está en que efectivamente cada uno de los seis puntos negociados y acordados en la agenda que se desarrolló en La Habana se haga efectivo para terminar de una vez y para siempre el largo, sangriento y devastador conflicto armado, que por más de seis décadas cobró la vida de miles de personas.
Lo anterior, sin duda alguna, es el primer paso para comenzar una nueva era en Colombia, en la que la violencia ya no sea el común denominador de la cotidianidad de los colombianos y donde las armas ya no se utilicen más para imponer una ideología política, evitando así que más colombianos mueran por culpa de la guerra. No obstante, antes de esto los ciudadanos deberán acudir a las urnas para refrendar este Acuerdo final, decidiendo con su voto si aceptan o no los puntos que desde 2012 hasta hoy discutieron y acordaron las partes que negociaron en la Mesa de Diálogos de La Habana.
Son 297 páginas que desglosan, desarrollan y explican, punto a punto, tema por tema, el resultado de cuatro años de conversaciones, tomando como referencia el contexto y las causas de la violencia que originó el conflicto armado que está a punto de terminar. En ese sentido, el documento del «Acuerdo final» propone alternativas para la solución de esas problemáticas, que a nivel general se aproximan, de manera ajustada y equilibrada, a las reformas que con urgencia necesita el país para superar completamente esta era de violencia, logrando la construcción de una verdadera paz con justicia social, en la que además es imperativo terminar con otras organizaciones armadas al margen de la ley, como la guerrilla del ELN y los grupos paramilitares (hoy conocidos mediáticamente como «Bandas Criminales» o Bacrim), que junto al Estado colombiano y las FARC son actores del conflicto armado.
En ese sentido, la necesidad de hacer una Reforma Rural Integral que permita la desconcentración de la tierra y otorgue su propiedad a los campesinos, sumado a la puesta en marcha de estrategias para desarrollar el agro colombiano, planteando alternativas de desarrollo económico y favoreciendo a la población rural; junto a una apertura democrática que estimule la Participación Política para garantizar el ejercicio político, sin distingo de ideologías, posturas y pensamientos, respetando a los partidos y movimientos políticos que se declaren en oposición, pero también ofreciendo igualdad de condiciones para dicha participación; además de la importancia de abordar el narcotráfico y el Problema de las drogas ilícitas, como un asunto de salud pública que, sin criminalizar a los consumidores, persiga y responsabilice a los productores y traficantes; son los puntos que a modo general constituyen el contenido del «Acuerdo final».
Sumado a lo anterior, el «Acuerdo final» incluye otros puntos no menos importantes, como: la inclusión, atención y reparación de las Víctimas del conflicto; todo lo concerniente al cese al fuego y de hostilidades bilateral, y la dejación de armas por parte de las FARC, incluyendo el modelo de Justicia o Jurisdicción especial para la paz, ante la cual comparecerán los miembros desmovilizados de la guerrilla responsables de delitos atroces y crímenes de lesa humanidad (secuestros, asesinatos y reclutamiento de menores, entre otros), con el fin de que sean juzgados y respondan por sus delitos, de acuerdo a las determinaciones del tribunal que se conformará dentro de esta jurisdicción. Por último, se destaca el Mecanismo de Monitoreo y Verificación, que velará para que todo lo incluido en el «Acuerdo final» se cumpla y se den las garantías necesarias para cumplir con el objetivo de empezar a construir la verdadera paz, estable y duradera.
Es importante decir que el Mecanismo de Monitoreo y Verificación, contará con la participación de las Naciones Unidas y otros organismos internacionales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Desinformación, desprestigio y desesperación
Aunque el Acuerdo final y todos sus puntos son claros, han sido informados y socializados por parte de las delegaciones del Gobierno nacional y las FARC, y se esperaría que el debate en torno a este tema se centrara única y exclusivamente en lo que se negoció y se acordó en Cuba, teniendo en cuenta siempre el contexto histórico del conflicto armado; desde el mismo momento en que iniciaron las conversaciones en La Habana y aun ahora, Colombia ha tenido que soportar una despreciable campaña de odio, miedo, desinformación y desprestigio sobre la realidad del proceso de paz.
Hay que decir que el responsable de esa campaña que desconoce o, mejor, tergiversa a su conveniencia la realidad de lo acordado en La Habana es el ex Presidente Álvaro Uribe Vélez, quien, apoyado por sus aliados y seguidores, ha logrado minimizar y polarizar el debate a: si se vota SÍ, se “entregará el país a las FARC” y a Colombia “llegará a gobernar el ‘castrochavismo’”, lo cual no es otra cosa que un invento enfermizo de él, cuyo propósito es generar miedo entre los colombianos, haciéndoles creer sin fundamento alguno que el país será gobernado por la doctrina y las órdenes de Fidel y Raúl Castro en Cuba, y Nicolás Maduro en Venezuela (como figura más representativa del chavismo que surgió con el fallecido ex Presidente y líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez).
A Uribe no le ha bastado el mito del castrochavismo para confundir y polarizar a los colombianos, sino que ha repetido hasta el cansancio que el proceso de paz y el acuerdo final que será sometido a la refrendación de los colombianos favorecerá la “impunidad”, a pesar de que la misma Corte Penal Internacional se ha encargado de desvirtuar esa mentira. Incluso, Uribe se ha atrevido a decir que en La Habana se ha pactado la «persecución» contra él, sus ex funcionarios, sus aliados y otras personas cercanas y afines a él, como por ejemplo el hoy ex procurador general de la Nación, Alejandro Ordóñez (cuya reelección, que no existía en la Constitución, fue recientemente anulada por el Consejo de Estado, dadas las irregularidades que se presentaron en esta); a pesar de que en todo el país se sabe que las causas de las condenas y sanciones que han sufrido todos estos personajes fueron las irregularidades y los delitos cometidos en el ejercicio de sus cargos y el poder que llegaron a tener (tal como pasó con su hermano Santiago Uribe Vélez, capturado y procesado por la Fiscalía General de la Nación por su presunta responsabilidad en la conformación de grupos paramilitares en el departamento de Antioquia).
