La construcción del discurso legitimador de la dictadura

La estigmatización como terroristas, extremistas o subversivos que sufrieron los opositores políticos desaparecidos, perseguidos y asesinados durante la dictadura cívico militar fue parte de una construcción del sentido común en la que los medios de comunicación y la educación tuvieron un rol clave. Pero todo partió de una idea anterior: que tras la muerte del Presidente Juan Domingo Perón, la sociedad había entrado en caos, que sus “tejidos” sociales estaban “infectados” y que era necesario reorganizarla, lo que se propuso el régimen genocida autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. “Coincido con la idea de que para la dictadura pudiera ocurrir, la sociedad tuvo que romper con pactos sociales previos”, reflexionó Roberto Caballero en línea con aquella idea que explora el libro “Palabras, silencios y complicidades. La construcción del discurso legitimador durante la última dictadura cívico militar en Argentina”, un material educativo realizado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia que fue presentado ayer en la cámara de Diputados de La Plata.

Junto con el periodista de Radio Nacional y editorialista de Tiempo Argentino, presentaron el material educativo el secretario de Derechos Humanos, Guido Carlotto, el diputado nacional del FPV y nieto restituido, Horacio Pietragalla, y la directora provincial de Políticas Reparatorias y coordinadora del trabajo, Marina Vega.

El cuadernillo es la segunda entrega de Cómplices del Terror, una colección de textos educativos para refelxionar y debatir sobre el Terrorismo de Estado, que la provincia realiza desde la editorial Me.Ve.Ju creada por la secretaría y que lleva adelante la dirección de Políticas Reparatorias.El libro busca incentivar el debate para analizar la construcción de sentido común que, a través de los medios de comunicación y la educación, la jerarquía militar y sus aliados económicos y civiles impusieron en la sociedad para lograr implementar un proyecto económico que barrería con el proceso industrialista anterior.

“La nueva publicación hace hincapié en la dimensión simbólica de la alianza entre los ideólogos del golpe, es decir los actores civiles, y sus autores materiales, las Fuerzas Armadas, y en la construcción del ‘sentido común’ que permitió la instalación de la dictadura y su modelo social y económico”, explicó Vega, que coordinó el trabajo de investigación y escritura que realizaron María Victoria Lucero y Juan Manuel Ardenghi.

“En este segundo libro hacemos foco en la dimensión simbólica de la alianza social entre los militares y los actores civiles con responsabilidad en la construcción de sentidos, orientaciones, verdades”, explicó Carlotto. Y agregó: “Los medios de comunicación especialmente los diarios, la educación secundaria y universitaria y los ámbitos de desarrollo cultural fueron espacios de cogobierno en dónde se legitimó el disciplinamiento y la imposición de un sistema político, económico y social ‘occidental y cristiano’ que no admitía matices y cuyos vestigios de discrepancia serían exterminados a través del terror”.

En esa línea, Vega recordó que “la planificación del último golpe de estado en Argentina, requirió de un proceso de construcción simbólica, que aporte al consenso previo al golpe y a la legitimidad una vez en el gobierno”. Y eso se logró mediante la construcción de una hegemonía que garantizó la ejecución de los objetivos de la dictadura y que dio la legitimidad al proyecto político del régimen para la modificación de la sociedad.

En la presentación, Caballero recordó que nombres como el del ministro de Economía de la dictadura, José Martínez de Hoz, o el del dueño del ingenio Ledesma, Pedro Blaquier, se repiten como opositores a los protectos políticos de las mayorías, desde las primeras presidencias de Juan Domingo Perón, hasta la dictadura. Esas elites, explicó, fueron las que diseñaron el modelo cultural que querían que el régimen militar impusiera. Por eso, remarcó que ese tipo de publicaciones “son instrumentos fundamentales para comprender quienes fueron los beneficiarios del golpe de 1976”.

“Es muy importante que estos materiales los produzca el Estado porque implica que es parte de una política de Estado ndestinada a correr el velo”, remarcó el periodista. Y abundó: “Este material es también muy valiente, porque no podemos dejar la Memoria, la Verdad y la Justicia, en manos de aquellos (medios de comunicación) que abusaron de nuestros compañeros”.

Con el recorte de un diario que narraba el secuestro de sus padres, donde se los tildaban de extremistas, se escondía un fusilamiento en un supuesto enfrentamiento, Pietragalla recordó el rol de los diarios durante la dictadura.

“Los medios hegemónicos de comunicación fueron fundamentales para generar reflexiones en nuesta sociedad”, dijo. Y advirtió que hoy ocurre lo mismo con la violencia institucional: “Los partes de los medios son los que les pasa la policía; hoy nuestros chicos en los barrios están siendo estigmatizados como eran estigmatizados nuestros padres, y después cuandos se demuestra que esos chicos fueron asesinados por gatillo fácil, los grandes diarios no publican nada”, señaló.

Medios, escuela y sentido común

El libro Palabras, Silencios y Complicidades está construido sobre dos grandes ejes: los medios de comunicación, fundamentalmente los diarios, y la educación y la cultura. El rol del periodismo es tratado en el capítulo “Medios de comunicación y dictadura”, donde desarrolla un mapa comuncacional de la época y profundiza en los casos de los diarios La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, El Día de La Plata y El Popular de Olavarría.

“Los medios de comunicación hegemónicos cumplieron un rol fundamental en la generación de legitimidad de la ruptura institucional de 1976, sobre todo los medios gráficos por el peso que tenían en el esquema comunicacional de la época. La implantación de un nuevo modelo de acumulación necesitaba de la construcción de un discurso legitimador del golpe cívico-militar”, inicia el capítulo. También recupera las “Resistencias: comunicación popular”, donde aborda las experiencias de ANCLA, Cadena Informativa y las “Cartas…” de Rodolfo Walsh.

En el capítulo dedicado a la Educación y cultura en el Proceso de Reorganización Nacional, el libro problematiza el plan educativo y la política universitaria y cultural de la dictadura, las intervenciones y las complicidades, en la construcción de ese sentido común que se hizo hegemónico e impuso el consenso social que permitió la aplicación del plan sistemático del terror.

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