La Boyera: una muestra de la desidia del Cambio en La Plata

Por Alejandro Palladino

A partir de las necesidades de los vecinos de sectores sociales desprotegidos, desde 1985 funciona en la localidad platense de Gorina la Asociación Civil La Boyera, que desde aquella fecha ha crecido hasta contar con guardería, comedor para ancianos, primaria para adultos, cursos de formación profesional y clases del Plan FinEs. Cuentan las trabajadoras del espacio que los gobiernos municipales que se sucedieron de aquella fecha a la actualidad –el radical Pablo Oscar Pinto y los peronistas Julio Alak y Pablo Bruera– contribuyeron, algunos más y otros menos, a la estabilidad laboral de los trabajadores y trabajadoras, al crecimiento edilicio y de actividades al interior de La Boyera. Con la asunción del Julio Garro, de los diez trabajadores que se desempeñaban para dar una mano a los vecinos necesitados, sólo una permaneció con trabajo. Los/as demás fueron cesanteados/as, echados/as a la deriva por parte de Cambiemos.

Las trabajadoras cesanteadas que dependían del municipio son siete y se reparten las tareas de cocina, limpieza y cuidados de los nenes y nenas de la guardería, que son hijos de vecinos de la zona de bajos recursos económicos que van a trabajar a la mañana. Tres de las ex empleadas de La Boyera tenían planta permanente desde noviembre. Por su parte, los trabajadores alistados en las cooperativas son dos y también sufrieron la misma decisión de Cambiemos, y el último mes que cobraron fue noviembre. La única que continúa con trabajo es la Coordinadora General Ana Souts, que incluso fue trasladada a la Municipalidad, por lo tanto en La Boyera nadie tiene trabajo. Todos ellos entran en los 2.500 despidos masivos del Gobierno municipal en enero, con represión incluida en Plaza Moreno para acallar y disciplinar las protestas.

“Esto es un abandono total. Ni siquiera tuvieron la delicadeza de darse una vuelta y ver qué es lo que hacemos acá antes de tomar la decisión», dijo Silvia Beatriz, llamada Bety por sus compañeras, rodeada por los nenes y nenas que juegan en la sala de estar después de desayunar.

“Esto es un abandono total. Ni siquiera tuvieron la delicadeza de darse una vuelta y ver qué es lo que hacemos acá antes de tomar la decisión», dijo Silvia Beatriz.

La Boyera, que tiene el reconocimiento histórico de Nación, la provincia y el municipio, cuenta con una cocina, un comedor, dos aulas, una sala y un patio en su entrada. A lo largo de la sala, prolijamente pintada por los ex trabajadores de la cooperativa municipal, se extiende una mesa repleta de alimentos: latas de arvejas, botellas de aceite, fideos y huevos envueltos.

“Los contratos eran lo único que recibíamos del municipio. Toda esta comida la tenemos por el programa nacional FOPAR y el programa  provincial UDI (Programa de Unidades de Desarrollo Infantil)”, dice Bety. El ajuste también llegó a estas canastas de alimentación que se reparten cada quince días entre los vecinos más necesitados, que incluye, además de los alimentos mencionados anteriormente, carne, verdura y fruta: “Hasta enero nos daban una cantidad para 45 familias; ahora para 25”, agregó la encargada de La Boyera, que trabaja de sol a sol, con once años de antigüedad, desde que entran los niños a la guardería hasta que se retiran los estudiantes del FinEs.

Foto: Alejandro Palladino
Foto: Alejandro Palladino

Ceferina es otra de las mujeres que trabaja desde enero ad horonem. “Hace veintiún años que soy empleada, y siete como contratada. ¿Qué voy a hacer ahora?”.

“No les importa nada –continúa María Angélica, otra de las trabajadoras–. Tengo problemas de cáncer y tomo una medicación que me cubría IOMA. De ahora en más no sé qué hacer”. María Angélica se enteró de la no renovación de su contrato al no poder comprar su medicación por no estar en la lista de afiliadas de la mutual provincial. Como en otras dependencias del Estado, Cambiemos utiliza esos modos de comunicarse con los despedidos.

“Soy viuda, tengo que trabajar, este trabajo es como mi casa” dijo otra de las mujeres, que pasa más tiempo en La Boyera que en su propia casa.

“Dicen pobreza cero: ¿de qué pobreza cero hablan, con la cantidad de gente que están dejando afuera? Cada día tenemos más personas del barrio pidiendo mercadería», lanza con furia Bety. Y continúa: “Antes de tomar la decisión de echar tamaña cantidad de empleados, tendrían que haber mandado gente de ellos, institución por institución, para hacer un relevamiento y ver qué trabajo se está haciendo acá”.

“Dicen pobreza cero: ¿de qué pobreza cero hablan, con la cantidad de gente que están dejando afuera? Cada día tenemos más gente del barrio pidiendo mercadería», lanza con furia Bety.

Para mantener la regularidad de los programas que abastecen de alimentación a La Boyera, las trabajadoras presentan informes precisos sobre el funcionamiento del espacio. De 1985 hasta hoy, nunca tuvieron una irregularidad. “No les importa nada”, dicen una y otra vez.

“Es una injusticia porque tenemos un trabajo de más de veinte años y todos los gobiernos de turno nos han reconocido. Hemos crecido en personal en las distintas gestiones, y viene este gobierno y nos saca todo” sostiene la coordinadora Ana Souts, quien agrega que intendentes anteriores se acercaron para los días del niño, para Navidad y otras fechas festivas para colaborar.

Como respuesta al abandono que deja en situación crítica a las mujeres de La Boyera, a los nenes, a las nenas y a sus madres y padres, a los ancianos y a los tutores del FinES, las hermanas Ana y Bety Souts presentaron carpetas con toda la historia de La Boyera y con las actividades y el funcionamiento que allí rigen, a la Secretaría General y a la Secretaría de Acción Social del municipio, que nunca emitió una respuesta al respecto. También pidieron una audiencia con Garro, sin demostración de interés por el Gobierno.

El motivo que sostienen desde el Gobierno es que no pueden tener empleados municipales en un espacio que no sea municipal, considerando que La Boyera es una Asociación Civil. Sin embargo, el municipio no amaga ni con municipalizar el espacio (lo que genera temor en las trabajadoras “porque nos pueden desplazar y traer gente de ellos”) ni con incluirlas en el Estado de algún otro modo, considerando lo importante y delicado que es su trabajo.

El delegado municipal de Gorina, Guillermo Brizuela, vive a unas cuadras de la Boyera. “Los hijos vinieron a esta guardería y la abuela vino a buscar la canasta durante un tiempo, y desde que tiene el cargo no fue capaz de pasar siquiera para ver nuestra situación. Nos echaron y no saben cómo trabajamos”, remata Bety.

“¿Qué tenemos que hacer según ellos?, ¿cerrar?», se pregunta Bety. “¿Hasta cuándo van a poder venir las compañeras, si no les pagan? Mientras tanto, vamos a hacer el aguante y vamos a seguir trabajando, a pesar de todo”, cierra Bety Souts.


 

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