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Indiana: pintura de interiores

Por Ramiro García Morete

“Una muchacha leyendo una carta”. Pablo caminaba solo por una ciudad lejana cuando ingresó a un museo. Había una exposición de Johannes Vermeer y una recurrencia: personas solas en habitaciones. Rompiendo con el entonces dominante imaginario religioso, el artista holandés puso en imágenes los pensamientos del joven y alto músico. Aunque haya tardado hasta la publicación del primer álbum de la banda, cuando ese ejercicio casi casual de hacer canciones se materializó. No fue cuando sus cercanos acompañaron sino recién con la edición de Seguro contra terceros que sintió que lo respaldaba una obra, un objeto.

Curioso es que en su departamento no abunden, como sí en sus textos, los cuadros o los libros –aunque, en este caso, la biblioteca llegada a una ex puede ser una razón–. Allí donde sus canciones nacen y –como él mismo reconocerá– mejor funcionan, no hay tantas cosas. Quizá porque la melancolía que recorre el repertorio de este guionista de cine y publicidad no sea tan literal. Como en el cuadro donde reafirmó que en esos pequeños dilemas cotidianos con techos bajos se nos va la vida –y no tanto en los dioses y los infinitos cielos–, puede que las canciones de Indiana no sean cartas escritas hacia el pasado ni la distancia. Puede que sean escritas para el aquí y ahora, con lo pequeño o grande que nos rodea.

“El secreto del universo es ir con la corriente”, citará las no tan irónicas palabras del cineasta Jim Jarmusch. Cuando la corriente indicó que había un guitarrista menos y un tecladista más, la banda conformada por Bruno Poggi (bajo), Nicolás Raffino (sintetizadores y teclados), Ricardo Silva (guitarras) y Pablo Siciliano (voces) no se contrarió. Desde el beat y con guitarras en roles secundarios, Indiana reformuló su narrativa sobre amores y retratos interiores con Arte Holandés como una carta abierta a lo que vendrá.

“Dos chicas que se besan me hacen pensar el tiempo que pasó y que pasará”, canta Siciliano, quien habla sobre lo que pasó en este tiempo desde el logrado sonido indie de 3 (2014). “Del último disco hasta hoy pasó que se fue un guitarrista y sumamos a Nicolás en teclados, pensando en el espíritu y sonido del disco que queríamos lograr. Con los discos progresivamente fuimos yendo a ese lugar. Empezamos más guitarrera y nos empezó a gustar más pop. Redescubrimos esas cosas de los ochenta que hasta nos parecían berretas, como los hits de radio Aspen. Nos dimos cuenta de que había cosas que nos encantaban y fueron el Norte para un disco casi sin rasguidos de guitarra ni de distorsión”.

Arte Holandés implica también una mezcla de percusión electrónica y baterías retocadas digitalmente. “Queríamos un disco que tuviera mucho foco en la base rítmica. Que sin perder esa cosa melancólica hiciera mover la patita.” Pero aclara: “Igual creo que siguen siendo canciones. Porque creo que finalmente esa es nuestra involuntaria naturaleza a la hora de hacer música”.

Gran generador de frases y escenas, Siciliano habla sobre sus letras: “Lo que me sale naturalmente es escribir sobre amor. No sé si está bien o mal. En este disco está profundizado. Me basé en situaciones ficticias, casi como un novelista”. Hablando sobre el pintor holandés y los tópicos, lo define como un disco sobre dramas íntimos, cotidianos. «Si nos va la vida en esos dramas menores, entonces no son tan menores. Llevarlos al nivel sublime de lo artístico sería una buena idea. No sé si alguien lo ve con el disco, pero sí lo tenía en cuenta”.

Su oficio de guionista y hombre ligado al cine “debe incidir muchísimo. Mi primera aproximación fue visual. Soy un músico por accidente. No es que mi vocación me llamó a los seis años, más allá de que la música siempre me gustó de manera enferma. Eso se fue dando. Ahora hace diez años que estoy en esto”.

Pablo cuenta que aprendió a tocar la guitarra en su departamento, cuando entre paros y juventud tenía tiempo libre mientras cursaba Cine. “Para mí eso fue una bendición para una mente fértil, tener tiempo para leer libros, ver películas y escuchar discos. Bendigo, porque sino sos una máquina de producir”. Con acordes de los Beatles comenzó a tocar la guitarra, pero “como herramienta para componer canciones. Nunca me importó la técnica. Siempre fui un guitarrista malo. Ahora no toco ningún instrumento”.

Esas canciones les gustaron a su hermano y los hermanos Poggi. El objetivo era hacer un disco. “El momento clave es cuando grabás. Y ese objeto que tenías en tu cabeza es concreto. Uno sólo es músico cuando está vinculado a hacer música. Pero no es que en la calle te vean y digan: ‘ahí va el músico’. Me sentí músico cuando saqué el primer disco, que le gustaba a algunas personas, que lo toqué en vivo”.

Respecto a los cambios que se han dado dentro y alrededor del rock en estos últimos tiempos, considera que son inevitables y hay que adaptarse. «Me encanta que cambie todo, que los putos se casen y adopten, que los menores de edad tengan ideas revolucionarias. Y si las maneras de escuchar música son spotify y algoritmos, bárbaro. Todo cambia por algo, los cambios los hacemos todos los días. Es mentira que alguien te baja el cambio por la cara.”

Si bien el álbum ya está disponible en todas las plataformas, Siciliano prefiere ensayar para presentarlo. «Queremos hacerlo bien. Ahora sólo mostrarlo. Me ofrecieron un par de fechas, pero prefiero cuando la banda esté lista.”

 

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