Sin embargo, Uribe no es el único que se ha dedicado a mentir para engañar a los colombianos e inducirlos a votar por el NO en el plebiscito, pues a él se ha unido el ex Presidente Andrés Pastrana, quien aparte de ser el responsable de permitir la mayor y más fuerte intervención de los Estados Unidos en el país, gracias a la firma y ejecución del famoso Plan Colombia, al parecer olvidó que, al igual que Álvaro Uribe, buscó terminar el conflicto armado con las FARC negociando con ellos, tanto así que entre 1999 y 2002 lideró un fracasado proceso de paz, que sólo sirvió para que esa guerrilla se fortaleciera económica y militarmente, aprovechando las concesiones hechas por el ex Presidente, entre las que se encuentra el despeje militar de más de 42.000 Km2 en el municipio de San Vicente del Caguán (departamento del Caquetá), territorio que se hizo tristemente célebre por haber sido el epicentro del fortalecimiento de la guerrilla.
Siguiendo la táctica de Uribe, Pastrana se ha valido de los mismos argumentos falaces del castrochavismo y la entrega del país a las FARC, para tratar de borrar de la memoria de los colombianos los errores que él mismo cometió en su Gobierno y que tanto afectaron al país, así como también el estrepitoso fracaso de su proceso de paz, evidenciando quizás la frustración que siente después de más de catorce años, por no haber sido él quien acabó con la guerrilla, tal como le sucede a Uribe, quien tampoco acabó con el paramilitarismo, pero sí le entregó el país (equiparando las comparaciones hechas por él al proceso de paz con las FARC) y contribuyó a transformarlo en lo que hoy son las Bacrim.
Para el caso de Uribe y Pastrana, sus fuertes diferencias del pasado quedaron atrás por el propósito común de engañar a la ciudadanía, desprestigiar el proceso de paz, el «Acuerdo final» y los anhelos de todo un pueblo. Su desesperación se hace más evidente a medida que sus mentiras se caen con argumentos verdaderos de aquellas personas que conocen la realidad de todo lo que ha pasado para llegar a la instancia del plebiscito, tanto así que cada día inventan una mentira nueva para poder seguir engañando a la gente. Incluso, como le sucede a Uribe, hay temor por la posibilidad de que puedan llegar a ser juzgados por la Jurisdicción Especial para la paz, de ahí que la nueva mentira inventada por Uribe es que las FARC y el Gobierno de Juan Manuel Santos pondrán en marcha un complot para llevarlo a él a la cárcel, cuando lo único cierto es que si eso llega a pasar será como consecuencia de las irregularidades, la corrupción y los crímenes que se cometieron durante su gobierno.
Más allá de esto, lo que realmente preocupa es lo que puedan hacer estos dos sujetos si gana el SÍ, pues hace pocos días, quizás vaticinando lo que pasará el 2 de octubre, Álvaro Uribe Vélez dijo públicamente que: “Si gana el SÍ en el plebiscito, movilizaré al país en contra de esta decisión (para reversarla)”. Lo dicho por el ex Presidente sólo puede generar temor, porque todo parece indicar que como es su talante, desconocerá e irrespetará la decisión tomada por el pueblo y probablemente, como ya lo ha hecho antes, se valdrá de la ilegalidad y la violencia (¿conformando nuevos grupos paramilitares?) para hacer que no se implementen los puntos del «Acuerdo final», acatando la decisión de los colombianos de decirle SÍ al plebiscito.
La decisión de los colombianos
Los colombianos tienen una responsabilidad histórica en sus manos, no hay otra opción que salir a votar masivamente el próximo 2 de octubre por una de las dos opciones que hay en este plebiscito: Sí o NO, siempre y cuando el debate no se reduzca a que si se vota Sí será contra Uribe, o si se vota NO será en contra del Presidente Juan Manuel Santos, o peor aun, pensar que el voto será para defender una u otra ideología o respaldar algún partido político, porque a eso se ha reducido tan importante tema. Como casi nunca sucede en el país, los colombianos tienen la obligación y la responsabilidad de informarse lo suficiente leyendo completamente el «Acuerdo final», socializando, analizando y resolviendo sus inquietudes y dudas mediante el diálogo con sus familiares, amigos y personas cercanas, con otras personas y con quien tenga la convicción de tomarse en serio esta decisión.
La polarización debe hacerse a un lado, no debe tener ninguna importancia lo que digan Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, las firmas encuestadoras, los medios hegemónicos, ni nadie más. Cada ciudadano debe tener la gallardía de decidir de manera libre y autónoma cómo votará el 2 de octubre, y no caer en las mentiras desgastadas de la impunidad, el castrochavismo o la entrega del país a las FARC. No se puede olvidar que está de por medio el futuro del país, como tampoco que los verdaderos peligros y riesgos que le quedan a Colombia de ahora en adelante son la corrupción y el paramilitarismo, dos males que se deben acabar urgentemente y para siempre, no sin antes votar el plebiscito para empezar a construir esa soñada paz con justicia social.
Amigo colombiano: por usted, por su familia, por sus hijos, por sus amigos y por el futuro de Colombia, vaya a votar el próximo 2 de octubre… ¡Su país lo necesita!
*Comunicador Social, Periodista de Colombia.
Twitter: @GallegoSamuel